Europa

Bruselas

La quietud de los tanatorios en el Puerto de Algeciras

La segunda jornada de paros parciales en la estiba se salda sin incidentes y con un leve repunte de la actividad

Las protestas de los estibadores llegarán al 23 de junio si no hay acuerdo
Las protestas de los estibadores llegarán al 23 de junio si no hay acuerdolarazon

La segunda jornada de paros parciales en la estiba se salda sin incidentes y con un leve repunte de la actividad

Las cabezas tractoras aparcadas formando una hilera perfecta y la perturbadora ausencia de ruido revelan, de momento, una victoria áspera como la lengua de un gato. Los estibadores, felinos sobre grúas torre al borde del océano, mueven toneladas envueltas en metal, con precisión cirujana, allá en lo alto de una nube, donde a un sístole de vida le puede responder un diástole de muerte. Se trata de un trabajo extremo. A ras de suelo, se ha establecido un debate también extremo. Entre medio, el mar de fondo del interés general. Cada paro acarrea pérdidas por 2,4 millones, según la patronal. Van dos jornadas de huelga y se atisba marejada. Los estibadores critican al ministro de Fomento por la ruptura de la «paz social» y porque, entienden, tras las imposiciones de Bruselas hay un interés espurio en beneficiar a las multinacionales. Los estibadores se han convertido en «una china en el camino de la liberalización». «De lo poco que aprendí de pesca –señalan en el Puerto de Algeciras– es que el cebo siempre sale mal parado».

Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra al mar. Los estibadores también se agarraron desde hace años a la torre de marfil de su empleo. Un trabajo, cuentan, que «hace 40 años nadie quería» y que «dignificaron» a base de lucha sindical, pero que llevaron al «exceso» en algunas facetas. Ninguna normativa impone la consanguinidad para trabajar en la estiba, pero hay generaciones familiares enteras en los puertos. En Algeciras, se da además la irregularidad de que no hay mujeres, pero hasta la Asociación de Mujeres Estibadoras ha aparcado las reivindicaciones y apoya el paro. Después está «la envidia» y su envés, la «arrogancia». Lo que los griegos llamaban hubris. La prudencia es la elegancia del marino y los estibadores, en muchos casos, con la que ha venido cayendo, ni guardaron las formas ni se taparon ante la sociedad. También les pasó a los albañiles en los años del boom inmobiliario. Coches de alta gama; «sin estudios, gano 5.000 al mes». Otros muchos viven de alquiler, tienen un utilitario y prefieren un perfil bajo.

El sol y el salitre se dejan notar en el Puerto de Algeciras desde bien temprano. Son las 9:00, primera hora impar de la segunda jornada de paros emparentada con la del lunes. Calma chicha. No alcanza la paz de los cementerios pero se equipara a la quietud, la duermevela, de los tanatorios. Avisados, los barcos se van a Tánger, que viene creciendo un 10,2% a costa de Algeciras. La operadora APM Algeciras envió su portacontenedores de más capacidad, el Madrid Maersk, al puerto marroquí y, al menos, cinco buques más. Portugal y Malta también se frotan las manos. El presidente de la Autoridad Portuaria de Algeciras, Manuel Morón, advierte de que los ocho días de huelga «harán saltar por los aires, hecho añicos» el puerto. A las 11:00 apenas hay colas de camiones, algo más que el lunes. «Somos daños colaterales», señalan los camioneros, ataviados con chalecos reflectantes, con sensación de «secuestrados». «Estamos tirados como perros, sin sombra y sin un sitio donde mear». Altransa o TCC «no han venido ni vendrán», cuentan. Y empieza el debate: los que defienden las reivindicaciones de los estibadores –«por menos dinero, trabajarán menos»– y los que aluden al tratado de liberalismo económico, autor «Perogrullo»: «Si al mes no rinden por 1.600, pondrán a otro». Prefieren no entrar de lleno en polémicas y menos dar nombres, porque «no es lo mismo descargar en tres horas que en tres cuartos de hora».

