Ferias taurinas

Martín Escudero: el desafío

Dura corrida en la segunda de Valdemorillo con una escalofriante actuación de Escudero.

Martín Escudero, en una manoletina al segundo ayer en Valdemorillo
Martín Escudero, en una manoletina al segundo ayer en Valdemorillolarazon

Dura corrida en la segunda de Valdemorillo con una escalofriante actuación de Escudero.

Valdemorillo (Madrid). Segunda de feria. Se lidiaron toros de López Gibaja. Serios de presentación y difíciles en general. Media entrada.

Cristian Escribano, de azul y oro, estocada (saludos); pinchazo y buena estocada (saludos).

Martín Escudero, de azul y oro, estocada, descabello (oreja); pinchazo, estocada (saludos).

Posada de Maravillas, de marfil y oro, estocada, estocada, aviso, descabello (silencio); estocada caída (saludos).

Todavía no lo sabíamos. Ni ellos. Pero el trago que tuvieron que echarse para dentro fue de los amargos, de los que se tardan en digerir. El frío era una broma para lo que pasaba en el ruedo. La dureza sin anestesia para esta segunda de Valdemorillo. Un corridón de toros, de serio, de grande, casi 600 kilos, el quinto, y sumen uno detrás de otro en dificultades, en dureza, en falta de viajar en la muleta y sí en ganas de quedarse por abajo. Del encierro en general hablo. Un pelotazo para los tres toreros que hicieron el paseíllo precisamente con los paseíllos justos. Entre los tres no sumaban ni una temporada apañada en 2016. Martín Escudero impresionó. Porque la verdad impresiona en todas sus vertientes y más cuando las circunstancias de la tarde abocaban al precipicio. Se pasó por la barriga la incertidumbre de esos 600 kilos del quinto y armó una faena repleta de intensidad por la verdad de buscarse siempre sin ventajas y cruzado en el anhelo de la pureza. El toro venía con menos maldad en las maniobras pero sin regalar nada. Cumplió con creces, como lo había hecho Martín Escudero con un segundo, con muchos matices y muy exigente. Lo tenía todo guardado el animal, acudía al engaño brusco, sumaba arreones y desigual en el ritmo. La defendió con los mismos avales. La quietud, irremediable, el asentamiento y un concepto muy bueno que llevó a cabo en las manoletinas finales y en la estocada. Escalofriante su puesta en escena más allá de los resultados. Ilusionante torero al que se le trasparentan las fuentes del monstruo de Galapagar y está dispuesto al desafío.

Cristian Escribano abrió plaza. Andarín y al paso venía el primero. Se nos hizo bueno después. En la media distancia le quiso coger el aire al toro de Gibaja. Dio la cara en todo momento y acabó en la rectitud. No se podía pedir más. A Tito, el banderillero, le saludó un milagro detrás de otro en el cuarto. Se ajustó al poner el par y lo pudo pagar caro. Se desmonteró después. Movilidad tuvo el toro y repetición pero otra historia era la entrega. Le buscó las teclas Escribano, aquí y allá, con decoro y entrega, y se puso al natural que eso estaba cerca de la inmolación. Trago amargo para empezar el año. Una película de miedo se llevó Posada de Maravillas con el tercero, con motor, muy agresivo y ninguna intención de entregarse, por arriba y por dentro. Un cruce de caminos terrorífico que duró hasta el final. Le reconfortó un sexto que fue el toro más claro del encierro. La faena fue de chispazos pero hubo un abismo a la rotundidad.