Humor y sentido común frente al aburrimiento nacional

Anna Grau carga la mejor de las herramientas para contar qué y cómo se malogró el romance entre España y Cataluña

El problema catalán, el desafío independentista, el problema soberanista, el movimiento secesionista, ya saben, esa nube que va y viene por la cabeza de todos los españoles según sople el viento de la situación política para tapar realidades vergonzantes. Pues hasta el corazón de este asunto se ha metido en su último libro la periodista y escritora Anna Grau, que acaba de publicar en la editorial Península «¿Los españoles son de Marte y los catalanes de Venus? Cómo y cuándo se fue al garete la ‘conllevancia’». A primera vista, sin levantar aún la tapa, el lector puede estar tentado de pensar que se encuentra ante uno más de los libros publicados sobre este asunto y le aparezca sobre la frente el hastío y cansancio que provoca el asunto. No se deje engañar, Anna Grau se lanza sobre las relaciones entre Cataluña y España con sentido del humor, inteligencia y fina ironía. Gráficamente, mientras uno va pasando las páginas tiene la sensación de ir desvistiéndose, quitándose uno tras otro los prejuicios y estereotipos creados en los últimos años para quedar «casi desnudo» ante el relato de Grau.

A estas alturas, nadie sabe ya dónde se encuentra el cabo desde el que tirar para saber qué es lo que realmente pasa entre catalanes y españoles ni cómo ni cuándo comenzó esta riña, aunque sea de andar por casa pero riña al fin y al cabo, sorda y aburrida. «Si en algo estamos de acuerdo todos es que el tema catalán se ha convertido en un coñazo y es ya una especie de almorrana política», indica la autora, que en un principio mostró sus reticencias a escribir este libro. Sin embargo, la génesis nació porque había un problema del que ya nadie quería «ni hablar» y entonces nació «una intención de buscar que la gente se riera y que lo viera de otra manera». De todas formas, Grau, entre broma y broma, no falla en el tiro de francotirador de la actualidad y pone sobre la mesa las vísceras del conflicto con claridad meridiana. «Si lo único que nos preocupa es que Cataluña no se vaya de España podemos dormir tranquilos, pero lo preocupante para los que lo vivimos desde dentro es que se ha hecho mucho daño en el nivel de los afectos. No pasa nada malo pero tampoco nada bueno. La gente está ausente, cansada, resentida y cuando una colectividad está así, las cosas siempre salen mal. Estamos en una especie de noventayochismo catalán».

¿Es posible volver a salir del bucle actual? Según la autora parece que sí, aunque haya que hacer un trabajo arduo desde las dos partes que tiran de la cuerda. Para llegar a esta conclusión, el relato que presenta nace después de largas conversaciones con Josep Piqué, José Luis Rodríguez Zapatero, Alfred Bosch, Margarita Robles, Rafael Vera, Esperanza Aguirre, Albert Rivera o Tania Sánchez. Posturas y voces cercanas o discordantes, que se mezclan para formar un friso de lo que se supone pasa en Barcelona y Madrid. O de lo que deja de pasar. Además, el libro da un salto y pasa del escaño al trono y plantea de qué manera Felipe VI tendrá que convencer a los catalanes de que es su rey pesando sobre su nombre el recuerdo de Felipe V, que tan mal les sienta. «Felipe VI es un rey muy criminalizado porque uno de los males de este país, tanto en Cataluña como en España, es la invención histórica. En Cataluña hay muchísimo más respeto por la Corona que en otras partes del país, más que a ningún presidente por supuesto, y Felipe VI ‘se lo ha currado mucho’ porque es un rey muy moderno y sensible, con muchos guiños, sensato y joven. La reina Letizia le ha sido muy útil porque tiene un gran conocimiento de la realidad catalana».

Al final del libro, Grau incluye una lista en la que se encuentran todos aquéllos que rehusaron participar por un motivo u otro. El abanico es dispar, heterogéneo y nada sectario, pues aparecen, entre otros, Felipe González, Rafa Nadal, Jordi Évole, Íñigo Errejón o el cardenal Rouco Varela. «Es un apéndice que da mucho morbo, pero yo no he pretendido hacer ‘macartismo’, pero sí dejar claro que esto es un tema muy importante que cada vez preocupa a gente muy seria. No se trata de criminalizar a nadie, sino llamar la atención de cómo esto es tan preocupante».