Educación

Vacaciones y silencio por decreto

La Razón
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El primer toro con el que ha lidiado la nueva consejera de la Junta, Sonia Gaya, ha sido curiosamente la meteorología. Cornudo verano, más aún si se adelanta con la persistencia que lo ha hecho este año. Por mucho que hagan progresar los avances tecnológicos, por mucho que el ser humano se haya dotado de útiles de la más sorprendente sofisticación, resulta evidente que el tiempo sigue mandando inflexible, tal y como lo padecía el hombre de las cavernas. Y de eso hace ya unos 100.000 años. Las calorinas con las que junio ha avasallado desde su médula no sólo aprietan sino que ahogan, mayormente a los colegiales. Así ha lo debido de interpretar la nueva titular de la Educación andaluza, quien a principios de semana dirigió una circular a todos los centros de la comunidad con la que facultaba de licencia a los alumnos para no asistir a clase. Las vacaciones, así, han estallado por decreto. A la decisión del Gobierno regional, aparte de evidenciar la sumisión humana respecto a las fuerzas telúricas del planeta, se le adivinan dos motivos esenciales. El primero, aplicar el viejo remedio de los paños fríos a las fiebres producidas por la falta de aparatos refrigeradores en los centros de enseñanza. El ruido de los progenitores amenazaba con retumbar en los techos de San Telmo y el palacio es ahora un lugar exclusivo para la contrición y el recogimiento. La segunda razón, llegada de una profesora y sindicalista del ramo, se antoja como un pantagruélico guiño al gremio: que sean los padres quienes aguanten a sus niños. Con estos disparos del mercurio, las hormonas, los vahos y las esporas de los adolescentes sobrepasan el punto de ebullición. El limbo está que arde. Pues que los soporten otros. Nada de ruidos. La presidenta ha decretado el silencio.