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La Sagrada Familia, un símbolo contra el terror

Obra de un gran contenido simbólico, este lugar se ha salvado reiteradamente de la destrucción que le pudo sobrevenir de los anarquistas, la Guerra Civil y, ahora, los yihadistas

Amenaza del ISIS a la Sagrada Familia
Amenaza del ISIS a la Sagrada Familialarazon

Obra de un gran contenido simbólico, este lugar se ha salvado reiteradamente de la destrucción que le pudo sobrevenir de los anarquistas, la Guerra Civil y, ahora, los yihadistas.

A nadie debería sorprenderle que los yihadistas tuviesen este edificio en primera línea de su afán destructivo. Porque el Templo Expiatorio de la Sagrada Familia no solo es el símbolo por el que se reconoce mundialmente a Barcelona, sino el icono moderno de la civilización europea y cristiana. Que Dan Brown lo haya elegido como principal escenario de su próxima novela y figure en portada de todas las ediciones internacionales de «Origen», confirma que se ha convertido en una referencia universal. Mientras aguardaba a entrar en él, más de una vez me he preguntado cómo no lo habían intentado antes. Porque no resultaba difícil empotrar una furgoneta cargada de explosivos en un edificio con tantos accesos viarios y visitantes. Algunos de quienes propulsan desde hace tiempo el proceso de beatificación de Antoni Gaudí habrán visto en la explosión accidental de Alcanar, que frustró el plan inicial de los terroristas, un milagro atribuible a este arquitecto y ferviente católico que hoy cuenta con renombre mundial. Aunque, durante décadas, muchos artistas e intelectuales vituperaron su estilo singular. Tras luchar en Cataluña, George Orwell llegó a lamentar que «los anarquistas hicieran gala de su mal gusto al no volar» lo que consideraba «uno de los edificios más horrendos del mundo». Pero, en la quema de templos durante la guerra civil como ya durante la Semana Trágica, éstos mostraron un relativo respeto por la que muchos habían bautizado como «la catedral de los pobres». Probablemente lo hicieron por reconocer en ella un símbolo del pueblo catalán, aunque también porque algunos sabían que Gaudí coqueteó en su juventud con el socialismo utópico, trabó amistad con dirigentes anarquistas y construyó en Mataró la primera Cooperativa Obrera española. Esto podría parecer un contrasentido para quienes no conocen la compleja evolución del artista y su pensamiento. Al igual que la multitud de símbolos herméticos visibles en todas sus creaciones, atribuidos por algunos a que, en la primera etapa de su vida, la mayoría de sus amigos fueron prominentes masones y federalistas.

Una obsesión

Su ruptura con estas ideas parece deberse a los repetidos atentados anarquistas que padeció la ciudad. Así lo expresó en la Portada del Nacimiento de la Sagrada Familia. Esculpida dos años después de que éstos lanzasen una bomba Orsini contra el Liceo, muestra cómo un ser diabólico entrega uno de estos artefactos a un obrero. Podría ser una metáfora del mal. Pero también una influencia de la obsesión por el diablo que poseía a su amigo, mosén Jacinto Verdaguer, poeta excelso y patológico exorcista. Su influencia parece decisiva, junto a la de otros clérigos que frecuentó en esa segunda etapa mística de su vida. Tres décadas dedicadas al templo que se convertiría en su gran obra, similar a la de los alquimistas y los constructores de catedrales medievales, cuyos símbolos se repiten en la mayoría de sus trabajos.

Este templo nació con el propósito expreso de expiar los pecados humanos, en medio de la miseria y las luchas sociales que agitaban la ciudad, promovido por la Asociación de Devotos de San José, que llegó a editar 600.000 ejemplares de su revista, el doble de quienes entonces habitaban Barcelona, y había adquirido un solar destinado a este propósito. Aunque el proyecto inicial fue encargado al arquitecto diocesano, el joven Gaudí no tardó en tomar las riendas e imprimirle un estilo propio; y trabajó en él con creciente entusiasmo durante cuatro décadas, primero compatibilizándolo con otros muchos encargos, finalmente dedicándose a él en cuerpo y alma. Tanto es así que llegó a dormir en su estudio dentro del templo, entregado a un singular misticismo que acompañaba con meditaciones.

En 1926, finalizado su trabajo en el templo, atravesaba a pie la ciudad para visitar a su confesor. Iba tan ensimismado que no vio al tranvía por cuyas vías caminaba. El conductor supuso que se trataba de un vagabundo y le dejó yaciendo como un fardo, al igual que varios taxis, hasta que un guardia civil forzó a uno a transportarles hasta un dispensario, donde comprobaron que tenía una grave hemorragia interna y varias costillas rotas. Debido a su humilde apariencia fue prácticamente abandonado en la sala pública de un hospital cercano. Y allí permaneció agonizante, hasta ser localizado por sus colaboradores, rechazando ser trasladado a una clínica privada, porque quería morir entre los pobres. Nadie había reconocido en aquel anciano harapiento al genio cuyo multitudinario entierro convocaría a media Barcelona.

Gaudí estaba convencido de que otros continuarían su obra cuando él faltase. Y así fue, no sin superar continuos contratiempos. Incluso, recientemente, algunos temieron que la destrucción del templo –que escapó milagrosamente a muchos avatares– fuese provocada por las vibraciones debidas al trazado subterráneo del AVE.

Resulta significativo que la oleada de atentados que conmocionaron Barcelona le hicieran encerrarse en sí mismo y en su Sagrada Familia. Ésta es un símbolo de cómo, impulsado por la presencia del terror, alguien centra todos sus esfuerzos en una gran obra que perdure más allá de su muerte, al igual que los alquimistas y constructores en quienes se inspiró. Es un arquetipo de creatividad en respuesta al impulso destructivo y refleja la esperanza en un futuro mejor. Si no hay imprevistos, la construcción de este templo, amenazado por más agresiones que cualquier otro, habrá durado siglo y medio. No más que la de cualquier catedral gótica.

Trabaja en el libro «Claves ocultas de “Origen”» (Ed. Luciérnaga), donde se ocupa de la simbología de Gaudí y otras construcciones españolas.