Religión

Nuevas vocaciones: ocho religiosas de las Hermanitas de Ancianos Desamparados profesan sus votos en Valencia

Todas ellas pasan a engrosar el plantel de vocaciones religiosas de la orden que mantiene 197 hogares de ancianos en 21 países del mundo

Las religiosas durante la ceremonia presidida por Enrique Benavent
Las religiosas durante la ceremonia presidida por Enrique BenaventB. B.

Esta martes en la iglesia de la casa convento de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados de Valencia, que es casa madre y casa general, han profesado sus votos perpetuos ocho jóvenes religiosas, en un acto presidido por el arzobispo Enrique Benavent, y la Madre General, la Madre Julia de la Natividad.

Por la tarde, fue la recepción y acogida de las nuevas novicias y postulantes, que en número de doce se formarán en este antiguo convento de santa Mónica, pasando a engrosar el plantel de vocaciones religiosas de la orden que mantiene 197 hogares de ancianos en 21 países del mundo.

En plena convulsión política de la revolución cantonal, proclamación de la I República Española, llegaron a Valencia por ferrocarril desde Barbastro unas monjitas de la Orden Religiosa que acababa de fundar el canónigo de la catedral de Huesca Saturnino López Novoa, congregación que puso bajo la protección de la Virgen de los Desamparados y dedicada a cuidar ancianos. Pidieron hablar con el arzobispo Mariano Benito Barrio Fernández, quien había nacido en Jaca. Le explicaron sus pretensiones y el prelado les ofreció toda su ayuda.

Lo primero que les facilitó fue una casa en el número 4 de la plaza de la Almoyna, junto a la Real Capilla de la Virgen para que la tuvieran de casa asilo y convento. El primer día de funcionamiento, 11 de mayo de 1873, ya hicieron jornada de puertas abiertas, costumbre que no han dejado nunca de practicar.

Las crónicas periodísticas refieren que cualquiera podía ir a verlas y a los ancianos que cuidaban en horarios de 9 a 11 de la mañana y de cuatro a seis de la tarde. De entre los primeros acogidos, un anciano de 93 años y una anciana de 99. Se comentó mucho con qué amor y cuidado atendían a los asilados.