Alfonso Ussía

Frases inmortales

La Razón
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Guardo citas sobradas de cinismo y talento. Por ejemplo, «la feminidad no es cuestión de sexo porque un francés siempre será más mujer que una inglesa», según Nathalie Clifford Barney. No es desdeñable la pregunta, las primeras palabras que emitió Miguel Primo de Rivera, al llegar al Palacio de Buckingham como embajador de España para presentar las cartas credenciales: «¿El cuarto de baño, por favor?». Churchill y Bernard Shaw acuñaron maravillas crudas e irónicas. El irlandés, además de recordar que «Inglaterra y los Estados Unidos son dos naciones hermanas sólo separadas por el idioma», de retorno a Londres procedente de Nueva York sentenció: «El 100% de los norteamericanos es un 99% idiota». Para Auden, Japón no es recomendable: «Japón está muy lejos, y encima tienes que comer pescado crudo y vino de arroz tibio. Para colmo, los japoneses son aerofágicos». Se le atribuye a Orson Welles una reflexión de Ortega y Gasset con Suiza como estrella inventada: «En Italia y en España, hubo guerras, terror, asesinatos, enfrentamientos... pero también Miguel Ángel, Velázquez, Leonardo y Goya. En Suiza, salvo Guillermo Tell que es un invento, hay amor fraternal desde hace quinientos años, y ¿qué han inventado? El reloj de cuco». Churchill se refirió a la clase alta americana: «En los Estados Unidos, un aristócrata es el que puede seguir su árbol genealógico hasta su padre». Sir Winston era un gran comilón, y cuando se inauguró en Londres un lujoso restaurante francés, concluyó: «Si la sopa hubiera estado tan caliente como el vino, el vino hubiera sido tan viejo como el pavo, y pavo hubiera tenido la pechuga como la camarera, pues muy bien». No le gustaba a Churchill la manera de cocinar en Inglaterra. «Pones los ingredientes en agua caliente, y los sacas después de un rato». Tip fue preguntado por su carrera cinematográfica. «Señor Tip, ¿de qué película protagonizada por usted se siente más satisfecho? –Sin duda alguna de ‘‘Lo que el Viento se Llevó’’». Hay frases políticamente incorrectas, como ésta de Edgar Neville: «Si Dios hubiera querido que fuéramos homosexuales, habría creado a Adán y Esteban». Muy de moda en la España de nuestros días: «Hay que despreciar los bienes ajenos, menos cuando se tiene alguna probabilidad de hacerse con ellos». Se cuenta de la trifulca parlamentaria de dos políticos ingleses: «No me interrumpa mientras le hablo»; y la respuesta: «Y Su Señoría no me hable mientras le interrumpo». Flaubert no creía en la felicidad de la inteligencia: «Tres condiciones se requieren para ser feliz: ser un perfecto imbécil, ser egoísta y gozar de buena salud. Pero bien entendido, que si falla la primera condición, todo está perdido». La vigilia en el canibalismo: «Un caníbal converso es el que, los viernes, sólo come pescadores». Pocas desgracias empobrecen más la felicidad de un niño que la de sufrir a un padre alcohólico, como el de Henry Youngman: «Mi padre era el más borracho de su pueblo. Generalmente, eso no es tan malo. Lo malo es que el pueblo de mi padre era Nueva York». Y uno que no creía en la excelencia de los actores de Hollywood: «Los mejores actores del cine americano son los caballos». La Ópera. El amor, la gorda. «La Ópera es una cosa en la que el tenor se quiere acostar con la soprano, y el barítono no les deja». «La Ópera sólo termina cuando se muere la gorda».

Miles y miles de frases adornadas por el ingenio, el cinismo y la ironía. Pero ninguna supera a la acuñada el pasado viernes, 21 de abril, por Mariano Rajoy en una reunión con representantes de las Nuevas Generaciones del PP. Lean con detenimiento. Y analicen la genialidad: «En el PP no se porta nadie mal».

Insuperable.