Feria de San Isidro

Brilla Castella con un «Hebrea» para la historia

El toro de Jandilla fue premiado con la vuelta al ruedo y Sebastián paseó una oreja que pudieron ser dos

Sebastián Castella en un gran derechazo al segundo de la tarde, de extraordinario juego
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El toro de Jandilla fue premiado con la vuelta al ruedo y Sebastián paseó una oreja que pudieron ser dos

Las Ventas (Madrid) 14ª de San Isidro. Se lidiaron toros de Jandilla y uno, 3º, de Vegahermosa, 1º, de buena condición pero el fondo justo; 2º, extraordinario premiado con la vuelta al ruedo; 3º, de buena condición; 4º, de poco fondo; 5º, sobrero de Salvador Domecq, complicado; 6º, encastado y exigente. Lleno en los tendidos.

Francisco Rivera, de azul y oro, media estocada, descabello (silencio); estocada (silencio).

Sebastián Castella, de azul cielo y oro, media trasera, aviso (oreja); pinchazo, estocada desprendida, dos avisos (saludos)

López Simón, de azul noche y oro, estocada (silencio); pinchazo, estocada, aviso (silencio).

"Hebrea"lo tuvo todo. ¡Qué toro! El rey de la manada. Empujó en el peto, galopó en banderillas y el Jandilla llegó a la muleta de Sebastián Castella con la bravura íntegra para regalarla nada menos que en Madrid en diez minutos apoteósicos. Lo fueron. Uno a uno. Segundo a segundo. Mágicos. Con un huracán fue al pase cambiado por la espalda, que ya conocíamos, que intuíamos, que sabíamos que iba a pasar, pero lo que vino después nos pasó por encima como pasan las emociones. Fue por la derecha por donde ligó con profundidad, con hondura, galopaba ese toro detrás de los vuelos de la muleta, humillado, entregado, sumaba las embestidas y las convertía en una deliciosa espiral de bravura. El campo bravo mugía por él. Bendito sea. A derechas e izquierdas. Lo vimos, lo vio, mejor dicho lo disfrutó el torero en un cambio de mano que se convirtió en una eternidad. Fue el primero, cómo volaba el toro, cómo trepaba detrás del engaño, con qué ritmo, prodigiosa muñeca del torero francés. Se encajó, se retorció para llegar hasta el más allá que iba el Jandilla. Lo gozamos, no quedaba otra. Por uno y otro pitón, colmado en los cambio que resolvía en redondos, fundidos, disueltos, resueltos con un olé de 24. 24.000 personas al unísono. Y el toro sin abrir la boca. Y el toro fijo todavía en la muleta, presto, cómplice, un rey. A dos manos fue el preámbulo del adiós y llegábamos con pena. Una media estocada dejó, fue suficiente aunque con su tiempo. La oreja fue unánime. Lo vivido era para haber abierto de nuevo la codiciada Puerta Grande de Madrid. El sueño de la calle de Alcalá.

Un mundo tardó el presidente en devolver al quinto, ya en banderillas. El sobrero de Salvador Domecq no era como para tomar muchas confianzas. Ponía la cara bien abajo, humillaba, pero resolvía el entuerto ávido, raudo en el momento más inesperado. Y así la faena no fluyó con la fuerza del otro. Pero quiso Castella. Y no renunció, aunque no siempre tuviera la estética de cara. A los surcos que había dejado "Hebrea"sobre la arena y el corazón se nos iba la memoria. A los altares va. Ya vengan los siglos.

22 años después de tomar la alternativa en Sevilla se despedía de Madrid Francisco Rivera, Paquirri en los carteles en homenaje a su padre en los últimos años. Encaminó su último paseíllo. El último trago. El primer

Jandilla tuvo calidad y las fuerzas justas y la faena fue vacía. Se alargó en vano con un cuarto deslucido. No sabemos quién desistió antes. Con otro silencio se despidió de la Monumental.

Se movió el tercero también con calidad y por abajo. Buena corrida de Jandilla, aunque este fuera de Vegahermosa. No llegaba a la altura de "Hebrea", porque eso es estar en el Olimpo, pero fue toro bueno. La faena de López Simón diluyó entre las manos y las ilusiones. O ambas a la vez. El sexto fue bravo en el caballo y quiso muleta, pero reponía, exigía y la faena no fue. Se nos apagaba la tarde.