Teatro

Madrid

Historia de una farsa

Se creyó un ser superior y terminó cayendo, como tantos otros. Así de rápido se resume la historia de Dominique Strauss-Kahn, el hombre que controlaba poco menos que el dinero de todos y resultó ser una farsa. Esta base es la que sirve a Antonio Rojano y Víctor Velasco en «Dios K» para ahondar en esas élites que en algún momento se vieron por encima de los demás. Alberto Jiménez se mete en la piel del villano

Alberto Jiménez y Mona Martínez
Alberto Jiménez y Mona Martínezlarazon

Se creyó un ser superior y terminó cayendo, como tantos otros. Así de rápido se resume la historia de Dominique Strauss-Kahn, el hombre que controlaba poco menos que el dinero de todos y resultó ser una farsa.

Infinito por carecer de límite alguno. Ubicuo por poseer el don de estar en cada uno de los lugares que se imaginen. Cercano a la perfección al tenerlo todo, lo más valioso, lo mejor, lo que cualquiera pueda desear. Eterno por dejar su huella en la historia o, al menos, llegar a pensarlo. Omnipotente. Omnisciente. Inmutable... Características de los dioses en las religiones monoteístas que de alguna u otra forma hombres y mujeres aspiran alcanzar. Sueños que no lo son para todos. Los hay que llegan hasta ellos, pese a que todo no vaya más allá de una sensación, de «feeling». Ahí donde les arrastra la sociedad y los medios, haciendo de ellos los héroes de nuestro tiempo. Gente intocable, por encima del bien y del mal. Como ese Aquiles al que sólo su mortal talón le separaba de lo divino. Aquí llegan los «top», las élites de hoy. Basta con mirar estos días hacia Palma para tener un reflejo de esos que se creyeron exclusivos... hasta que la realidad mundana los golpeó.

Esto fue lo que le pasó a Dominique Strauss-Kahn. Un hombre admirado –y me atrevo a decir que deseado, ya sea por su físico y/o por su posición–. Lo tenía todo, o casi: autoridad y gloria. Dos conceptos que, unidos, tienen tantos beneficios como perjuicios. Así lo reflejan Antonio Rojano –autor– y Víctor Velasco –director– en su desarrollo sobre el escenario de la fórmula con la que resumen esta atmósfera de la flor y nata: poder + éxito = destrucción. Ésa que vivió en sus propias carnes el que fuera director del Fondo Monetario Internacional (FMI). «Juego a ser él durante ese proceso que significó la caída en desgracia de un dios del Olimpo de hoy en día. Uno de los intocables. Era de la élite, se iba a presentar como líder del Partido Socialista francés, controlaba el FMI... Tenía prácticamente todo, pero es una de esas personas que viven en una nube y piensan que nada les va a pasar», cuenta quien hace de Strauss-Kahn, Alberto Jiménez. «Es un tipo que, en un momento dado, está en lo más alto –continúa– y se le cruzan los cables por determinadas circunstancias y comete un acto –para los despistados: abusar de una camarera del hotel en el que se alojaba en Nueva York– que, aparentemente, piensa que no le va a afectar, o que no va a tener consecuencias». Pero sí. Ese mundo cercano a la inmortalidad se ve truncado en el aeropuerto JFK, cuando le detienen.

«Un universo desconocido para muchos», define Mona Martínez el ambiente de Strauss-Kahn. La actriz acompaña a Jiménez durante la obra metiéndose en la piel de «las mujeres que, por diferentes que sean, son siempre lo mismo para él». La bruja que conduce la trama, la prostituta particular del Dios K, la víctima, una adolescente patrocinada por una ONG, su esposa... Todas tienen cabida en una Martínez que apenas aporta sutiles cambios de vestimenta para pasar de una a otra, porque, como cuenta, «en esencia son mujeres no tan diferentes, cada una le pone en una circunstancia para tentarle de alguna forma y ver cómo actúa en cada situación. Para probar a este hombre que cree que puede con todo sin que nadie se oponga».

Con esta base en la que la jet se acerca a lo divino, Juan Francisco Ferré escribió «Karnaval», novela en la que el directivo es apodado Dios K y que ahora sirve de inspiración para el montaje que Rojano y Velasco levantan en la Cineteca del Español, recogiendo el mote como nombre. «No se trata de una obra documental sobre el suceso. Se ha pretendido ir más allá y ahondar en el lado oscuro del ser humano», explica Jiménez, encargado de viajar por la mente de Strauss-Khan y mostrar las nieblas del poder, de la masculinidad enfermiza y del machismo.

- Conversión a villano

Víctor Velasco confirma la línea del actor: «Hemos planteado una tragedia moderna con un personaje muy representativo de la sociedad, aunque sin copiar al 100% su historia. Una persona con mucho éxito, un triunfador, hasta que se convierte en villano. Hay un intento de plantear cómo funciona este mundo en el que todo se valora en relación a la gloria y el fracaso. No nos hemos querido meter en los excesos reales, que tampoco conocemos, sino que hemos generalizado». Una simplificación que pretende profundizar en el germen, el motivo por el que este hombre actúa de esa forma y despertar . «Asomarnos a ese abismo desde que sale del baño hasta que abusa de la mujer, qué pasa por su cabeza», dice Velasco. «Si queremos alcanzar una respuesta, debemos pensar que lo que se muestra en un teatro debe exceder al propio acontecimiento del que se quiere hablar. No es un lugar para revelar de un modo limpio lo ocurrido», suscribe Rojano.

Los hechos dejaron claro ciertos aspectos, como el cambio de las páginas de política y economía por las de sucesos y que le enterrase antes de tiempo cuando los medios le citaban siempre en pasado, pero ¿aprendió algo? Por si acaso, en «Dios K» se especula: «Al final hay un guiño en el que el personaje, después de la catarsis de una hora y cuarto parece que se ha dado cuenta de lo que ha hecho, de la negrura de la existencia en la que vive, parece que va a cambiar, pero no lo hace, sigue con el mismo discurso», cierra Jiménez.

Del Herralde a las tablas

Dios K es el nombre con el que Juan Francisco Ferré apodó en su libro «Karnaval» –Premio Herralde de Novela– al afamado directivo del Fondo Monetario Internacional. De aquí surge esta idea que tomó forma en el Fringe de 2014 con la unión del citado autor con Antonio Rojano para hacer un taller en torno a la historia. Entonces la propuesta resultó interesante y en el último verano se les pidió que desarrollaran la mitad de un posible espectáculo: «Lo presentamos y gustó a la gente del Español, que decidieron que ahora lo podamos proyectar entero», cuenta el encargado de dirigir la pieza, Víctor Velasco. Con éstas, el texto es casi en su totalidad de Rojano –a excepción de algunos elementos que toma del libro– y la concepción ha sido esculpida por él junto a Velasco.

- Dónde: Naves del Español (Cineteca). Madrid.

- Cuándo: del 24 de febrero al 20 de marzo.

- Cuánto: 15 euros.