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Cólera kurda contra Erdogan por su doble juego con la yihad

Turquía centra su investigación contra el Estado Islámico, pero el HDP acusa al Gobierno de connivencia con los grupos yihadistas. Una marea de pacifistas vuelve a las calles al grito de «asesino» y «dimisión» por la falta de seguridad en el mitin de Ankara

Una mujer hace frente a la policia
Una mujer hace frente a la policialarazon

Turquía centra su investigación contra el Estado Islámico, pero el HDP acusa al Gobierno de connivencia con los grupos yihadistas. Una marea de pacifistas vuelve a las calles al grito de «asesino» y «dimisión» por la falta de seguridad en el mitin de Ankara

Turquía amaneció ayer de luto. En todo el país las banderas ondearban a media asta, mientras se enterraba a los primeros muertos de la mayor masacre de su historia. En la capital turca, miles de personas se concentraron para rendir homenaje al centenar de víctimas que se cobró el doble atentado suicida en la estación central de trenes. La manifestación fue convocada por los mismos sindicatos, ONG y partidos prokurdos que habían llamado a la marcha por la paz del sábado. Los manifestantes denunciaron al presidente islamista Recep Tayyip Erdogan y a su Gobierno de mantener vínculos con el Estado Islámico y haber tomado la decisión de no garantizar debidamente la seguridad de la manifestación. A gritos de «Gobierno dimisión» y «Erdogan asesino», miles de personas expresaron su irritación con el Estado.

El líder del HDP, Selahattin Demirtas, habló desde la parte superior de un camión y aseguró que, según los registros de su partido, 128 personas perdieron la vida en el ataque, bastantes más que los 95 reconocidos hasta ahora por las autoridades. «Nuestros corazones arden de pesar por la pérdida, hasta ahora, de 128 de nuestros camaradas», sostuvo. El líder prokurdo dijo que el Gobierno tenía una responsabilidad directa, y denunció a un «Estado asesino que se ha transformado en una mafia». El HDP se considera blanco del ataque, pues las bombas explotaron precisamente donde sus seguidores se congregaban el sábado. De todas formas, Demirtas hizo un llamamiento a no buscar venganza. «Esperaremos hasta las elecciones del 1 de noviembre, entonces comenzará el trabajo para frenar al dictador», dijo, en referencia a Erdogan.

La manifestación, que estuvo en todo momento sometida a una férrea vigilancia policial, terminó con enfrentamientos con los agentes, que lanzaron gases lacrimógenos y golpearon a la muchedumbre que se congregó.

El Gobierno declaró ayer tres días de luto nacional, mientras continúan las investigaciones para aclarar la autoría de los ataques. La comisión de investigación está formada por dos inspectores civiles y dos policiales que fueron nombrados el sábado por el primer ministro, Ahmet Davutoglu. De momento, nadie ha reivindicado la matanza. Sin embargo, Davutoglu apuntó como sospechosos a los yihadistas del Estado Islámico, el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), actualmente en conflicto abierto con Ankara, y el Frente Revolucionario de Liberación del Pueblo (DHKP-C), de extrema izquierda.

Hay «fuertes indicios» de que la doble explosión fuera obra de dos suicidas, señaló el jefe del Ejecutivo turco. La Policía turca detuvo a 14 supuestos miembros del grupo extremista Estado Islámico en la ciudad de Konya, en el centro de Turquía, según informó una agencia de noticias del país. El grupo, en el que había una mujer, fue arrestado el domingo tras un registro simultáneo a viviendas, explicó la agencia Dogan. No estaba claro al cierre de esta edición si las detenciones estaban relacionadas con los atentados.

Lo que era seguro es que la doble explosión de Ankara pone al máximo la tensión en el país, a tres semanas de las legislativas anticipadas del 1 de noviembre. Desde hace varias semanas reina una fuerte tensión entre el poder del AKP y el prokurdo HDP, agudizada por los comicios y los enfrentamientos entre el Ejército turco y los rebeldes del PKK en el sureste del país.

Las elecciones tendrán lugar tres meses después de reanudarse el conflicto armado entre las fuerzas turcas y los milicianos kurdos, contra lo cual precisamente iban a manifestarse las víctimas del atentado de Ankara. En declaraciones a LA RAZÓN, Zagros Hewram, portavoz de la Unión de Comunidades del Kurdistán (KCK) recordó que «la masacre de Ankara ha sido el tercer asesinato en masa desde el inicio del proceso electoral, después de las de Amed y Suruç, y otros asentamientos kurdos durante los recientes meses». «Esta masacre debe ser vista como una conspiración llevada a cabo por el Gobierno del AKP para permanecer en el poder», aseguró el portavoz del KCK. También se constataba ayer que el atentado de Ankara va a intensificar la tensión entre Turquía y los rebeldes kurdos. Ayer, el Ejército turco llevó a cabo ataques aéreos contra los objetivos del PKK, ubicados en el sureste de Turquía y el norte de Irak, un día después de que el grupo militante anunciara que detenía las actividades guerrilleras en Turquía. En dichos bombardeos fallecieron entre 30 y 35 miembros del Partido de los Trabajadores del Kurdistán a los que se suman otros 14 que han muerto en territorio turco. En concreto, se destruyeron posiciones del PKK en las regiones de Metina y Zap en Irak y en el distrito de Lice, en la provincia turca del Diyarbakir. Desde el Gobierno, el viceprimer ministro, Yalin Akdogan, ha rechazado el alto el fuego anunciado por los kurdos, ya que según él se trata de una «táctica» de cara a las elecciones. También reiteró la exigencia de Ankara de que entreguen las armas y se marchen de Turquía.

El Gobierno turco inició en 2012 conversaciones de paz con el líder del PKK, Abdula Ocalan, que está encarcelado en una isla próxima a Estambul, en un intento por acabar con tres décadas de lucha armada que han dejado unos 40.000 muertos y han lastrado el desarrollo del sureste del país, predominantemente kurdo. El PKK está considerado una organización terrorista por Turquía, Estados Unidos y la UE.