Lima

«Bravo Hemos ganado el caso Odyssey»

Ésa fue la expresión de James Goold, el abogado que defendió a España en el caso, cuando encontró el documento que le permitía ganar el juicio y que nuestro país recuperara los tesoros del buque «Nuestra Señora de las Mercedes»

«Bravo Hemos ganado el caso Odyssey»
«Bravo Hemos ganado el caso Odyssey»larazon

En el Archivo del Museo Naval de Madrid no ocultan su satisfacción. Desde que hace 72 horas se supo que el final del «caso Odyssey» era inminente tras el fallo a favor de España de la jurisdicción de EE UU y que la carga de la fragata «Nuestra Señora de las Mercedes» haría el camino de vuelta de Tampa a nuestro país, el foco de atención se ha centrado en esta institución. Son cautos, pero saben que el final de este largo litigio que ha enfrentado al Gobierno español con la empresa cazatesoros Odyssey Marine Exploration (OME) tiene los días contados. Pilar del Campo es una de las personas que ha vivido el caso en primera persona. Lleva muchos años como responsable del Archivo. Por sus manos pasaron los cientos de legajos que dieron la victoria a España en el no tan lejano caso de los navíos «Juno» y «Galga» en 2000.

Dos mil días
Allí coincidió por primera vez con el letrado James Goold, un hombre de pocas palabras, pero seguro de sí mismo, que apenas habla español. Hace doce años ganó el citado caso y la Orden de Isabel la Católica. Cuando Greg Stemm, responsable de la compañía expoliadora, hizo público el anuncio en 2007 «del mayor tesoro hallado en el fondo del mar», nadie pensó que el proceso judicial fuera a ser tan farragoso. «Jamás desfallecieron los ánimos, ni siquiera en los momentos más duros, que fueron en 2008. Sabíamos que estábamos trabajando por el buen camino», comenta Pilar del Campo.¿Cuántos documentos se han consultado en estos más de dos mil días? Orgullosa, nos proporciona una cifra apabullante: pueden haber sido 14 kilómetros de papeles (y un par de cajas de correos electrónicos cruzados) «con descripciones detalladísimas. Hemos accedido a legajos que había en los depósitos y que nos han proporcionado una información decisiva. Hay que saber mirar para separar el grano de la paja». Junto al Museo Naval, han trabajado el Archivo General de la Marina (uno de cuyos responsables es Vicente del Campo, hermano de Pilar), el Archivo General de Indias y la Academia de Historia, entre otras instituciones. El abogado norteamericano tenía clara la tesis de que el tesoro de medio millón de monedas que se custodia en unos almacenes de Tampa (los US Marshall vigilan para que todo esté en su sitio) era un navío en misión de Estado y no un barco comercial, como trató de demostrar Odyssey.
 
La Fragata «Nuestra Señora de las Mercedes» fue hundida el 5 de octubre de 1804 por una flotilla inglesa (compuesta por los navíos «Amphion», «Tireless», «Lively» y «Medusa») que, a pesar de no existir declaración de guerra, abrió fuego contra el convoy, compuesto por cuatro naves, Fama, Medea, Santa Clara y Las Mercedes, que fue la primera en sucumbir. Es la victoria que se conoce como del Cabo de Santa María frente a las costas del Algarve portugués. De entre el arsenal de papeles, James Goold, ya curtido en anteriores batallas con «cazatesoros», sabía que era clave dar con un documento para sostener la tesis de que el navío no estaba en misión de guerra, sino que era un barco de Estado que transportaba caudales públicos.

