Antonacci, el poder del buen decir
«XXI Ciclo de lied». Obras de Orff, Respighi, Tosti, Poulenc, Ravel y Falla. Soprano: Caterina Antonacci. Piano: Donald Sulzen, piano. Teatro de la Zarzuela. Madrid. 13-X-2014
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Si no hace mucho Caterina Antonacci nos deleitaba con un recital barroco en la sala de cámara del Auditorio Nacional, ahora volvió a conseguirlo con un exigente programa de lied. Nada menos que obras en cuatro idiomas diferentes –italiano, francés, hebreo y español– pertenecientes a compositores de estilos muy diversos y sin que hubiera más concesión a la galería que las «Siete canciones populares españolas» de Manuel de Falla, clara muestra de su afán por agradar al público español.
Lo que más se admira en esta cantante, a la que uno no sabe si clasificar como soprano o mezzo, es su excepcional capacidad para el buen decir. No solamente se la entiende absolutamente todo lo que canta en cualquier lengua, sino que sabe expresar dando intención y modulando cada palabra, cada frase, y con ello llegar directamente al oyente. Lo demostró en todos los bloques de su recital, siempre muy correctamente acompañado por su pianista habitual, Donald Sulzen, sin necesidad de tener que esforzarse demasiado, ya que el repertorio no exigía grandes entregas. Quizá fuese «L’alba separa dalla luce» de Tosti donde mayor fue la entrega de la artista, donde hubo de subir hasta llegar a destemplarse, pero tal crispación, muy típica en voces de este tipo, quedó enseguida compensada por la maravillosa forma en que expuso la siguiente pieza del mismo autor, «In van preghi». Las breves canciones de Respighi o las de Poulenc no son piezas que provoquen el delirio y por ello el recital gustó al público sin llegar a provocar el clima de apoteosis de otras ocasiones, lo que bien podría haber sucedido si hubiese seguido el rumbo apenas iniciado con la melodía hebrea «Kaddisch».