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Superhéroes, altamente adictivos

Las sagas de la Marvel y otras historias de fantasía, como la reciente «Ant-Man y la avispa», se han convertido en garantía de negocio gracias a la creación de un universo en el que un seguidor puede pasar toda la vida y compartir ese espacio de ficción con comunidades de fans.
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Las sagas de la Marvel y otras historias de fantasía, como la reciente «Ant-Man y la avispa», se han convertido en garantía de negocio gracias a la creación de un universo en el que un seguidor puede pasar toda la vida y compartir ese espacio de ficción con comunidades de fans.
Detesto Marvel. Mis héroes son tremenda, insoportablemente analógicos y todos habitan este mundo. Muchos son literarios: Jay Gatsby, Julien Sorel, Solal, Lord Jim... De la lista de los 50 mejores héroes y villanos de cine del American Film Institute salvo a muy pocos: al misógino Philippe Marlowe (perdón), a los edulcorados Atticus Finch de «Matar a un ruiseñor» y a Oskar Schindler, a Indiana Jones como mayor exotismo, a Lawrence de Arabia, siempre. Estoy totalmente fuera de lo que se cuece en los universos paralelos. Repito: no me gusta Marvel, no me apasiona «Star Wars», condesciendo con «El Señor de los Anillos». Pero nada humano me es ajeno y mis amigos sí han ido a ver «Vengadores: Infinity War» y «Ant-Man y la avispa». ¿Por qué?
El concepto de superhéroe no es nuevo en el cine ni en la cultura popular –de hecho, está fuertemente arraigado en nuestro subconsciente colectivo–, pero nunca como ahora ha sido imprescindible, de obligado peaje si quieres formar parte de una conversación en torno a unas cañas o ir al cine en compañía sin que te tachen de pretencioso aguafiestas. Antes, la figura del superhéroe era el reducto de los raros, la contraseña de los iniciados en los códigos de la serie B o en el endogámico mundo del cómic. Ahora, el récord histórico (¿cuántos van ya en los últimos años?) de «Vengadores: Infitinity War», que con un primer fin de semana de recaudación de 250 millones de dólares (205 millones de euros) superó a «Star Wars: el despertar de la fuerza» en el top de lanzamientos, demuestra que el raro soy yo. Estoy fuera. Pero, ojo, si meto un poco la mano puedo caer atrapado. Esa es la fuerza del Universo Cinemático Marvel, su poder de imantación. Solo hay que tomarse la molestia de entrar en el engranaje.
Fenómeno «otaku»
El crítico de cine Jesús Palacios habla de «adicción». Marvel tiene algo del secreto de la Coca-Cola. Una vez la pruebas, no la sueltas. «La principal diferencia de estas sagas con las antiguas del cine popular como podrían ser Tarzán o James Bond es que intentan mantener un universo coherente y cerrado en sí mismo. Te puedes pasar toda tu vida metido en ese mundo, ya sea el de ''Los Vengadores'', ''Star Wars'' o la Tierra Media. Genera un tipo de adicción que tiene que ver con la cultura del videojuego o el ''otaku'', una cultura solipsista, de gente que se ve hermanada al compartir todo eso y comentarlo en las redes sociales. Es algo que siempre ha existido, pero nunca a este nivel». Hay que irse muy abajo en la lista de mejores estrenos históricos en Estados Unidos para salirse de estos universos paralelos. Además, el top ten lo integran cintas estrenadas en los últimos 5 años. El círculo hegemónico se ha ido estrechando.
La familiaridad y familiarización (fidelización, en argot comercial) es una de las claves de esta indigestión de superhéroes. «El cine comercial de Hollywood y el de superhéroes son ya uno y lo mismo –prosigue Palacios–. Cada viernes se estrena el no va más de las pantallas y la película que hay que ver sí o sí. El universo de superhéroes y en concreto el de Marvel, sobre todo desde que ha pasado a integrarse en el emporio Disney, es básicamente un fénomeno sociológico para uno o dos generaciones de espectadores que no vienen ya del cómic. Han logrado crear un mundo familiar para un público joven y no tanto. A la gente le gusta volver a ver a estos personajes cada cierto tiempo, emparentándolos, desarrollándolos». Hasta hace poco nos sonaban a chino conceptos como «spin off», «crossover» y «reboot». Las sagas galácticas y marvelianas han descubierto que el universo se expande en todas direcciones y que basta coger un puñado de personajes y desarrollarlos alterando los factores para que el producto sea siempre el mismo: un pelotazo.
