Política

Manuel Coma

El mal ruso

La Razón
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La «kremlinología» sigue viva y tan necesaria como siempre y la «putinología» es su más urgente y enigmática especialidad. Un acertijo envuelto en misterio en el interior de un enigma, la definición que Churchill dio del sistema soviético, sigue teniendo validez para caracterizar el personalista modo actual de Gobierno. Rasgos de la Rusia eterna perviven a lo largo de bruscos ascensos y estrepitosas caídas revolucionarias de regímenes. Entre otros, «el mal ruso», la enraizada costumbre de eliminar a los enemigos políticos. Lo hacían los zares, lo hicieron los bolcheviques y sigue practicándose. Su última manifestación, el asesinato del líder opositor Boris Nemtsov ha llenado la Prensa de comentarios apocalípticos acerca del futuro del putinismo. Ciertamente sobre el sistema, que algunos caracterizan como pura y simple kleptocracia, se ciernen negros nubarrones. El presidente puede pensar que en peores plazas ha lidiado y que consiguió sacar a Rusia, y a sí mismo y sus amigos, de dificultades más amenazadoras que las que ahora va a tener que confrontar. Cuenta con una elevadísima popularidad, pero las cosas se le están poniendo feas.

En todo caso, hay que recordar que ese horrible vicio de la cultura política nacional viene de la noche de los tiempos. La guerra de Chechenia lo reactivó enérgicamente, así como estimuló el control de los medios de comunicación. Significados defensores de los derechos humanos que denunciaban las salvajadas que se cometían, pagaron sus críticas con la vida. La valerosa periodista Anna Politkoskaya es quizás la que mejor se recuerde en Occidente. Hace pocos días se conmemoró la sonada muerte en Londres de Litvinenko, víctima de una dosis letal de un material radioactivo, el polonio. El asesinato de Magnitsky, abogado defensor de los derechos humanos, tuvo una enorme repercusión en EE UU. Por iniciativa del Congreso se aprobó una ley que inició el embargo y ostracismo oficial de personajes relacionados con el crimen, ejemplo que se siguió con el sistema de sanciones contra actores significativos en todo lo relacionado con la toma de Crimea y la guerra en el este de Ucrania. Nemtsov, el más elocuente e implacable crítico de Putin y su camarilla, tras haber sido viceprimer ministro con Yeltsin y haber despreciado las riquezas sin cuento que tenía al alcance de su mano, puede considerarse la víctima más importante, pero forma parte de una larga lista. Fue abatido en las proximidades del Kremlim, el área más vigilada y segura de toda Rusia.

Ni en este caso ni en otros es indispensable que hubiera habido órdenes directas desde arriba, lo que nunca se sabrá. Le había tocado las narices a demasiados beneficiarios del régimen. Aunque Putin está por encima de todos los sectores y facciones, estos pueden actuar por su cuenta. Los magnates, llamados jerarcas, las mafias, la Policía, los tribunales y, por supuesto, los políticos forman un entramado inextricable. Cualquiera pudo haber tomado la iniciativa, aunque cuesta trabajo creer que algo de esa envergadura se pueda decidir a espaldas del árbitro supremo. Poniendo las cosas en contexto, ¿qué significa una muerte, aunque tengo algo de magnicidio, comparada con las miles que está costando el conflicto ucraniano, con el arrasamiento del país y el desplazamiento de más de un millón de sus habitantes? La masiva propaganda oficial lleva tiempo lanzando el mensaje de que cualquier enemigo del Gobierno lo es de Rusia, como todos las dictaduras hacen.