De palabras ajenas

El hilo invisible que une a Vox con Bildu (y otros socios de Sánchez)

Ayer el Congreso celebró el aniversario de la Constitución, un acto en el que no hacía falta ser constitucionalista ni sanchista (conceptos antagónicos) para degustar los canapés.

Día de la Constitución en el Congreso. © Jesus G. Feria.
Día de la Constitución en el Congreso. © Jesus G. Feria.Jesus G. FeriaFotógrafos

¿Qué tienen en común Bildu, Junts, ERC, PNV... y Vox? Los propensos a ponerse en un plan muy literal dirán que nada, pero se estarán equivocando. Ayer, el Congreso de los Diputados celebró el 47º aniversario de la Constitución, más por tradición que por convicción, y tanto los socios nacionalistas de Pedro Sánchez como los nacionalistas a secas coincidieron en que la mejor forma de defender sus posturas políticas era la de no acercarse a la carrera de San Jerónimo, no vaya a ser.

Los motivos, sin embargo, sí son algo diferentes. A grandes rasgos, aunque con matices plurinacionales indistinguibles para un ciudadano de la meseta, los socios parlamentarios del Gobierno decidieron no acudir porque ven la Constitución como una cárcel en la que ellos no deberían estar porque son inocentes. Y los de Vox, porque creen que plantando a la Constitución están afeándole algo a Pedro Sánchez; igual que hace un par de semanas plantaron también al Rey para no hacer "seguidismo" de Sánchez en un acto, el de 50 años de Monarquía, al que ni siquiera acudió el presidente del Gobierno. A veces da la sensación de que Santiago Abascal está intentando desmarcarse de Alberto Núñez Feijóo con tantas ganas que se va a salir del tablero.

Pero las dos partes se equivocaban. Los socios "periféricos" -así los llama Gabriel Rufián-, porque para estar en el acto de ayer no hacía falta ser constitucionalista, ni mucho menos. Bastaba con ser un poco educado, no hablar con la boca llena y no pisar a nadie. La gracia de la democracia es que puedes disfrutar del cátering que el Congreso ha contratado para celebrar el aniversario de la Constitución mientras dices que la Constitución es una mierda y nadie te mirará raro por ello. "Nosotros queremos cambiarlo todo, pero somos institucionalistas", reconocía un dirigente de Podemos, partido que sí acudió y que es poco sospechoso de pertenecer al llamado Régimen del 78. Es más, han hecho carrera amenazando con tumbarlo. Tampoco son sospechosos de ello los distintos miembros de Sumar que fueron, desde la vicepresidenta, Yolanda Díaz, hasta el diputado de Compromís, Alberto Ibáñez.

También habrá quien defienda que ni la propia presidenta del Congreso, Francina Armengol, se mostró excesivamente papista. Durante su discurso aseguró que había que reformar la Carta Magna para "adecuarla a la realidad territorial de España". Lo pronunció como quien no quiere la cosa, una frase suelta en un discurso largo, pero lo dijo, y nadie le hizo demasiado caso después porque los que con más ganas la defenderían, precisamente, eran los que no estaban.

Eso, por un lado. Y en la otra acera, se equivocaron los de Vox porque estar ahí no te hacía sanchista. Ni mucho menos. Si no, que le pregunten a Isabel Díaz Ayuso, que se aferró al micrófono del patio para acusar a Sánchez de patrocinar la ruptura de España y revivir los bandos que la Constitución diluyó, mientras gobierna gracias "a los socios de Josu Ternera". O que se lo pregunten a Feijóo, que en esta ocasión no se escapó de los periodistas y habló largo y tendido sobre un Sánchez que se encontraba a solo unos metros con otros periodistas, cada uno vendiendo su versión sobre lo mismo. Si el ruido de fondo se hubiese callado y ambos se hubiesen escuchado, la jornada ya habría valido para algo.

Tampoco pecaron de sanchistas aquellos que se sientan en el Consejo de Ministros y que deben su existencia a su presencia en el Gobierno. Hablamos de Sumar, claro. Fuentes del movimiento liderado por Díaz confirmaron que mandarán a la Comisión Delegada del Gobierno para Asuntos Económicos un real decreto sobre vivienda que tiene como medida estrella la congelación de la revalorización de 300.000 alquileres. Sucederá, previsiblemente, antes de que acabe este año porque es cuando vencen los contratos. En el entorno de Díaz son perfectamente conscientes de que la parte PSOE del Ejecutivo no está de acuerdo, pero reconocen que lo llevan "para que lo tumben" y se vean las diferencias. La vivienda es un problema clave esta legislatura y Díaz intenta evitar hundirse con la falta de capacidad de acción de los socialistas.

Y, ya puestos, ni siquiera Sánchez estuvo muy sanchista, porque reconoció un error en su gestión del asunto de Paco Salazar. Un Sánchez autocrítico es como gastarte un dineral para ir a Islandia a ver la aurora boreal, y verla: es gratificante porque la mayoría se vuelve de vacío. Aunque es cierto que asumir el error es pura estrategia. ¿Es entonces sanchismo o no? Habría convenido pedirle ayuda a Ángel Gabilondo, que también andaba por ahí, para acertar. A fin de cuentas, es catedrático en metafísica.