Y si la fórmula flaquea, se le da un meneo o se escarba más allá hasta dar con un nuevo filón. El año pasado, ante el fracaso de algunos productos masivos de Hollywood, saltaron las alarmas. Pero en apenas unos meses la situación se ha revertido. Entre medias, DC abrió la espita feminista con «Wonder Woman» y Marvel la de la cuestión racial con «Black Panther». La Mujer Fantástica se ha integrado ya en la Liga de la Justicia en cines y Pantera Negra podría cruzarse con Spider-Man, que a su vez ha entrado en Capitán América y los Vengadores. No intenten explicárselo a mamá. Pero es que también está el asunto del enfoque. Lo explica Palacios de nuevo: «Aparte de estos ''aggiornamentos'' y combinaciones según el éxito o el fracaso, a veces estas películas tiran por el lado oscuro, haciéndolas muy dramáticas y tremendas o, en otras ocasiones, como ahora, más juveniles, con más humor, como las últimas de Marvel y otras tipo ''Guardianes de la Galaxia'' que son abiertamente comedias». Por no hablar de «Deadpool», el chico más gamberro del Universo Cinemático Marvel. En todo el arco de género, del drama a la comedia, se sitúa un superhéroe.
Y hasta la crítica más sesuda se ha quedado atrapada en el juego. Mientras que los fenómenos populares de antaño (Tarzán, Bond...), los monstruos pre-digitales y las fantasías de serie B eran directamente tenidos por productos de consumo popular, sin pretensiones artísticas, a menudos altamente especializados en cuanto a público, de los 70 para acá se ha gestado una asunción completa de la ciencia ficción y la fantasía de entretenimiento. «Han pasado de estar en los márgenes a adquirir un prestigio inusual y un poco exagerado, sustituyendo a casi todo lo existente en el imaginario colectivo», asegura Palacios. No solo sus amigos le dirán de ir a verla, sino el señor extremadamente exigente del «The Hollywood Reporter» o «The Guardian».
Pero aún hay más: esquivar el arrollador cauce del «mainstream» cinematográfico no significa escapar a sus influjos. Si usted se acerca inocentemente a una cadena de comida rápida o sus hijos le exigen unas vacaciones en Disneyland –y son solo dos de los muchos ejemplos posibles–, estará accediendo al mundo del que renegaba. Y es aquí donde, en el caso concreto de Marvel, entra Disney, la «factoría de lo sueños». La compañía adquirió el emporio del cómic de Stan Lee en 2009 por 4.240 millones de dólares. En 2012 adquirió Lucasfilm, la casa madre de «Star Wars». Desde entonces no ha parado de colocar cintas en el top ten de mejores estrenos. Solo se le escapa «Jurassic World» (2005) en el puesto 4. La taquilla alimenta el resto de líneas de negocios de la compañía –parques temáticos, merchandising varios, alianzas con otros negocios...– y le surte de nuevos personajes y ganchos; al mismo tiempo, todas las unidades del emporio Disney retroalimentan el impacto en taquilla de los nuevos lanzamientos. «Es la economía, estúpido», que diría Bill Clinton. Pero, ¿queda espacio allá afuera? «El propio Hollywood, quitando una o dos películas de prestigio para los Oscar, parece que echa el resto solo en los superhéroes. Genera muchos beneficios cinematográficos y extracinematográficos», concluye Palacios.
Teñir a estos habitantes de galaxias lejanas e imposibles de hábitos, virtudes y vicios nuestros (humanizarlos, en una palabra) ha sido el gran salto conceptual para que la cultura de masas pierda, a ojos de público y crítica, los últimos pelos de la dehesa. Si a eso le sumamos el atractivo consustancial de la figura del superhéroe desde Homero para acá, la defenestración de toda tendencia elitista en lo cultural, las infinitas posibilidades del digital –que hacen factible lo que antes era quimérico– y factores que tienen que ver directamente con el capitalismo en días tal que éstos, lo realmente extraño es que aún no haya sacado mi entrada para «Ant-Man y la avispa». Lo siento, Jay Gatsby.

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