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Acaba la Seminci con más pena que gloria

Acaba la Seminci con más pena que gloria
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Afortunadamente, en el último día de la competición, hemos visto una buena película. Una bella y tierna comedia: «Maravillosa familia de Tokio», de Yôji Yamada. Autor de una interesante y famosa trilogía sobre los samuraïs y que consiguió aquí en Valladolid la espiga de Oro en 2013 por «Una familia de Tokyo». Esta película, cuya segunda entrega rueda en la actualidad, nos cuenta las vicisitudes de una familia. Es el cumpleaños de la madre y su marido le pregunta qué puede regalarle y ella responde que quiere el divorcio. Lo cual origina una conmoción familiar perfectamente narrada con detalles cómicos o dramáticos que hacen de esta película una sesión muy agradable.

De Israel nos llega «Tormenta de arena», de Elite Zexer, realizadora premiada por este filme en el festival de Sundance. Para empezar no hay tormenta alguna, a no ser que se tome el título metafóricamente. Hay que suponer demasiadas cosas ante esta película dada la torpeza del guión.

La historia comienza con el protagonista masculino que va a tomar una segunda esposa. Pero en realidad, echa a la primera de casa. La verdad es que de lo que trata la película es de la fuerza de las antiguas tradiciones y de que no hay forma de escapar de ellas. Flojos

resultados para esta película excesivamente pretenciosa. La última película a concurso es la franco-belga «Reparar a los vivos», de Katell Quillévéré, otra mujer tras la cámara. Un filme que empieza con un absurdo y falso –por efectos especiales– ejercicio de surf en un mar embravecido. Al regreso de esa experiencia, los tres amigos surferos sufren un accidente de tráfico que hace que uno de ellos, que no llevaba cinturón de seguridad, entre en coma irreversible con tan sólo 17 años de edad... Allí comienza el latazo de las salas del hospital y la

bobalicona presencia de un guión que incorpora a los padres y a un medicucho que antes de decir que hay que desconectar la máquina que lo mantiene respirando, les pide a los padres la donación de órganos.

Cuando esta historia parece haber terminado, comienza otra película con una madre y dos hijos interesados por el trasplante de corazón y que no logra despertar el menor interés. No es una mala película, sino dos malas películas.

Ahora ya sólo queda la película de clausura, fuera de concurso, «Los hijos de Jean», de Philippe Lioret, y el palmarés dictado por los jurados.