Casa Real

Don Juan Carlos a Felipe VI: «Qué pena no haberlo hecho antes»

Le gusta repasar concienzudamente los discursos, y no es extraño que la noche anterior se haya quedado hasta tarde cambiando cosas.
Le gusta repasar concienzudamente los discursos, y no es extraño que la noche anterior se haya quedado hasta tarde cambiando cosas.larazonfreemarker.core.DefaultToExpression$EmptyStringAndSequenceAndHash@69f48aa5

Un año después de la abdicación el Rey y su padre mantienen una estrecha relación. Hablan de Podemos, política internacional...pero sobre todo del acierto de haber hecho el relevo en la Corona

No es un tópico. Felipe VI habla con mucha gente: políticos, empresarios, periodistas, artistas... Quizá no tenga la simpatía de Don Juan Carlos, pero sus conversaciones demuestran una sinceridad y confianza que todos reconocen. Curiosamente dos de estas personas que se han visto a solas con él me trasladaron una idéntica reflexión de Felipe VI, prácticamente en los mismos términos: «Hablo frecuentemente con mi padre. Hablamos de todo. De política nacional e internacional... Pero casi siempre terminamos hablando de lo mismo. Entonces me suele decir “Qué bien haberlo hecho” –se refiere a la abdicación- y, sobre todo, ¡qué bien hacerlo cuando lo hicimos! Aunque invariablemente surge la duda o el matiz: “Y qué pena no haberlo hecho antes”, mientras se queda pensativo y yo le digo que eso ya no tiene remedio».

Ha pasado un año. Sólo un año aunque parezca que haga una década que Felipe VI fuera proclamado por las Cortes. Echar la vista atrás sirve, con los datos y novedades de estos últimos meses de la vida nacional, para analizar y juzgar mejor aquel momento. La sorpresa inicial fue grande, pero el tiempo ha demostrado que fue un acierto hacerla cuando se hizo. Tampoco seré yo el que le quite la razón a Don Juan Carlos; quizá hubiera sido mejor hacerla en 2012, dos años antes, pero también es lógico pensar que aquel desgaste que tanto afectó a la institución y a la popularidad de Don Juan Carlos habría hecho parecida mella en su hijo. Los emails, declaraciones, entrevistas, corinnas y demás consiguieron socavar un prestigio ganado durante décadas. Pero una vez que el caso Urdangarín quedó visto para sentencia, llegó el momento oportuno para hacer el cambio. Hubo olfato Borbón, baraka juancarlista, o como se quiera llamar; o simplemente que el anterior soberano supo intuir el nuevo panorama y adelantarse a los acontecimientos.

Don Felipe también se daba cuenta, pero sabía que la decisión era de su padre. Él no podía empujarle. Sólo prepararse. ¿También para este nuevo escenario con dos partidos emergentes en la escena política? También. Me he preguntado y he preguntado a muchas personas que han despachado con el Rey cómo estaba, cómo le veían... La respuesta habitual era siempre la misma: tranquilo. Alguno añadía alguna cosa más: «tranquilo, a gusto de charlar conmigo, teníamos una hora prevista y a la hora y media tuvo que cortar porque venía Rajoy a despachar. Y hablamos de política, de Podemos, de Ciudadanos, del PSOE, del PP... En uno de estos encuentros, que yo me sentía más en confianza, saqué a colación el tema de la Fundación Cotec que presidía su padre y en la que se dan cita algunos de los empresarios más importantes de este país. Me aclaró que recientemente se habían modificado sus estatutos para que pudiera seguir presidiéndola Don Juan Carlos, pero que él también quería estar en ella. Y que por eso habían pedido tiempo a la futura presidenta, Cristina Garmendia, para llevar a cabo este ajuste. Yo conocía esta historia, pero me dio la sensación de que Don Felipe controlaba mucho. Es verdad que el Jefe de su Casa, Jaime Alfonsín tiene un perfil bajo –lo tenía cuando era secretario del Príncipe- pero está muy bien informado y transmite muy bien la información a su Jefe. También en el caso de Cotec».

