Ginés Marín amarra Santander con un bravo Bañuelos
El diestro corta las dos orejas del toro más notable del encierro en la tercera de la Feria de Santiago, toro que brinda a Morante de la Puebla, el día antes de su regreso
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El sol dividía los que necesitaban el abanico de los que requeríamos de chaqueta porque el viento que soplaba era del norte y es fresquete. Era la diferencia entre Santander y gran parte de España que por estas fechas pasa las tinieblas de la ola de calor. Ya en la llegada a la ciudad era difícil obviar que además de fiestas había toros. El cartel del toro, tótem, saliendo del mar lo anunciaba por todos lados. Una feria que sumaba más puntos todavía con el regreso hoy de Morante que, por cierto, ya estaba por los aledaños de la plaza a la hora que empezaba el festejo. El primero de Antonio Bañuelos persiguió para los adentros a la cuadrilla y tenía una explicación. El toro quiso tomar bien el engaño y colocó la cara abajo con repetición, pero con ganas de irse siempre. Y eso fue lo que hizo desistir de la lucha de la muleta de Castella. El francés pedía paciencia, casi como hablando consigo mismo y al final la faena se le fue larga en el intento de poner gobierno a quien no quería ser gobernado. Se le puso complicado para entrar a matar y casi se pegaron una vuelta al ruedo en el intento.
También se alargó con el cuarto, que fue noblón, aunque le faltaba empujar. Tiró de oficio Castella en una faena que acabó con circulares y pasándose al toro por aquí y por allá.
No fue fácil el segundo, que sabía lo que se dejaba atrás y tenía ese punto de asquerosete, de hacer hilo cuando veía el camino despejado. A Emilio de Justo, su matador, no se le vio a gusto con él. Se justificó con el animal, intentó el toreo por ambos pitones y eso sí a la primera lo cazó con la espada para tumbarlo sin puntilla. Una maravilla.
Noble pero derrotón fue el quinto, con el que Emilio se tomó su tiempo para irlo cogiendo la medida al natural. Lo que más le costo fue limar el derrote al final del muletazo.
Terciado fue el tercero, con el que se detuvo Ginés Marín a la verónica y lo haría después en el quite. La vida pasaba más despacio. Era otra cosa. Brindó a Morante. El de Bañuelos fue bueno, por bravo, encastado y repetidor y Ginés lo supo en esta plaza que tan bien se le da. Y lo volvió a hacer. Con un primer tramo de faena en la que estuvo centrado e intentando hacer el toreo más con lo vuelos. Destacó el toreo al natural, por pases largos y ligados. Después levantó pasiones en esos redondos más tapado él y que tanto gustan al público. Entre tanto, en algún remate volvió a encontrar el toreo. Y en la efectividad de la espada el doble premio.
El sexto tal cual salió se dio un golpetazo con el burladero y se lastimó. El sobrero, del mismo hierro, se dejó hacer, pero paradote y sin fuste. Ginés hizo el proceso inverso y en este caso se metió entre los pitones para hacer la faena. Total, que entre tercero y sexto, por toreo o arrimón, Ginés se llevó la tarde.
Santander. Tercera de feria. Toros de Antonio Bañuelos, correctos de presentación. El 1º, de buena condición pero rajado y sin querer pelea; 2º, complicado; 3º, encastado y bueno; 4º, noblón; 5º, noble pero derrotón; y 6º, bis, paradote. Tres cuartos.
Sebastián Castella, de rioja y oro, pinchazo, aviso, estocada (silencio); estocada, dos avisos, dos descabellos (saludos).
Emilio de Justo, de azul añil y oro, estocada fulminante (saludos); pinchazo, estocada, aviso (silencio).
Ginés Marín, de rosa y oro, estocada (dos orejas); estocada (saludos).