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Ventoso encuentra la calma

Nada ha cambiado en lo más profundo del alma de Ventoso. Calma y sosiego ahora. Nervios y chulería antes. «Era un poco subidito, me lo tenía un poco creído», reconoce. Se traduce en su personalidad afable, siempre sonriente y filosóficas las páginas de su biografía, ésa que dicta que es mejor mirar el lado positivo de las cosas para sufrir menos.

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La vida se lo ha enseñado. Ilustración pura de contragolpes, de puertas, las de los equipos más grandes, cerradas por «intoxicaciones» como «represalias por no querer seguir en el Saunier Duval». Parece otra vida, lejana, atrancada a cal y canto en el más recóndito de los recuerdos. El transitar anónimo de los últimos años en el Carmiooro, más por despecho y pasión al ciclismo que con ánimo de encontrar una luz al final del túnel, hasta que le rescató Movistar. Antes todo le ponía nervioso, «si no ganaba era porque estaba demasiado gordo, pensaba que era una mierda. Me metía mucha presión». Ahora todo es diferente. «Estoy más tranquilo y calmado». Ventoso se hizo ciclista alrededor de mujeres. Es de Reinosa, pero de pequeño se mudó a Noja, a la costa.

Su padre le buscó equipo cuando empezó a montar en bicicleta para cansar a su hermano Iván, hiperactivo, para hacerle perder energía y que por la noche en casa todos pudieran dormir. Por aquel entonces sólo había un club. Femenino. Y Ventoso, con melena larga, se apuntó. «Me tenían como mascota». Era un niño y como tal pasó a profesionales. 21 años para vestir el maillot del Saunier Duval. Pero Ventoso no tenía dinero, «y no quería pedir dinero a mis padres». Así que se puso el buzo. Fontanero, encofrador y hasta manejando una retroexcavadora estuvo. El ciclismo es caro, pero Ventoso siempre ha sabido buscarse la vida. Igual que en los esprints, su hábitat natural. A Ventoso no le gusta llegar a las metas solo, «nunca he llegado escapado». En Fiuggi, previa del primer final en alto, tampoco. Amarró el manillar y esprintó cuesta arriba dejando clavado a Petacchi. Sin alma ni respiración. Muerto el italiano del Lampre. «Yo también he llegado al límite». Conciliación victoriosa. La rueda, calmada, lubrica mejor.

Alberto Contador: «Montegervine no hará diferencias»
1- Llega el primer final en alto. ¿Qué espera?
–No se verán demasiadas diferencias entre los grandes.

3- ¿Quién da más miedo, Nibali o Scarponi?
–Los dos son peligrosos, pero miedo no le tengo a ninguno, sólo respeto. El miedo hay que tenerlo a otras cosas.

2- La etapa del Etna está en peligro de no celebrarse por la erupción del volcán.
–Sería una pena, sobre todo por la gente que está pensando en ir a verla. En el Etna se verá quién no va a ganar el Giro.

4- ¿Va a medir los esfuerzos y no luchar por victorias de etapa?
–Lo más importante es ganar el Giro, pero puede ir directamente relacionado con alguna victoria de etapa. El Zoncolán me gusta para hacerlo, es realmente duro. Sólo el Angliru se le parece.