El escritor, poeta y dramaturgo Antonio Gala muere a los 92 años
Toca despedir a un monumento del siglo XX español. Hacía años que el cáncer le retiró de la escena pública, de la que se fue tras una entrevista de su periodista fetiche, Jesús Quintero. Atrás queda su poesía, su teatro y sus libros
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La muerte le ha llegado a Antonio Gala (Brazatortas, 1930) casi envuelto en las brumas del olvido. Ya hacía varios años que el cáncer le retiró de la escena pública y se despidió de la vida con una memorable entrevista realizada por su periodista fetiche, Jesús Quintero. Un documento mordaz, con cierto cinismo, la verdad, pero cargado de esa ironía tan andaluza con la que enfrentarse a la muerte en el sur. En «No os preocupéis conozco la salida», que así se llamó el largo diálogo emitido por Canal Sur, confirmó que no le temía a la muerte porque cuando esta llegaba el ser humano ya se había marchado antes. Ingenioso y profundamente atractivo cuando tenía que hablar, Gala se transformó durante esos minutos en aquel niño que en la Córdoba de los años treinta escribió su primera narración para que su padre le levantara el castigo por haberle hablado mal a su ama. Se trataba de la historia de un gatito, pero le sirvió para salir de la habitación donde estaba recluido y también para algo más útil. Entendió que la literatura servía para algo positivo.
A los catorce años pronunció su primera conferencia y siendo solo un adolescente ingresó en la Universidad de Sevilla, donde sus compañeros mayores que él lo adoptaron como una especie de mascota parlanchina. Por contentar a su padre estudió las carreras de Derecho, Filosofía y Letras, Ciencias Políticas y Económicas, para luego presentarse a las oposiciones a Abogado del Estado. Exhausto por vivir «una vida que no era la suya», decidió entrar como novicio en la Cartuja de Jerez donde permaneció unos meses hasta que el prior le conminó a marcharse: «Tu voz no puede ser nuestro silencio», contó que le dijeron en el monasterio. Desde entonces decidió dedicarse por entero a la escritura.
Arrancaban los años sesenta y logró hacerse un hueco en la escena española con «Los verdes campos del edén» (1963), Premio Calderón de la Barca; «Los buenos días perdidos» (1972), Premio Nacional de Literatura; «Las cítaras colgadas de los árboles» (1974), «¿Por qué corres Ulises?» (1975) o Petra Regalada (1980). Durante ese tiempo se convirtió en el principal dramaturgo, aclamado por la crítica y aplaudido por los productores, que llenaban los teatros y vendían toda la taquilla. Aunque se inició en 1959 con «Enemigo íntimo», hasta finales de los noventa con «Poemas de amor», uno de sus libros más vendidos, el gran público no conoció su lado lírico. Aquel año las ediciones del poemario se agotaban una tras otra y muchos de sus versos se convirtieron en música. Antes, en 1990 obtuvo el Premio Planeta con su primera novela, «El manuscrito carmesí», en la que contó los entresijos de la corte nazarí a las puertas de la capitulación de Granada. Luego llegaron el gran éxito de «Más allá del jardín» y «La pasión turca», ambas llevadas a la gran pantalla por dos de sus actrices preferidas: Concha Velasco y Ana Belén. Aunque muchas de sus novelas se han traducido a múltiples idiomas y durante años fuera el autor que más libros vendía en las ferias y en las librerías, un sector de la cultura española miraba con cierto desdén tanto su obra como su manera de estar en el mundo. De hecho, pese a su larga trayectoria no ingresó en la Real Academia Española y tras varias polémicas aseguró que no tenía intención alguna de hacerlo si se lo propusieran.
En paralelo a su vida de escritor, Gala se convirtió por derecho propio en un personaje. Sus apariciones tanto en prensa como en televisión siempre le granjearon amigos y enemigos, aunque pocos pudieron obviar el ingente magnetismo de su palabra, pues por encima de todo se trataba de un gran seductor: inteligente, tierno, vivaz o cruel. No entendía de medias tintas. Con el también fallecido Quintero montó un tándem memorable a lo largo de los años y las cadenas de televisión gracias a hilarantes y cálidas entrevistas en las que ambos se zumbaban si hacía falta. «El loco de la colina» le tenía cogida la medida y sabía dónde debía pinchar, cuál era la tecla necesaria para que el escritor sacara lo mejor de sí y entrara al trapo. Sin embargo, en la serie «Trece Noches», donde ambos afrontaron los grandes temas que aturullan a la humanidad, encontraron el clima necesario para hablar de la muerte, el amor, la soledad o el dinero con una profundidad insospechada que luego se convirtió en un libro. «La vida puede tener muchos o pocos adornos, pero es prácticamente lo único que tenemos», aseguró entonces reflexionando sobre la muerte.
Autor superventas de la editorial Planeta, durante varias décadas compartió estancias en sus residencias de Madrid y Córdoba con la finquita malagueña «La Baltasara», a la que puso nombre como homenaje a una actriz del Siglo de Oro. Su mayor empeño en los últimos años se concentró en poner en marcha la fundación que impulsó para la interrelación de jóvenes creadores en la ciudad califal. Su legado permanecerá allí, junto a Claudio Marcelo, como un ejemplo tangible de la ingente obra de un escritor olvidado injustamente en los últimos años, pero fundamental para entender la cultura española contemporánea.
La capilla ardiente se instalará en el salón de actos de la Fundación Antonio Gala y permanecerá abierta de 10:00 a 17:00 horas del lunes. Gala llevaba años enfermo y en una de sus últimas entrevistas, que mantuvo con Jesús Quintero en 2013, Antonio Gala hablaba de su enfermedad. "No os molestéis, conozco la salida", fue el título del espacio.