Real Madrid

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Esa agonía tan dulce

El Real Madrid gana la final del Mundial de Clubes al Kashima en la prórroga y con tres goles de Cristiano

Los jugadores del real Madrid celebran la victoria
Los jugadores del real Madrid celebran la victorialarazon

El Madrid gana el Mundialito tras adelantarse, dejarse remontar y decidir Cristiano en la prórroga. Los noventa minutos terminaron en empate como la Champions y la Supercopa.

No podía cerrar el Madrid el año de otra manera que como lo ha hecho en Yokohama. En la prórroga, sufriendo antes para conservar un empate, cansado y algo heroico. Es lo que le va a este equipo de Zidane: esa sensación de estar a un paso del abismo, a punto de perderlo todo, entre el miedo y la ambición y ahí, donde todos tiemblan, sacar lo mejor que tiene dentro. Le ocurre como a los soldados que vuelven de la guerra y se aburren en la rutina diaria, la vida en paz y tranquila, la pequeña felicidad del confort. Eso es un aburrimiento o un desperdicio, sólo cuando sienten el peligro, se sienten completos. El Madrid se adelantó enseguida ante el Kashima y se aburrió enormemente. Ni tenía prisa ni consideraba que el rival podía hacerle algún daño. Era la final del Mundialito, el día para coronarse como el mejor del mundo en 2016, pero parecía un día en la oficina. El mejor ejemplo fue Cristiano Ronaldo, que se pasó los primeros cuarenta y cinco minutos rodando un anuncio y después acabó el partido como un héroe. Antes de enchufarse, de sentir el peligro, el portugués utilizó todos los vicios de su juventud: mucho barroquismo que no lleva a ningún sitio, más pose que fútbol, como si quisiese decirle a los fans japoneses lo guapo que era. Cuando se puso a lo suyo, fue demoledor y decidió el partido. Hizo tres goles, uno de penalti y dos de delantero centro, que es lo que le pide el cuerpo y donde puede seguir haciendo daño todo el tiempo que quiera.

Fue Benzema quien había estado sosteniendo al Madrid. El francés hizo el primer gol al aprovechar el rechace y el mejor fútbol del conjunto español llegó de su capacidad para entender el fútbol de asociación. Hizo el primero, la pared con Lucas en el penalti del segundo y dio a Ronaldo el tercero. Un festival de Karim, al que se lo nota enseguida cuando está a gusto consigo mismo: va flotando por el campo, repartiendo toques siempre inteligentes. Él y el trabajo de Lucas (al que Zidane cambió cuando tenía que ir por el partido) fueron lo único que se mantuvo en el Madrid cuando llegó la hora de la siesta. No había emoción y el conjunto de Zidane se dejó ir, sin vigilar. El equipo se partía y no está Casemiro ahora mismo para muchos trotes, le cuesta más que otras veces y lo acusa el resto del equipo.

El Kashima, además, no era un rival inofensivo. Imperturbable, no se sintió derrotado con el segundo gol y viendo la dejadez del rival, empezó a creerse que podía hacer algo importante. Según dijeron antes, querían soñar. Y se pusieron a ello. El Madrid no reaccionaba pese a que el rival le comía el terreno y cuando quiso darse cuenta, empezada la segunda mitad, iba perdiendo. Lo que era plancentero se convertía en una urgencia. No está fino Navas, que para menos que otras veces y sufre el Madrid, demasiado frágil atrás.

No quedó más remedio que irse a la carga. Ya estaba el equipo Zidane donde le gusta: donde hay que competir, donde sólo queda la desesperación. Tenía tiempo y empezó el acoso. Ronaldo ya estaba en plan futbolista, Lucas apretaba y Benzema devolvía todas las paredes cómo debe hacer. Así nació el penalti que no necesitó ni de videoarbitraje.

Empató el Madrid, pero no fue capaz de hacer el segundo y el Kashima, otra vez, sin complejos, como quien cree de verdad que los sueños se pueden cumplir, acabó mejor el partido. En esos minutos que decide Ramos tuvo la victoria el conjunto japonés. Pero no lo hizo y media hora más era un exceso. No se pueden vivir en los sueños durante tanto tiempo.

La prórroga fue el momento de Ronaldo. Sin alharacas, de dedicó a ganar el partido y el Madrid, como en la Champions, como en la Supercopa, como cuando perdió 2-0 contra el Wolsfburgo o fue perdiendo en el Camp Nou, ganó porque nunca pierde. Porque, al final, es el mejor del mundo.