Ejército de Tierra

«Grajo»: la historia del «francotirador» español

El sargento 1º narra cómo es la vida de un tirador de precisión real. El cine les ha hecho «famosos», pero llevan años protegiendo a los suyos

El sargento 1º «Grajo» es el responsable de los equipos de tiradores de la VIII Bandera
El sargento 1º «Grajo» es el responsable de los equipos de tiradores de la VIII Banderalarazon

El sargento 1º narra cómo es la vida de un tirador de precisión real. El cine les ha hecho «famosos», pero llevan años protegiendo a los suyos

Tuvo que llegar Clint Eastwood con su película «El francotirador» para que cobre relevancia mediática una forma de vida y de trabajo que lleva instaurada en el los ejércitos de España desde nuestros días de gloria en Flandes. Los Tercios Españoles ya contaban con tiradores expertos capaces de provocar bajas en las tropas enemigas en condiciones climatológicas adversas, con la escasez de luz del ocaso o el amanecer y, sobre todo, a largas distancias. A día de hoy el Ejercito de Tierra, el del Aire y la Armada cuentan con expertos equipos de tiradores de precisión. Éstos con su presencia en zona de operaciones participan de forma muy activa en apoyo al Mando en todas la misiones en las que España participa en el extranjero. En la actualidad hay equipos destacados en El Líbano, Afganistán, Malí, República Centroafricana e Irak.

El éxito mediático de la película ha hecho visibles a este selecto grupo de hombres que trabajan desde la sombra en contribuir a la capacidad defensiva en nuestro territorio y en la operativa de nuestras unidades desplegadas. LA RAZÓN ha tenido la oportunidad de convivir varios días con el equipo de tiradores de precisión de la Brigada de la Legión Rey Alfonso XIII. De la mano de un veterano, el sargento 1º «Grajo», vamos a conocer a los legionarios que están detrás de las miras de los rifles de precisión y que forman los equipos de tiradores del Tercio Juan de Austria, 3º de la Legión.

–¿Hace cuántos años empezó a desarrollarse como tirador?

–Llevo en los equipos de tiradores de precisión de la VIII Bandera desde hace ocho años, pero personalmente empecé mi especialización en 1998.

–¿Hacia dónde está evolucionando esta especialidad?

–Estamos en constante evolución y aprendizaje según las necesidades que nos vamos encontrando en los diferentes escenarios bélicos. A día de hoy, los tiradores estamos presentes en todas la misiones en las que participan las Fuerzas Armadas. Se nos utiliza en todos los niveles, tanto ofensivo como defensivo, o escenarios... zonas urbanas, rurales, selva, desierto... Ahora se nos ve como algo novedoso, pero llevamos en la sombra muchos años. Basta recordar a los «tiradores de Ifni» sin ir muy lejos.

–¿Dónde radica la buena formación de un tirador?

–En la instrucción táctica y el entrenamiento constante. Intento que los equipos no pasen una semana en la que no toquen el disparador. No es tan importante el numero de disparos, sino la continuidad en el trabajo, y las anotaciones en las libretas de tiro. Tenemos que saber los motivos en el caso de que se falle. La vida y la seguridad de nuestros compañeros depende de nuestra efectividad. Tratamos de descartar al 100% el factor suerte.

–¿Cuál es su verdadera misión en un conflicto?

–Huyendo de los tópicos, somos simples combatientes cuya misión es la de apoyar en el combate a nuestra unidad mediante el fuego preciso a largo alcance y sobre objetivos previamente seleccionados. El proceso de selección de personal es muy complejo. Lo primero, ha de existir en el futuro tirador una voluntad de pertenecer a esta reducida élite. Sus condiciones físicas y mentales son una de las primeras cosas que priman. Han de ser soldados predispuestos al trabajo individual y a la soledad con un alto nivel de concentración, capacidad de esfuerzo y sacrificio, ya que la gran mayoría de las veces se infiltran en territorio enemigo para obtener buen contacto visual y poder estudiar movimientos, tropas, cadena de mando, armamento, etc... Somos los ojos del mando, no siempre es necesario hacer fuego. La mayoría de las veces es prioritaria la obtención de información. Es un trabajo duro pero apasionante. Somos una unidad muy pequeña pero muy bien cohesionada. Ten en cuenta que pasamos 24 horas al día juntos, solos y escondidos. Nuestra meta es escuchar sin ser oídos, ver sin ser vistos. A parte de la instrucción técnica y táctica, el compañerismo y la buena comunicación entre tirador y observador hacen que un equipo alcance su máximo nivel operativo.

–No le gusta asociar su profesión a la palabra «francotirador»...

–Nosotros no somos francotiradores. Un francotirador, según nuestra doctrina, es una persona que no está adscrita a ningún Ejercito y que combate por medios e iniciativa propias, nadie le dice ni ordena lo que tiene que hacer. No combate según la reglas de enfrentamiento de una coalición o un Ejército regular.

–¿Cómo se vive un conflicto a través de un visor?

–Nosotros tenemos el privilegio de observar todo el «teatro bélico» desde una posición alejada, mucho más segura, desde donde vemos todo y a todos. Colaboramos directamente con el Mando aportando gran cantidad de información muy sensible y valiosa para nuestra seguridad y para garantizar el éxito de nuestra misión. Somos parte activa de la planificación, ya que desde nuestra posición somos los ojos del mando y le actualizamos el teatro de operaciones minuto a minuto.

