Operación Policial

En «territorio comanche»: protegiendo al «enemigo»

Una veintena de zonas concentran la marginalidad en Andalucía, donde las bandas organizadas se hacen fuertes y las operaciones policiales resultan de gran riesgo.

UNA PATRULLA que acudió el pasado fin de semana al aviso del robo de una moto, que resultó falso, fue acribillada a pedradas en la Cañada de la Muerte.
UNA PATRULLA que acudió el pasado fin de semana al aviso del robo de una moto, que resultó falso, fue acribillada a pedradas en la Cañada de la Muerte.larazon

Una veintena de zonas concentran la marginalidad en Andalucía, donde las bandas organizadas se hacen fuertes y las operaciones policiales resultan de gran riesgo.

Por no mucho más de mil euros al mes se juegan el tipo, tanto con el aviso del ciudadano que pasa por ejemplar y reclama socorro como por el del presunto delincuente que tiende una emboscada. Sucedió el pasado fin de semana en Melilla y también se reitera, y principalmente, en alguno de la veintena de barrios que concentran la marginalidad en Andalucía. Llega el aviso o están por la zona y entonces, «que sea lo que Dios quiera». El escenario puede marcar el devenir de una operación.

«La cañada de la muerte ha sido desde Duddu el inicio del radicalismo islamista, siempre ha sido territorio comanche vetado a la policía». Palabras de Jorge Hernández, ex subdelegado del Gobierno en Málaga. «Así han dejado un vehículo policial en Melilla cuando acudía en auxilio de un zeta de policía local. Al parecer ha habido hasta disparados. Al lugar ha tenido que ir un furgón de la UIP para sacar a los policías de la brutal agresión y parece ser que los compañeros se encuentran bien. Esperamos que los agresores sean castigados severamente y que algo así no se vuelva a producir», señalaba el sindicato policial UFP tras los hechos. Un coche de la Policía Nacional de Melilla fue literalmente destrozado en la Cañada de Hidum, cuando acudió a atender una llamada en la zona de las viviendas de protección oficial y fue recibido a pedradas por desconocidos e incluso a tiros según testigos, aunque no se confirmó oficialmente.

En los grupos de Whatsapp entre compañeros, los agentes estallaban. «Melilla. Han tiroteado al Zeta a la entrada del barrio. El policía y la alumna han salido corriendo y los ha rescatado una patrulla de Policía Local que estaba a unos 500 metros patrullando. La Cañada de la muerte. Se han llevado la Franchi, el AVL, las defensas, los escudos, chaleco de traumas... todo. Llamada falsa de que le han robado una moto y está en un garaje de la entrada de la Cañada. Entra el Z, que iba acompañado de una chica en prácticas, de pronto lo rodean y empiezan a tirar piedras y a tirotear el coche. Salen corriendo y los recoge un coche de Policía Local, le han quitado la Franchi y todo lo que llevaban en el coche. Iban a quemar el coche, pero ha llegado la UIP. Al final se hizo con la situación el Subinspector Ángel Morín con su gente del Gamo 32. Los políticos no mueven un dedo».

En el momento en el que los dos agentes del GAC (Grupo de Atención el Ciudadano) salieron del coche para poder hacer frente a la agresión en este barrio de casi por cien habitantes de confesión musulmana y refugiarse mientras pedían ayudan a otras unidades, los agresores robaron del coche una escopeta policial del calibre 12-70 y un sistema de transmisión para comunicaciones. Los dos policías resultaron ilesos después de ser socorridos por otras unidades de la Policía Nacional, Guardia Civil y Policía Local, mientras su vehículo tuvo que ser retirado por una grúa debido a los daños. Los hechos ocurrieron el domingo por la tarde-noche. Una llamada al 091 para denunciar el robo de una motocicleta, que finalmente fue recuperada, fue el origen. Las piedras lanzadas desde azoteas y otras zonas altas fueron incesantes. Los dos agentes tuvieron que salir para resguardarse. El presidente de la Ciudad Autónoma y el delegado del Gobierno, Juan José Imbroda y Abdelmalik El Barkani, así como los sindicatos de la Policía Nacional, condenaron la agresión y mostraron su solidaridad con los agentes.

Autobuses, ambulancias, taxis, patrullas de policías. La bienvenida suele ser con piedras en la Cañada, igual que en otros de los barrios conflictivos de la península. Pasó el fin de semana anterior, en febrero, en agosto. Según el SUP, en declaraciones a El Faro, desde que el ex jefe de Operaciones de la Policía en Melilla Javier Nogueroles ordenó una intervención importante hace dos años, no se ha vuelto a entrar en La Cañada.

Se trata de barrios poco seguros donde se instalan los grupos organizados. Cuando se produce algún atraco en Sevilla, por ejemplo, y no se localiza a los autores, no son extrañas las operaciones policiales en el Vacie o las Tres Mil, que en ocasiones sirven de refugio a los delincuentes.

Los agentes, si hay aviso, tienen la obligación de actuar, como recuerdan los sindicatos policiales. «Los vecinos lo merecen».

La Cañada de la Muerte en realidad se llama Cañada de Hidum. Ya no es el barrio de los 80 de musulmanes de Melilla hacinados y sin servicios. De las chabolas se ha pasado a la anarquía de casas rectilíneas con colores ocres y rojizos. Sin licencia. Calles estrechas en las que no caben ambulancias. Antonio R., que trabaja para un banco, hace unos meses acudió a la zona desde Sevilla para tasar unas viviendas. Acudió escoltado por la Policía. «Al contrario que antes de la crisis, estaban deseando vender ante la poca perspectiva de negocio». La salvedad: la falta de escrituras. Muchos vecinos residen en algunos de los mil inmuebles que se calcula que hay al «margen de la ley», esto es, construidos sobre un suelo rural y no urbanizable, algo que exime a sus inquilinos de pagar, por ejemplo, el IBI. Los mismos vecinos que igual tienen una farola pública en el interior de la casa y un coche de alta gama aparcado en la puerta.

La situación no varía en exceso en La Chanca y el Puche, en Almería; el Cerro del Moro, en Cádiz; la Navidad, en Huelva; Cartuja y Almanjayar, en Granada; Palma-Palmilla, Mangas Verdes o la Pelusa, en Málaga; o el Vacie, las Tres Mil o Los Pajaritos, en Sevilla.

Cruzar «la línea roja» en «territorio comanche» no es siquiera una opción para los agentes. Recientemente, la Audiencia de Sevilla condenó a cuatro agentes por entrar en pisos de las Tres Mil sin órdenes judiciales para detener a delincuentes. Algunos de los considerados por los vecinos como los mejores agentes de la ciudad, y así lo atestiguan las condecoraciones, quedaron inhabilitados. «Nazi» y «Corrupto» les llamaban los delincuentes. No hay opción para jugar el papel de Harry Calaghan o Serpico. En «territorio comanche» conviene, así lluevan las pedradas y los tiros, mantener el equilibrio sobre la en ocasiones delgada línea roja de la ley. El mínimo detalle deja «al delincuente en la calle» y «vuelta a empezar». «Despójate de toda esperanza», dejó escrito Dante en las puertas del infierno de la «Divina Comedia».