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Asia Bibi, condenada a muerte

El marido de Bibi y su hija en una entrevista con LA RAZÓN
El marido de Bibi y su hija en una entrevista con LA RAZÓNlarazon

El Tribunal Superior de Lahore confirma la sentencia contra la cristiana tras la presión de los fundamentalistas

Tras cinco aplazamientos de la vista se debía revisar la condena a la horca de Asia Bibi por presiones de los islamistas, el tribunal de apelación de Lahore confirmó ayer la pena de muerte para la cristiana acusada por blasfemia. La demora se debía, entre otras razones, a la presión a la que estaban sometidos los jueces a la hora de tomar una decisión tan «mediática», ya que el caso de Bibi se ha convertido en el símbolo internacional de la lucha contra el extremismo en Pakistán. Todo aquel político que la ha defendido –el gobernador de Punjab, Salman Taseer, y el ministro de Minorías, el cristiano Shahbaz Bhatti– ha pagado con su vida. «Teníamos muchísimas esperanzas e ilusiones. Esperábamos que por fin los jueces le perdonaran la vida. Pero una turba de islamistas acudió a la corte, alentados por el mulá, amenazando y atemorizando a los miembros del tribunal de Lahore, quienes finalmente se han dejado llevar por la presión», asegura Joseph Nadeem a LA RAZÓN. El director de la Fundación Educativa Renaissance, que tiene a las hijas de Bibi en su colegio y ayuda a la familia entera, reconoce que están «destrozados. Ahora mismo están aquí, llorando».

El largo calvario de Asia comenzó en junio 2009, cuando el mulá Qari Muhammad la denunció a la Policía por delito de blasfemia. El delito de esta pobre campesina, madre de cinco hijos, fue derramar un poco de agua con sus manos cristianas. Unas vecinas musulmanas la habían denunciado por contaminar el agua que bebían al tocar el recipiente con sus dedos «impuros».

Un año después, el 8 de noviembre, Bibi fue condenada a muerte por un tribunal de primera instancia. Su caso ha estado pendiente de apelación durante cuatro años en el Tribunal Superior de Lahore y hasta ayer no se celebró la vista. Su sentencia a la horca, por tanto, no ha sido revocada, sino que sigue adelante. Pero para un cristiano la fe es lo último que se pierde y todavía hay un pequeño resquicio de luz en el largo y oscuro túnel. Tras recibir la sentencia, sus abogados de Lahore dijeron que la batalla para evitar la pena de muerte la llevarán hasta el Tribunal Supremo, tercer y último nivel judicial paquistaní. «Tenemos esperanza, por supuesto. Hubo un caso de dos hermanos ‘blasfemos’ en el que los jueces del Tribunal Superior fallaron a su favor. Creemos que el ambiente será más positivo aquí», indica Nadeem, aunque recalca que en caso de ser puesta en libertad tendrían que dejar Pakistán inmediatamente. «La matarían al instante». Tanto él como los familiares de Bibi también temen por su vida. De hecho, por cuestiones de seguridad, ayer no asistieron a la corte.

Y no sólo sus familiares y abogados seguirán luchado por su libertad. Otras organizaciones, como Amnistía Internacional o la Fundación Masih, trabajan para conseguirlo. Esta última ya lanzó la alarma sobre el deterioro de su estado de salud físico y mental a principios de año, recordando que desde hace cuatro esta cristiana paquistaní vive encerrada en una celda sin ventana ni servicios higiénicos, aislada de sus compañeros de prisión porque los islamistas han puesto precio a su vida. Pero aun así Bibi mantiene su entereza y su fe inquebrantables.

Desde su cárcel de Multán, mientras esperaba a que se celebrase la vista de apelación, Asia dijo estas palabras: «Me veo en la Cruz de Cristo, en la certeza de que muchos hermanos y hermanas en todo el mundo están cerca y están rezando por mí. Rezo y espero que un juez reciba la luz de Dios y tenga la valentía para ver la verdad». Las palabras las recogió la plataforma MasLibres.org, que también mantiene muy activa la campaña por su liberación. En un comunicado, David Griffiths, director de Amnistía Internacional para Asia y el Pacífico, denunció que la sentencia a la horca «es una grave injusticia. Bibi nunca debería haber sido condenada en primera instancia –y mucho menos condenada a muerte–, y el hecho de que pueda pagar con su vida es repugnante». «Había serias dudas sobre la imparcialidad del juicio de Bibi, y se dice que su salud mental y física se ha deteriorado gravemente durante los años que ha pasado en el aislamiento casi total en el corredor de la muerte. Debe ser liberada y la pena debe ser anulada», pidió Griffiths. A estas alturas, la presión internacional es la última esperanza que le queda a su familia. De hecho, fue decisiva para la liberación de Meriam Ibrahim, tras haber sido condenada a muerte en Sudán, y lo fue también para lograr la libertad de Youcef Nadarkhani en Irán en 2011.

Pero en Pakistán la comunidad cristiana –el 2% de los cerca de sus 190 millones de habitantes– no ve respetados sus derechos. Vive amenazada de muerte y ha sido objeto de atentados en varias ocasiones. El más sangriento ocurrió en septiembre de 2013 en Peshawar. Cerca de 80 feligreses murieron a la salida de misa después de que un suicida detonara su cinturón de explosivos.