El desafío independentista

El juego de septiembre

La Razón
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La patria es una identidad surgida del territorio, los amigos, los ideales, las costumbres y logros colectivos; y por ende el patriotismo es la expresión de esos sentimientos que identifican al individuo con una colectividad que designamos nación. En España, el patriotismo tiene graves carencias al no tener bien articulados los vínculos jurídicos, históricos y especialmente los afectivos. La patria es un concepto convertido en tabú debido al relato histórico de una izquierda revanchista que ha asumido desde la «Leyenda negra» hasta la soez manipulación de la bandera nacional como símbolo franquista. La nueva izquierda quiere promover un renovado patriotismo español, desmarcándose de una supuesta identidad nacional de una derecha que no ha sabido desprenderse de la herencia del pasado. Mientras en España no hemos cultivado el sentimiento patriótico, debatimos sobre nuestro proyecto común y seguimos sin lograr un acuerdo en torno a nuestros símbolos y señas de identidad, los nacionalistas esencialistas y románticos ganan enteros en su proyecto rupturista y tejen alianzas espurias para destruir la nación más vieja de Europa.

Pero todos estaremos de acuerdo en que el único símbolo aceptado de forma incondicional por todos los españoles es la Selección Nacional de fútbol, una banalidad que pone más en evidencia, si cabe, la falta de consensos en los símbolos patrios. «Panem et circenses» fue una locución popularizada en la Roma clásica por el poeta Juvenal, y recogida en su «Sátira X», señalando la decadencia del imperio y las malas praxis de los emperadores romanos en regalar trigo y entradas para los juegos circenses, evitando de esta forma que la masa popular se involucrarse en política. En los tiempos modernos hemos sustituido las carreras de carros o la lucha de gladiadores por jóvenes vestidos de corto que corren detrás de una pelota, héroes y modelos a imitar; que mientras nos entretienen y alejan de la política mundana nos emocionan como único símbolo de identidad movilizadora de la vieja España. Triste realidad, el balompié como única alegoría capaz de levantar los sentimientos y pasiones de orgullo hispánico, hoy aletargadas en Cataluña. Conocedores de la transversalidad y las simpatías que despierta nuestra Selección, separatistas de nuevo calado impiden que los catalanes podamos vivir con júbilo sus proezas y lo celebremos de forma festiva. El pasado 27 de junio, el Ayuntamiento de Barcelona impuso una multa de 3.300 euros a la plataforma Barcelona con la Selección por haber osado instalar una pantalla gigante en la plaza de Cataluña para ver el España-Italia de la Eurocopa. A pesar de que la plataforma pidió los permisos de concentración a la Consellería de Interior de la Generalitat, que se lo concedió, el consistorio de Barcelona no lo autorizó y sancionó a la plataforma con voluntad política de dañar el sentimiento patrio.

Han transcurrido más de 41 años desde que se disputó el último partido oficial de la Selección Española de fútbol en Cataluña. Mucho tiempo de cobardías y pactos extraños para impedir ver a la Selección en Barcelona. Ya va siendo hora de que las cosas cambien, y de que nunca más poeta alguna gima con desazón: «Miré los muros de la patria mía, si un tiempo fuertes ya desmoronados, de la carrera de la edad cansados, por quien caduca ya su valentía». En septiembre de 2017 los catalanes nos jugamos la secesión en forma de referéndum y debería jugarse el partido oficial España-Italia. Esperemos que Soraya entienda el juego septembrino.