Figuras Hispanorromanas (II)

Columela, el “ecologista” gaditano del Imperio Romano

El escritor, que recuerda la pujanza del sur de Hispania en la prosa científico-filosófica, sentó las bases del naturalismo y pensaba que agricultura es el mayor saber al que puede aspirar el hombre

Una ilustración representa a Columela
Una ilustración representa a ColumelaFOTO.La Razón

En esta serie veraniega nos proponemos pasar revista a las figuras que hicieron grande las provincias de la Hispania romana, escritores, científicos, filósofos, oradores y políticos de alcurnia hispana, bética o tarraconense en su mayoría, dejaron una honda impronta en la historia cultural del mundo romano. Hispania fue pronto incorporada al orbe romano, ya desde que Escipión pusiera pie en estos lares en el siglo III a.C., pero fue especialmente la época del Principado, a partir de Augusto, cuando una Hispania plenamente romanizada produjo una serie de personajes inolvidables de los que he querido extraer siete ejemplos, algunos muy conocidos y otros mucho menos pero que quizá es más interesante recordar.

Lucio Junio Moderato, más conocido como por su nombre de pluma de Columela, fue un gran escritor de prosa científico-técnica en la literatura latina. Nació en Gades casi con el cambio de era, pasó su juventud en la Bética, entre el campo y la milicia, trasladándose después a la península itálica. Allí puso en práctica todo lo que había aprendido en las fértiles campiñas de la Bética y se dio a la agricultura en varias propiedades familiares. Pronto, además de la práctica, quiso consignar estos saberes patrimoniales que había aprendido de su familia en obras teóricas y literarias a la par. Se dedicó, así pues, a poner por escrito su ciencia agrícola y todas las variedades de los trabajos de los campos, los ganados y los árboles creando las bases del naturalismo romano posterior.

Hay que elogiar el cuidado de los romanos por el paisaje natural, que se convierte en un verdadero personaje y a veces en un protagonista de muchas de las obras de la literatura latina, en lo que constituye toda una exaltación del mundo rural y de la naturaleza. Pensemos, con un paralelo poético, en la labor que hizo Virgilio en las «Geórgicas»: estas van más allá del modelo de la épica didáctica griega –«Los trabajos y los días» de Hesíodo– y ejemplifican bien como conjugaron los romanos la vertiente práctica y la teórica en el campo con la elevación estética y el modelo moral para la posteridad. Aunque Columela es un literato mucho más prosaico, como tratadista de agronomía, que se inspira una tradición anterior, hay que ponderar en él también la amplitud de su trabajo y el énfasis moral: escribió sobre los más diversos cultivos, desde la apicultura a la ganadería o la elaboración de todo tipo de productos derivados. Las dos obras que han llegado hasta nosotros, y que datan de los años 40 de nuestra era, son «Los trabajos de campo» o «De Re Rustica» y el «Libro de los árboles» o «De arboribus». Puede que ambos fueran parte de un mismo proyecto. En él, el escritor gaditano se disponía a tratar el tema de forma diferenciada frente a la tradición anterior greco-helenística anterior –como Virgilio frente a Hesíodo–, tradición que, a su modo de ver, había dejado este importante arte de la agricultura, clave de bóveda de la cosmovisión romana, en cierto descuido. Para Columela, la agricultura está ligada con la más auténtica sabiduría que puede obtener un ser humano y que le hace estar en comunión con la naturaleza. Parece casi un ecologismo «avant la lettre» y que, además, está impregnado de una suerte de filosofía moral romana.

Frente al mundo oriental o a los pueblos prerromanos, se diría que en la obra de Columela y de los tratadistas agrícolas romanos –piénsese por ejemplo en Catón el Viejo o Varrón– el cultivo del campo y el cuidado de los árboles frutales, la ganadería y la viticultura, en fin, todo lo que rodea al campesino y a sus trabajos al discurrir de los diversos meses y estaciones del año, sirve de perfecta encarnación y simbolismo de las virtudes tradicionales romanas, del «mos maiorum», la sacrosanta costumbre que hizo grande al pragmático espíritu romano. Por eso, hay que apreciar la obra del gaditano también con una especie de tratado de trasfondo moral. La interferencia con las citadas «Geórgicas» de Virgilio se puede ver claramente. Columela, en fin, es por derecho propio una primera figura destacable del mundo hispanorromano –como un compatriota suyo, Moderato de Gades, filósofo neopitagórico– que nos recuerda la pujanza del sur de Hispania en la prosa científico-filosófica. Tuvo una larga recepción en el mundo posterior, siendo conocido por los árabes y también por naturalistas y botánicos posteriores ya en la época moderna. Quizás represente como pocos otros autores de la antigüedad la conjunción de hombre y naturaleza, y más concretamente el valor supremo de las artes del campo, que fueron llevadas a su máxima expresión en el sur de la Hispania Romana y que posteriormente serían heredadas por los árabes de Al Andalus.