Diplomacia

Un político visionario

La Razón
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Israel, y la gente de buena voluntad del mundo entero están de duelo ante la desaparición del último gran estadista israelí de la generación del 48’, la que luchó por la fundación del Estado de Israel y por la paz con sus vecinos.

A lo largo de su dilatada trayectoria, desempeñó cargos clave en la creación de la infraestructura de defensa en una época en que el joven estado estaba amenazado de aniquilación por ejércitos árabes numéricamente superiores. Pero también, al hacerlo, sentó los fundamentos de la potencia científica y tecnológica que aseguró su supervivencia y allanó el camino a la start up nation de hoy en día.

A diferencia de su rival y compañero de ruta Isaac Rabín, los considerables talentos de Simon Peres no provenían de su experiencia militar sino de su acción, como civil, en la organización del Ministerio de Defensa y como colaborador cercano del padre fundador del estado, David Ben Gurion, a quien acompañó por muchos años en su trayectoria política.

Como político, Peres demostró tenacidad y persistencia, pero parecía que el triunfo lo eludía una y otra vez: en su lucha por el liderazgo del partido contra Rabin y, posteriormente contra Ehud Barak; en las elecciones generales, notablemente contra Menahem Begin y Benjamin Netanyahu; e incluso en la primera ronda de elección en el Parlamento para la Presidencia. Y aun así, sus logros como primer ministro, ministro de Defensa y ministro de Asuntos Exteriores en diversos períodos están laureados de importantes logros, algunos de los cuales son de perdurable influencia histórica. Los más importantes, en mi opinión, y aquellos que le valieron el mayor reconocimiento internacional, fueron la incansable persecución de un fin al conflicto con los palestinos, a partir de los 90’, y el impulso a la transformación de Israel en una potencia tecnológica, tarea a la que se abocó hasta sus últimos días.

Si muchos políticos, en el ocaso de su carrera, desaparecen lenta y noblemente en el horizonte, Simon Peres fue gradualmente creciendo en estatura como estadista. Su nombramiento como el noveno presidente del Estado de Israel no fue sino la culminación de un proceso de metamorfosis de quien había sido durante muchos años un político disputado, convirtiéndose en un representante del consenso de la mayoría. Para entonces, Peres se había convertido en la figura israelí más reconocida y valorada en el mundo.

Con su fallecimiento, los israelíes nos sentimos un poco huérfanos, pero nos consolamos con la idea de que su memoria perdurará en su obra y en el cumplimiento del mandato que nos dejó: seguir persiguiendo la paz y hacer realidad su visión de una sociedad más justa, basada, siguiendo la mejor tradición judía, en la sabiduría y la ciencia.