Esa misma sensación de que Don Felipe está al día de todos los aspectos que rodean a la Familia Real me lo transmitió otro empresario que, después de un buen rato de conversación en el que Don Felipe le preguntó por temas económicos y laborales, pensó que le tocaba a él el turno de saber alguna cosa más. «Pregunté a Don Felipe por su padre. Recuerdo que lo hice con cierto aire de reproche, pues Don Juan Carlos llevaba ausente varias semanas de la vida nacional... o eso me parecía a mí. El Rey lo justificó diciendo que se había quitado de en medio para no hacerle sombra, pero que sabía en todo momento donde y con quien estaba. Y me lo dijo no en tono de reproche sino como si fuera parte de su obligación estar informado de las actividades de los miembros de su Casa. Por eso las medidas que ha tomado a este respecto no me parecen un brindis al sol, sino algo meditado y que quiere cumplir y hacer cumplir a rajatabla».

En otra ocasión, el director de un medio de comunicación le preguntó por su madre, la reina doña Sofía. «Escuché de su boca los mejores elogios. Me explicó que voluntariamente se había querido retirar del día a día para que fuera la Reina Doña Letizia la que se llevara, como debía ser, el protagonismo. Pero que él y la Reina querían seguir contando con ella para muchos actos protocolarios. Que la ausencia de los duques de Palma y las obligaciones familiares de la infanta doña Elena hacían necesario que ella siguiera presidiendo algunos actos y que su discreción en los últimos meses había sido un ejemplo que él no olvidaría nunca. A buen entendedor...».

En lo que han coincidido todos mis interlocutores es en la agenda de contactos que tiene el Rey. «Pasamos –son palabras de otro empresario– a hablar de un tema bastante técnico, relacionado con inversiones energéticas. Inmediatamente me citó conversaciones sobre este tema con un líder europeo y con algún otro empresario español. También me llamó la atención su discreción, porque yo hice una broma sobre un político que había presentado la dimisión hacía unos meses y no tuvo ningún complejo a la hora de alabarle y ponderar sus cualidades, que evidentemente las tiene. Pero sí, me dio la sensación de que, sobre todo en política exterior, mantiene conversaciones con líderes internacionales. A este respecto me contó alguna anécdota sobre las felicitaciones que recibió el día de su proclamación».

Pero quizá la conversación más interesante con Don Felipe me la contó un ministro del Gobierno de Rajoy. «Tuve –no sé si llamarlo atrevimiento, porque venía a cuento de nuestra conversación– la idea de preguntarle por el futuro de la Monarquía: sobre si veía remontar la institución después de aquellos malos datos del CIS. Pensé que me iba a hablar de historia o de alguna cuestión dinástica, pero se fue derecho al grano. Al juicio pendiente a su hermana y cuñado y a que el trono había que ganárselo día a día. Como buen colchonero me acordé del Cholo Simeone, pero me di cuenta de que lo que decía iba en serio. Recuerdo que hablamos también de la corrupción y que las personas que estábamos cerca del poder debíamos ser ejemplares. De que los gestos eran importantes. De que había que recuperar el prestigio de la vida pública. No quería alegrarme el oído. Tampoco tenía por qué. Pero me sorprendió su determinación y rotundidad. Creo que veremos gestos en este sentido».

Mucho pensé ayer en estas palabras cuando conocí la decisión de Felipe VI de revocar el título de duquesa de Palma a su hermana. No me extrañó. Coincidía con lo que me había dicho este ministro. También porque va en la línea de la ejemplaridad que debe recuperar la vida pública. De nada sirvió que Cristina de Borbón cumpliera años –cincuenta– al día siguiente. Ni de que estemos a punto de celebrar el primer año de la proclamación de Felipe VI. Este Rey va a tener muchos gestos pero no para ganarse el trono, sino porque piensa que, verdaderamente, debe hacerlos. Me quito el sombrero ante este primer año de reinado. Y no porque lo tuviera difícil, que también, sino porque permite pensar en un futuro donde las cosas sean diferentes y es bueno que el soberano marque el camino de este futuro.