Hallazgo irrepetible
El papel que probara esa tesis sería clave. Y llegó. Fue un día de 2007. Goold estaba en el Museo Naval. Sabía que el viaje que le traía a España le iba a dar una gran satisfacción. «Le mostramos el papel y él, incrédulo, lo leyó, dio un salto y levantó ambos pulgares al mismo tiempo. No habla español, pero grito un "¡Bravo!"irrepetible», recuerda Pilar del Campo, quien insiste en que no puede olvidar cómo fue la mirada de Goold: «Lo dijo todo con los ojos. No necesitó hablar». El ayudante del letrado, conocedor del idioma de Cervantes, se apresuró a esbozar un «tenemos ganado el caso». El documento, fechado el 13 de septiembre de 1802, era el oficio de Manuel Godoy al ministro de Marina, Domingo de Grandallana, en el que informaba sobre el estado de caudales pendientes de transportar a España y sobre la conveniencia de enviar buques de guerra para traerlos. En una nota marginal se puede leer que «a tal efecto» se despacharon a Lima las fragatas «Clara» y «Mercedes», según consta en el Archivo General de la Marina Álvaro Bazán. El segundo texto, pieza angular «de la victoria», es unos meses anterior, del 11 de junio de ese año, una decisiva Real Orden del ministro de Marina, el citado Grandallana, al capitán general Félix de Tejada para que disponga la habilitación de las fragatas de guerra «Clara» y «Mercedes», al tiempo que se le confiere el mando a los capitanes José Goicoa y Diego de Aleson. Hay que tener en cuenta que una Real Orden sólo la firma un ministro y es ejecutada «de orden» o en nombre del Rey. Jurídica y diplomáticamente se trata de una de las tipologías documentales de mayor rango.

Habían hallado «el» documento y Godoy tenía mucho que ver. Las tesis del bufete de abogados de OME quedaban fuera de juego. Pero Stemm no se dio por vencido. Quienes le conocen saben que juega a ganar: «No esperaban lo sucedido y jamás pensaron que podríamos desmontar sus tesis. Se la jugaron a una carta y han perdido», explica Del Campo, quien desvela que Odyssey usó el despiste y la confusión. «Quiso desviar la atención hacia otro barco, un buque correo de nombre "Nuestra Señora de las Mercedes y de las Ánimas", que nada tenía que ver con nuestro barco. Lo que hicimos fue documentar las comisiones de "La Mercedes". No hizo falta más para saber que trataban de jugar al despiste», señala. Y es que es común que, cuando un navío desaparece, otro tome su nombre.

Conocer nuestra historia
Eso es lo que quisieron utilizar los abogados de OME. «La Armada nunca abandona sus buques; registra el estado de los activos o desaparecidos en combate, por temporal, desguace... y lo hacen a través de publicaciones reglamentarias, como el estado General de la Armada o mediante registros manuscritos». Y dejamos para el final una pregunta: ¿sería posible deshacerse de una parte del tesoro mediante su venta y emplear ese dinero en rescatar pecios hundidos? Del Campo asegura: «Estamos ante un tesoro que es patrimonio de la humanidad con el que no se va a comerciar. Se repartirá en varios museos del mundo para que nuestra historia se pueda conocer mejor».


Caudales, lana y cascarilla
Según un libro escrito por uno de los descendientes de Diego de Alvear, «las fragatas traían 4.733.153 duros», de los que la gran mayoría era «las soldadas de las tripulaciones y oficialidad, y caudal de particulares», lo que corrobora la tesis de que el navío no desempeñaba una misión comercial, sino de Estado, como prueba un documento vinculado a Godoy. La mayor parte de las 500.000 monedas de oro y plata que los cazatesoros del «Odyssey» expoliaron al pecio español, frente a las costas del Algarve portugués, se acuñó en 1803 en la ceca de Lima. «La Mercedes» transportaba, además de cascarilla (un tipo de fruto), lana de vicuña, dos culebrinas de bronce y caudales.


El detalle
DOS HORAS AMARRADO A LA PROA

Diego de Alvear y uno de sus hijos, Carlos María, sobrevivieron al hundimiento de «La Mercedes». Cuando el barco saltó por los aires, presenciaron la muerte de su familia, la madre y siete hijos. 249 personas murieron y sólo hubo 51 supervivientes, que fueron apresados por los ingleses. Algunos tripulantes soportaron penalidades, como Pedro Afán de Ribera, teniente de navío de la Real Marina, quien narra que se sostuvo amarrado a la proa «dos horas y cuarto, hasta que, finalizado el combate, lo recogieron, y habiendo padecido extraordinariamente de cuyas resultas ha quedado cojo con parte del pie izquierdo menos, manco del brazo derecho por la clavícula, con un afecto al pecho continuado y en general toda su máquina trastornada». En semejantes condiciones pide que se le conceda el sueldo de capitán de fragata, porque ha perdido todos sus ahorros «y se halla en una indigencia tal que le han cubierto las carnes sus compañeros de limosna».