En puerto, pisando tierra firme, mandan los estibadores. Como en la mar, donde manda patrón, no manda marinero. No ha hecho falta un gran despliegue. La Policía Portuaria y una patrulla de la Guardia Civil a la entrada. Nada más. «No esperéis grandes enfrenta-mientos. El daño va donde más les duele: el bolsillo», señalaban los estibadores. En los bares de la zona, donde reina la calma, también impera el anonimato. Una suerte de omertá labrada a base de jirones. Todos coinciden en que «lo que les dan, se lo ganan a pulso». El dueño defiende la legitimidad de la subrogación, mientras se llega a por hielo. «Soy imparcial porque como de ellos, pero también de los camioneros. Me perjudica la huelga pero la entiendo. Mi hermano trabaja en la estiba y lo que se habla de los sueldos no es exacto. Cobran por quincenas y si miras lo que son 30 jornales, no es tanto. Se están contando pluses y producciones». El salario oscila entre los 1.200 y los 5.000 euros, en función de turnos doblados y producción. Según el Ministerio, el sueldo anual medio es de 60.000 euros. «Pero, ojo, que se la están jugando», señalan en el bar, con los hielos ya medio derretidos y los vasos limpios. En 2016, el Puerto de Algeciras superó el objetivo de rebasar los 100 millones de toneladas de tráfico, un 4,7% más que el año anterior. Se encuentra entre los 10 más importantes de la UE y es el que más creció desde 1997. «El 80% de los salarios va en función de los beneficios de la empresa, por eso somos punteros en Europa», según Antolín Goya, secretario general de la Coordinadora Estatal de los Trabajadores del Mar, que denuncia unos «servicios mínimos abusivos».

«¡Ni un paso atrás!», gritan, puño en alto, tras acceder a posar frente a un container con un graffiti que escenifica la lucha del sector. La protesta arranca, prácticamente, en la efeméride del Desembarco de Normandía y encara la recta final en el aniversario de la Batalla de Waterloo. Desde 2006 no se ponían en huelga. En el Puerto de Algeciras, el de mayor tráfico del país, gran parte de sus entre 1.600 y 1.800 estibadores –en toda España son 6.000– velan armas. El presidente de la coordinadora, José Antonio González, dialoga con los «camaradas» de Podemos. Un día normal «como poco hay 80 manos trabajando –así se denomina en su argot–. El lunes, 31 manos, menos de la mitad», señala Juan, que reconoce a su gremio una disciplina «militar» y cuya misión es «atender a los medios» para evitar incidentes. «El que más y el que menos ya está algo culturizado», dice. «Esto no es como antes...». Y salen a relucir las protestas de Astilleros, tan señaladas en Cádiz. Con todo, hay recelos hacia los periodistas por «malentendidos» que derivaron, incluso, en el lanzamiento de piedras. En Twitter también se reproduce la tensión. «Estamos defendiendo nuestro trabajo». El impacto sobre el empleo del tráfico de contenedores en el Campo del Gibraltar alcanza a 10.105 familias, según un estudio de la Universidad de Cádiz de 2013; cuatro años después, se habla de 28.000 puestos. «Seguimos dispuestos a dialogar», repiten los estibadores. Donde no hay acuerdo es en la «subrogación de los futuros trabajadores» y en contratar «al 75% de los actuales», porque podría incumplirse la normativa europea, alega Anesco, la patronal, para negociar «puerto a puerto».

En Sevilla el paro también llegó al 100% (70 estibadores), señala Joaquín Ezequiel, delegado de CC OO. «Quieren precarizarnos y por ahí no vamos a pasar», advierte. «La gente no falla, hay unidad». Se trata de un trabajo en el que un fallo puede acarrear un accidente grave. La vida en manos de tu compañero. Apareció en la prensa hace unos años: un contenedor cayó sobre dos estibadores. Consciente de que iban a morir, el uno abrazó al otro, salvándole de parte del impacto. El estibador que abrazaba murió. El abrazado sufre una discapacidad completa. «Transtainero», trincador, clasificador. En 2016 murieron cuatro en España. El 27% en Algeciras ha sufrido accidentes. En 2010 falleció Manuel Gallego, de 53 años, en la terminal de Maersk. Con ello en la memoria, lo tienen claro: «O todos o ninguno. Ni un paso atrás. Puerto o muerte», defienden como felinos agarrados a las gazas de un noray.