Cristina López Schlichting

Churchill y los molinos de viento

La Razón
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«The Times» recogió unas declaraciones de Pablo Iglesias en Badalona en las que proponía un «frente popular» y esta semana ha publicado un editorial titulado «Error radical». A los británicos, que han dado grandes historiadores de España, les desconcierta este lenguaje de los años 30 en un dirigente democrático. Y no sólo a los británicos. Es muy chocante que la Segunda República se ponga de ejemplo. Algunos piensan que el experimento comunista «nunca se ha llevado verdaderamente a cabo». Aceptémoslo como hipótesis, aunque entre 1917 y 1989 medien ¡72 años! Finjamos incluso que el gulag o el Holocausto no son la lógica consecuencia de obligatorias ideologías «liberadoras», que tienden a encarcelar a los que no se quieren liberar. Pero es que algunos parecen empeñados en reproducir, concretamente, los peores años de nuestra Historia. En el magnífico libro «La España que he vivido: Años Calientes», el sincero Simeón Fernández de Pedro, padre ejemplar de mi amiga Paca, recorre las últimas elecciones de la República y el triunfo del Frente Popular, en el sur y las periferias, y de los nacionalismos de izquierdas, en Cataluña y Valencia. Explica cómo la imposibilidad del socialista Indalecio Prieto de formar gobierno, llevó a los extremistas al poder y permitió amnistiar a los terroristas asturianos del 34 y empezar la ocupación de tierras. Comenta que la CEDA y Renovación Española lamentaron haberse presentado a esos comicios con el mensaje único del miedo a la revolución social. Cuántas similitudes. El drama de Podemos es que Pablo Iglesias se identifica con uno de los bandos del 36. El rencor hacia «los otros» –ricos, creyentes, políticos– constituye el arma de quien comulga con la lucha de clases. En Grecia ha prendido esta lógica y los seguidores de Syriza luchan contra imaginarios humilladores: los europeos, Bruselas, los capitalistas, los políticos socialistas o liberales. Me sorprendió escuchar, en la noche de las elecciones, en la Plaza Sintagma, canciones republicanas de nuestra guerra, emitidas por los altavoces de Syriza. Se coreaba en español: «Syriza, Podemos, juntos venceremos». Es un estilo cimarrón, que tiene desconcertados a Juncker o Diejsselbloem. Frente a él, el Times arguye que los populismos deberían saber que no se puede mejorar el nivel de vida apelando al nacionalismo, o culpando a los demás (normalmente, extranjeros) de los males propios. Las deudas no se deben al capitalismo, sino a gastar más de lo que se ingresa. Cuando hay problemas reales, ya lo dijo Churchill, sólo el esfuerzo y el sacrificio sirven para salir adelante. O, en versión propia, luchar contra molinos de viento no ayuda a afrontar la realidad.