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Un mesías para cada pueblo

La Razón
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El puente de la Inmaculada y de la Constitución, recién cumplidos, sirven como antesala de la Navidad, ese tiempo en que el Cristianismo conmemora el nacimiento del Mesías en un arrumbado pesebre. Es tendencia entre los mesías, ahora en minúscula, proceder de lugares humildes donde el incienso y la mirra camuflan el efluvio de las mulas y bueyes de las veredas. De un tiempo a esta parte, esta vereda que es España anda repleta de pobladores que buscan al Salvador, al Precursor, a su nuevo líder carismático. Y hay regiones donde esta búsqueda fluye tan fácil como la arena del reloj. Es el caso de Cataluña, donde Xavier Domènech, portavoz de En Comù Podem, la marabunta catalana de Podemos, está guiando a los suyos a la construcción de un nuevo partido, el de los comunes, que impulsa igualmente la alcaldesa de Barcelona, la ínclita Ada Colau. El mesianismo en Cataluña en su más pura modalidad religiosa es ya un hecho. No era de extrañar, teniendo en cuenta que el referente ideológico de los «comunes», próximos ex podemitas, responde al nombre de Manuel Delgado, un profesor de antropología religiosa en la Universidad de Barcelona que menciona a Pablo Iglesias o a la misma Colau con el denominativo de «los esperados». Todos ellos, antes de figurar en los altares del pueblo –¡ah, el pueblo!–, se han hartado de dar latigazos a las puertas del templo. Pero no es ése precisamente el modelo de Andalucía. En estas tierras meridionales se premia más el envenenamiento palaciego que el vergajazo, mientras que la sonrisa de vendedora de caracoles o el discurso del vacío cuentan con más raigambre que el ceño fruncido, el megáfono o la lágrima de cocodrilo de los salvapatrias. A «los esperados», en Andalucía, se los espera sentados: en Cañamero no cree ni Dios.