–¿Pueden llegar a perder la visión real del conflicto?

–Eso nunca, ya que tenemos una capacidad de observación de 365º y estamos en el ojo del huracán, por decirlo de alguna forma. Es obvio que nuestra visión es mucho más amplia que la de un soldado que va en un convoy dentro de un vehículo o en una patrulla a pie.

–¿Ha tenido que abatir algún objetivo blando o personal armado?

–Normalmente, en Afganistán solíamos desplegar antes del paso de los convoy de abastecimiento en la Ruta Lithium que venía de la Base española de Qala-i-Naw hacia Ludina. Desde nuestra posición siempre detectábamos los movimientos de la insurgencia, como se colocaban para hacer fuego o como colocaban un artefacto explosivo en la carretera (IED). La información nuestra era fundamental para el Mando y para la seguridad del convoy. A partir de ahí entraban a jugar los aviones no tripulados, los helicópteros y los equipos de reconocimiento y desactivación de explosivos. Nunca actuamos por libre, siempre lo hacemos en coordinación con el mando y con la operación de toda la unidad. Si nos ordenan abrir fuego, abrimos fuego.

–Pero habrá veces que no de tiempo a avisar y a esperar...

–En efecto, se nos ha dado esa situación. No siempre el tiempo juega de nuestra parte y para eso tenemos marcadas nuestras ROES (Reglas de Enfrentamiento). Esta claro que si nuestras tropas corren un peligro inminente hay que tomar decisiones rápidamente. Como a cualquier Ejército, ni nos gusta ni nos permitimos tener bajas entre los nuestros en la medida de que nuestra actuación pueda impedirlo con la prevención o con la acción directa. Lo más peligroso es cuando recibes fuego durante una patrulla a pie dentro de una pequeña población. Lo primero es localizar su procedencia y evaluar su capacidad ofensiva. Normalmente el Ejército Afgano era el que se encargaba de neutralizar a los insurgentes. Y te digo normalmente, porque si has vivido varios despliegues en Afganistán como es mi caso tienes tiempo de sobra para verte envuelto en todo tipo de situaciones.

–¿Ha causado muchas bajas en sus despliegues en las misiones?

–Yo no contabilizo bajas, sólo me limito a cumplir con mi trabajo, igual que el resto de componentes del contingente. El hacer bajas o no hacerlas no implica si estoy haciendo bien mi trabajo. Yo me limito a apoyar a las unidades de combate.

–¿No llevan la cuenta de las bajas como los americanos o ingleses?

–En mi hoja de servicios no figura las bajas que hemos causado en combate, ni ponemos muescas en el fusil como en las películas. Las bajas no las hacen las personas, las hace la Unidad.

–¿Cómo se concilia esta profesión con la vida familiar?

–Con la normalidad que los acontecimientos te permiten. Mi familia sabe que soy militar, legionario y tirador de Precisión. Y lo que ocurre en zona de operaciones se queda allí. Gracias a las nuevas tecnologías e internet puedes tener una comunicación mucho más fluida con la familia. Aunque no es bueno abusar y acostumbrar a tu mujer o tu madre a llamarla el mismo día de la semana y a la misma hora, porque si un día no puedes hacerlo por que se alarga la misión despiertas los fantasmas del miedo.

–¿Qué es entonces lo realmente duro de las misiones?

–Lo peor son los días previos al regreso a tu casa. Siempre sabes lo que dejas a atrás, pero nunca lo que te vas a encontrar a pesar de que tengas plena confianza en los tuyos. Puede haber sorpresas que te han ocultado: problemas familiares, enfermedades... que podrían poner en riesgo tu vida si rompen tu concentración en la misión.

–¿Por qué quiere mantener su anonimato?

–Los que me conocen saben que no me gusta alimentar mi ego y que huyo de todo protagonismo. Además, los tiradores somos objetivos muy golosos para ciertos grupos terroristas de corte yihadista.

–Por eso lo de «Grajo»...

–Es mi nombre de guerra, me lo pusieron al poco de ingresar en el Tercio.

El homenaje de Clint Eastwood

Los francotiradores jamás han gozado de buena fama en ninguna guerra. Su papel resulta de los más duros y enojosos. Sin embargo, el cine siempre ha subrayado de una manera heroica a estos soldados. Después de «Enemigos a las puertas», donde se recuperaba la figura del mejor francotirador ruso, Clint Eastwood ha vuelto a poner toda la atención en estas unidades. En esta ocasión, a través de la recreación de la vida de Chris Kyle, el francotirador más letal de la historia de los Estados Unidos. Las fuentes oficiales han constatado que abatió 160 enemigos. Un cifra que, sin embargo, suman cien más cuando se acuden a otros testimonios. A través de este voluntario, que combatió en Irak durante cuatro servicios, el director ha intentado exaltar el valor, la abnegación y la dureza de este oficio. Pero, también, es una manera de volver a tocar la fibra patriótica de su país. La historia es muy sencilla: el protagonista contempla cómo dos aviones de pasajeros se estrellan contra las Torres Gemelas de Nueva York. A partir de ahí, le asalta la imperiosa necesidad de ayudar a su país y defender a sus ciudadanos de esos nuevos enemigos, se escondan donde se escondan. Es el punto de origen de una aventura que llevará a Kyle (Bradly Cooper) a un combate que librará no sólo en las azoteas de las ciudades iraquíes, también en su propio hogar.