Crítica de cine

«Insidious 3»: El mal viene de lejos

Dirección y guión: Leigh Whannell. Intérpretes: Dermont Mulroney, Lin Shaye, Stefanie Scott, Tate Berney, Leigh Whannell. EE UU, 2015. Duración: 97 minutos. Terror.

La Razón
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En 2010, un solvente James Wan («Saw», lo mejor de este chico hasta ahora, «Expediente Warren») aterrorizaba a medio planeta con «Insidious», o el pavoroso regreso del género de la casa encantada con niño agobiado incluido. Tan rentable fue en taquilla que tres años más tarde presentaba la ya menos impactante y prematuramente cansada segunda entrega de la factoría. Y, ahora, el actor debutante en labores de dirección Leigh Whannell (que también aparece con un pequeño pero divertido papel en la cinta) ha sido el elegido para enfrentarse a la precuela de la misma, ya saben, cuando una fórmula funciona en Hollywood no tienen reparo alguno en hincarle el diente por delante o por detrás. Bien, estamos en un tiempo nebuloso antes de que tuvieran lugar los acontecimientos ocurridos a la familia Lambert, y otra vez en compañía de la médium Elise Rainier (la inquietante y sólida Lin Shaye), que, todavía añorando la trágica desaparición de su marido, acepta con reparos ayudar a una encantadora adolescente y ponerla en contacto con una madre fallecida demasiado pronto. Pero Elise descubre que por medio se ha colado una presencia sobrenatural que no quiere nada bueno para la chica, al tiempo que la propia mujer se topa horrorizada con el espectro de una muerta que sigue persiguiéndola con bastante denuedo y peores intenciones. El filme, que gana enteros a medida que el metraje avanza y la joven es, de una vez, poseída, posee ese inconfundible aroma al cine de terror realizado en los 70 (con un edificio enclavado en el centro de un Nueva York oscuro y anti postales de recuerdo y eje del mal) y los 80 (un ejemplo evidente, «Poltergeist», de la que, por cierto, se acaba de estrenar en España un entretenido «remake») y un par de buenos golpes-sustos, aunque le sobran esos siempre tan predecibles en producciones análogas (entiéndase, un espectro que aparece por la espalda de la protagonista, el presentido colofón-guiño para buscar el grito postrero de la sala), así como varios personajes que nos son familiares, como los dos especialistas en fantasmas vía serie web, o los preámbulos de la consolidación de un gran trío de psíquicos, francamente disparatados y tunantes. Porque la cinta también posee humor pero, también, por desgracia, una presencia muy cursi a lo «Ghost» que podrían haber evitado. Sumen al producto, que tira poco de efectos especiales a lo bestia, alguna pincelada «made in Japón» (esas señoras que reptan por el suelo sin ojos ni boca ni oídos, pero con bastante cabello negro) y obtendrán como resultado una película bastante decente aunque tampoco descubra el secreto de la pólvora. O, mejor en el caso que nos ocupa, la respuesta al viejo enigma sobre las presencias inquietantes que dicen pululan por nuestro mundo y que han llegado de otros que no están en éste... Por si las moscas, no miren nunca debajo de la cama.