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Monedero visto por Monedero

Monedero ha sido desde el origen, para bien o para mal, la cara más mediática de Podemos después de Iglesias
Monedero ha sido desde el origen, para bien o para mal, la cara más mediática de Podemos después de Iglesiaslarazon

En el libro que publicó poco antes de su dimisión, el ex número tres de Podemos expone los motivos de su desencanto con Iglesias y de su salida.

Podemos ha sido uno de esos movimientos sociales de tan arrolladora irrupción en la televisión y en nuestras vidas, valga la redundancia, que enseguida fue bautizado como «un fenómeno». Y, como tal, cada una de sus vicisitudes ha estado sometida a minuciosas exégesis. Existe abundante literatura, o sea, sobre cada uno de los artífices del partido populista. Sobre el líder máximo, Pablo Iglesias, pero también sobre su mentor académico y efímero número tres, purgado esta semana. Para los muy iniciados en los asuntos tocantes a Juan Carlos Monedero, su salida de la primera línea puede ser cualquier cosa menos sorprendente. En gran medida, porque su peripecia con Hacienda y, aun antes, la estrechez de sus vínculos con Venezuela lo convertían en un personaje demasiado heterodoxo incluso para las huestes antisistema. Pero también porque había anunciado su deseo de «volar solo», por usar el lenguaje cursi de su secretario general.

Hace algunas semanas que se presentó «Conversación con Juan Carlos Monedero» (Ediciones Turpial), un libro-entrevista firmado por el periodista Ramón Lobo basado en diez horas de conversación con el profesor. Se trata más bien de un autorretrato pintado a cuatro manos en el que un Monedero, quizá consciente de que el momento de su sacrificio se acercaba, expone los motivos de su salida. Podría pensarse que ciertos extractos del opúsculo tienen mucho de premonitorio pero lo que de verdad contienen es una alta dosis de autoindulgencia. Desde el mismo subtítulo, «No estoy dispuesto a que me roben el alma», el entrevistado cava zanjas que lo separan de Pablo Iglesias. Y, con sutileza, se las apaña para apropiarse de las posiciones más nobles contrapuestas a menudo con la ambición de su ejecutor. Lo que viene siendo un ajuste de cuentas por lo fino.

«Si alguien lee los últimos libros en los que hemos colaborado se va a encontrar con que tenemos concepciones diferentes de la política: él tiene una concepción de la política más vinculada a lo que llamamos la autonomía de lo político, que viene de Maquiavelo, es decir, que la política tiene unas reglas propias que hay que cumplir, mientras que yo pertenezco a una tradición que entiende que no existe la política al margen de lo social». Esta distinción entre el pensamiento de su antiguo amigo y el suyo es cualquier cosa menos inocente. Sólo la mención al autor de «El príncipe» ya conlleva una enorme carga peyorativa, por identificarse su nombre con el pragmatismo descarnado, las dobleces y el arte de seducir a incautos: lo peor de la realpolitik que los soñadores del Podemos auténtico, en su pureza, deseaban extirpar porque «no puedes analizar la política sacándola de lo social». He ahí el principal reproche del ex número tres a la cúpula de su partido horas antes de que dimitiera. O de que «lo» dimitieran.

El papel de Juan Carlos Monedero ya se anuncia en el libro como alejado del poder orgánico, debido básicamente al papel de intelectual que se arroga y que le concedió Pablo Iglesias en su amarga rueda de prensa de despedida. «Cuando decidimos poner en marcha Podemos, tenía claro que mi tarea era pedagógica: me veía como esos maestros anarquistas que iban recorriendo los pueblos ayudando a quitar la maleza... Creo que la libertad y desobediencia que necesito para pensar no las encuentro en el ámbito de la política de partido ni en la representación. Un pensador se rige por una disciplina propia y por la desobediencia, mientras que un político se rige por la disciplina ajena y la obediencia». Sin embargo, su obra publicada es realmente exigua para un veterano de las aulas que ha superado la cincuentena. Sólo a partir de 2011, crece la producción literaria de Monedero a raíz de las algaradas del 15-M y, muy recientemente, con algunos libros que más bien responden al deseo de explotar su éxito que a las consecuencias de una reflexión.

En la línea de los dictadores bolivarianos, singularmente los que tiranizan Venezuela y Ecuador, Juan Carlos Monedero muestra su obsesión por el control de los medios de comunicación. En las democracias liberales en general y en España en particular, por supuesto, el periodista no es libre porque «existen niveles de autocensura cercanos al de las dictaduras (...) A los periodistas honrados se los cargan. Los periodistas tendrían que tener estabilidad laboral para no depender de la amenaza de su jefe ni caer en ésto. Me gustaría pensar en fomentar fórmulas de cooperativas de periodistas para crear medios». En las que, un suponer, no se conmine a las tertulianas a debatir con los hombros tapados para no molestar a los ayatolás iraníes, principales patrocinadores de «La Tuerka», un ejemplo de periodismo libre que jamás ha dado muestras de parcialidad ni ha tomado posiciones a favor de un partido o en contra de otros. «¿Por qué un periódico tiene derecho a mentir para obtener algún tipo de privilegio?», se pregunta Monedero, único referente nacional e internacional de la verdad objetivable.