Cataluña

Puigdemont se queda solo con su trágala

La Razón
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Carles Puigdemont volvió a Madrid. Como el pasado mayo, repitió en su propuesta para saltarse la ley. Él lo llama referéndum para la independencia de Cataluña, y pretende que sea «acordado» con el Estado. El envite tiene recorrido desde que lo inaugurara Artur Mas; sin embargo, nadie desde las filas soberanistas se atreve a afrontarlo, por traumático y frustrante que sea. De ahí que se insista en presentación, ofertas, planteamientos y negociaciones infinitas. Al final, Carles Puigdemont se topa con la realidad: la legalidad no se puede obviar, todos estamos obligados a respetarla y cumplirla. Al igual que las sentencias del Tribunal Constitucional que el president y su Gobierno, de forma reiterada, se niegan a acatar. Su pulso al Estado de Derecho no conduce nada más que a incrementar la frustración de aquellos que creyeron sus ensoñaciones. Ayer, ante un auditorio ausente de ministros, Puigdemont desgranó una «vía lenta» para la desconexión. Su enésima oferta. Sólo Pablo Iglesias, de Podemos, se avino a escuchar un discurso superado y ya en manos de los tribunales. Y lo hizo en un restaurante. Un espacio alejado de toda representatividad institucional. La transparencia del envite soberanista del president nadie la vio. Ni siquiera a los postres.