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La tribu y el gremio

La tribu y el gremio
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Foto: Cipriano Pastrano

Por Víctor Núñez

Fue el escritor y periodista Arturo Pérez-Reverte, en su imprescindible libro “Territorio comanche”, allá por la última década del siglo pasado, el que popularizó el concepto de tribu para referirse a los reporteros de guerra, ese grupo de hombres y mujeres que, hoy en día, representan lo mejor de nuestra profesión y por los que gracias a su labor aún podemos sentirnos orgullosos los periodistas. Esta afortunada fórmula de la tribu se puede extender perfectamente al conjunto de personas que formamos esta aún está vieja y vapuleada profesión. El concepto de tribu nos encaja mucho mejor que el romántico y solidario del gremio por el carácter individualista, irredento y caótico de nuestra propia naturaleza. Para justificar esta teoría, voy a desgranar algunas razones:

1. Los periodistas somos conscientes que pertenecemos a un grupo, nos identificamos en el mismo, incluso hubo un tiempo, allá por los albores de la democracia actual, en que se disfrutaba de cierto glamour y reconocimiento, pero no dudamos en atizarnos y despellejarnos los unos a los otros sin más motivo que un “quítame allá esa exclusiva” o por un minuto de gloria en alguna tertulia radiofónica o televisiva.

2. Nos gusta estar juntos, algunos hasta se emparejan sentimentalmente en uniones tan endogámicas como poco duraderas, pero nos miramos siempre con desconfianza conscientes de que en esta profesión hay pocos amigos. Los de la tribu de la orilla izquierda del río odian a los de la derecha y viceversa, ambos no dudarían en saquear el poblado del enemigo y no dejarían muchos prisioneros.

3. El resto de los mortales nos miran como bichos raros y los misioneros de territorios civilizados pretenden nuestra evangelización. Estos se pasan por nuestros poblados mediáticos y nos dan lecciones de ciencia, rigor y ejemplaridad, incluso, no dudan en quitarnos en cuanto pueden nuestra palestra y se permiten darnos lecciones de ética y de estética.

4. Al igual que en otras tribus se rinde cierta pleitesía al jefe, en estos tiempos más bien al consejo de ancianos, pues dominan aún los grandes dinosaurios agarrados a sus sueldos y prebendas esperando la llegada del meteorito que acabe con todos nosotros.

5. A diferencia de los gremios, no existe el corporativismo. Ni siquiera, existe consenso en qué demonios te hace o te deja de hacer aborigen de la tribu de pleno derecho. Existen extraños e intrusos entre nosotros, gente que entra y que sale como Pedro por su casa, que se instala entre nosotros y se hace hasta con el control del hacha de guerra en forma de micro, pluma o tableta.

6. Adoramos a dioses falsos. En vez de abrazar el monoteísmo de la única verdad de los hechos, muchas veces, nos dejamos deslumbrar por el brillo del poder, el dinero o la fama. A veces, ni eso, cualquier banalidad, cualquier destello de algún personaje menor ocupa titulares y focos en detrimento de la verdadera denuncia de la inequidad, del señalamiento del corrupto, del protagonismo de los que sufren o de aquellas personas ejemplares que realmente tienen algo valioso que contar.

7. La vida en la tribu es dura, y más en los últimos tiempos, donde las malas cosechas nos están dejando hasta sin taparrabos, pero en nuestra inconsciencia creemos que todo cambiará algún día, y mientras unos se evaden con el agua de fuego, otros se deprimen y muchos otros se desgañitan en la inmensidad virtual de las redes sociales y el mar cibernético, ese gran vertedero donde algunos creyeron ver el Dorado y en el que ya solo queda su reflejo, tan vacuo como efímero.