Constitución

No pongan sus sucias manos sobre la Constitución

La Razón
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La Carta Magna, a la que ayer le hicieron cánticos y pedorretas, la van usando cada año como en su día Berlanga a la vaquilla. A ver quién la coge y la despieza antes para que no la conozca ni el padre que la parió y entre todos esos ruines quién quiere violarla con mantequilla sin que se dé cuenta, a ver quién es el Bertolucci que le clava su «Novecento», todo muy progre y tal. Cambiar la Constitución es ya una psicosis colectiva, un sálvese quien pueda. No tocarla supone que nos llegan las siete plagas y el desastre de Annual en catorce entregas, como el salario mínimo. Y sin embargo no hay acuerdo para decidir en qué quiere modificarse. El modelo territorial. ¿ Y eso qué es? ¿Un modelo federal?

Mentiras sobre mentiras se construye una verdad que fue calando como lluvia fina y que ya es un torrente de tal caudal que oponerse a él supone jugarse el cuello político. Si se está de acuerdo uno es guay y si no, un inmovilista, o lo que es peor, un facha que no oye el clamor en los bares donde te pides una caña y sólo se habla de reformarla. Incluso si se quisiera «actualizar», ¿es éste el mejor momento con un Gobierno en minoría, una oposición desnortada y un partido populista al que todo le parece mal o insuficiente? ¿Es que España quiere hacerse un Renzi? Pero si no hay acuerdo en cuándo se ha de expulsar a un político de su puesto, cómo se llega a un consenso sobre un modelo federal, que al cabo es una engañifa para mover el saco de los nacionalismos y caer en la trampa de los referéndums. ¿Con una nación de naciones España petaría el informe Pisa que ayer desmontó otra mentira? Resulta que la educación pública mejora después de habernos tragado manifestaciones del llamado sindicato de estudiantes y de la bajada de pantalones de la Lomce. Andalucía, a la cola en comprensión lectora, con todas las competencias transferidas.

¿Aparte de los rufianes alguien va a proponer una República? Nuestros políticos ansían una Constitución Ikea que se redecora cada temporada porque resulta que los niñatos que no quieren hacer deberes no la han votado. Ni yo tampoco, y no me queda un pelo negro. Ya va siendo todo ceniza, como el blanco y negro de Orson Welles. Quien se atreva a abrir el melón que pague luego con el veredicto de la historia, que suele ser implacable. Porque los desplantes de Iglesias y Errejón pasarán. Pero la herencia de nuestros padres, algunos hombres buenos, quedará para siempre en la nube analógica donde ahora quieren colocar un «chill out» de obligaciones sociales y otras memeces. El mundo se tambalea y, en vez de apuntalar el edificio, sería un grave error dejarlo en manos de los Pepe Gotera y Otilio de los de Podemos y los que compran su mercancía con la idea de que es moderna. Más vieja que el hilo negro. Del 68 y no del 78.