Crítica de cine

«Perfectos desconocidos», una cena entre enemigos ****

«Perfectos desconocidos», una cena entre enemigos ****
«Perfectos desconocidos», una cena entre enemigos ****larazon

Director: Álex de la Iglesia. Guión: .Jorge Guerricaechevarría y Á. de la Iglesia. Intérpretes: Eduard Fernández, Belén Rueda, Pepón Nieto. España, 2017 Duración: 90 minutos.

Todo depende del cristal con que se mire. Con esta lente, «El ángel exterminador» puede ser un vodevil cruel. Con esta otra, «La cena de los idiotas» se convierte en una película de Polanski. No es la primera vez que Álex de la Iglesia intenta superponer ambas lentes, con resultados fructíferos («La comunidad») o que acaban consumidos en sus propios excesos (la reciente «El bar»). Tal vez porque partía de un material ajeno –la comedia homónima del italiano Paolo Genovese– que limita sus estridencias, la conjunción de tonos y delirios funciona a pleno pulmón. La situación es de puro teatro de «boulevard»: la típica cena de amigos organizada alrededor de un juego nada inocente, una versión «smartphone» del «verdad o acción» que sacará a la luz los secretos más indecentes de cada uno, aquellos que las cajas de Pandora del siglo XXI guardan en las profundidades de la nube.

LO MEJOR

El modo en que la puesta en escena saca provecho de un espacio único, y los actores

LO PEOR

Que, siendo un «remake», se la considere, injustamente y de antemano, una obra menor

Convencido misántropo, De la Iglesia llega al meollo de la cuestión siendo más apocalíptico que integrado: la amistad (casi) no existe, el amor y la intimidad tampoco, la sinceridad menos, todos nos apuñalamos por la espalda. El humor negro desenmascara con eficacia las identidades sociales, y la civilización se transforma en barbarie. Hay solo un invitado honesto (al que Eduard Fernández viste con una magnánima dignidad herida), y a su alrededor todo se desmorona. El excelente trabajo de actores (mención especial a Pepón Nieto) y el dinamismo de la puesta en escena, que salva con notable alto el desafío de un único escenario, evitando la teatralidad, hace de «Perfectos desconocidos» un entretenimiento tan divertido como oscuro, amargo como un café jamaicano.