Política

Angel del Río

Tomasistas, de entrada no

La Razón
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Lo peor que le puede pasar a un partido en crisis y con una cita electoral a tres meses vista es que no haya candidatura de integración entre los seguidores de la corriente «tomasista», liquidada de forma sumarísima por Pedro Sánchez, y los de la nueva hornada, que por cierto han regresado del pasado. Esta falta de sensibilidad entre el pasado reciente y el presente con vocación de futuro puede producir una descomposición interna de imprevisibles consecuencias de cara a la cita electoral.

El comité electoral designado para afrontar las elecciones del 24 de mayo, está compuesto, fundamentalmente, por miembros de la actual gestora, cuyo presidente es Rafael Simancas, que a su vez será el coordinador, el «jefe», de ese comité que tendrá todos los poderes para configurar las listas y hacer el programa, y en cuya composición los «tomasistas» brillan por su ausencia, pese a los esfuerzos de algunos por promover la integración, incluso la desesperada actitud de algunos que fueron uña y carne con Tomás Gómez y que ahora han intentado cambiar, acercarse al sol que más caliente, que es Simancas. Esto hace suponer que en la lista a la Comunidad de Madrid, encabezada por Ángel Gabilondo, todos serán «simanquistas», que es la moda, y no habrá ningún tomasista confeso, además de los independientes que aportará el candidato como personas de confianza, entre ellos la que fuera su segunda de abordo en el Ministerio de Educación, Isabel Aymerich, que será una de las personas fuertes del candidato, junto a Pilar Sánchez Acera (quizá la número dos de Gabilondo), enemiga íntima de Tomás Gómez, a la que se enfrentó por la secretaría del PSM, y a la que derrotó claramente. Hay cosas que no se olvidan, y es que la memoria histórica, sobre todo si es reciente, difícilmente se ignora. Los seguidores «gomezfranquistas», los de Tomás Gómez Franco, no estarán en el nuevo proyecto socialista de Madrid, a no ser que haya un cambio de rumbo de última hora, cosa que se me antoja harto difícil. Alguien ya ha lanzado un mensaje subliminal para que se vayan enterando: «Tomasistas, de entrada no». ¿Habrá consecuencias en forma de desarraigo o fuga?