Rusia

Actores además de estrellas

«The Cherry Orchard» De A. Chejov. Dirección: Sam Mendes.Con E. Hawke, S. Cusack, R. Hall. J. Hamilton, S. Russell Beale, R. Easton...Teatro Español. Madrid. 

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La expectación estaba justificada: el debut en España de Mendes explica por qué ya era uno de los «enfants terribles» de la escena londinense antes de saltar a Hollywood. La de Mendes no es una propuesta engreída. Apenas se regocija en delirios de director, salvo un hermoso baile de máscaras -más que justificado- en el arranque del tercer acto. El también cineasta apuesta por un realismo austero en el que la «dacha» del título, la finca de los cerezos que resume la infancia, anhelos y recuerdos de una burguesía torpe e incapaz de adaptarse al presente y al futuro de una revolución soviética por llegar, es una estancia luminosa de madera: sencillez estética apoyada en la brillante iluminación de Paul Pyant, de lo mejor de la obra, que juega a despertares y ocasos en una pieza que, a la postre, habla del final de una era y de la perdida de la felicidad. La poderosa voz de Hawke «Quememos los puentes», dice el tutor ajado prematuramente pero visionario Trofímov, estupendo Ethan Hawke, un gran actor de teatro con una poderosa voz al que sólo conocíamos como protagonista de filmes a caballo entre lo «indie» y lo comercial. De alguna forma, la obra maestra de Chéjov enlaza con su previo y juvenil «Platonov», que estos días puede verse en el Centro Dramático Nacional. De alguna forma, como dice Chéjov en la pieza, el jardín de los cerezos es toda Rusia. Ante la imparable decadencia de una clase, encarnada en el inmovilismo caprichoso de Ranevskaia y su hermano Gáiev (soberbios Sinéad Cusack y Paul Jesson), nace el tiempo de los nuevos e inquietos comerciantes como Lopajin, acaso junto a Trofímov el eje de la pieza, si es que hay alguno en un texto tan coral. Simon Russell Beale ya nos había visitado antes -¡que Casio el suyo en el «Julio César» de Deborah Warner!-, y aquí se disfruta e nuevo con su composición del enriquecido hijo de esclavos. Junto a los mencionados, un reparto compacto en su calidad que va del divertido gafe Epijódov de Tobias Segal y la engañada doncella Duniasha de Charlotte Parry a la Varia de Rebecca Hall, una doña Rosita que se marchita en silencio y que la actriz defiende con convincente timidez. Sería injusto olvidar al mayordomo Firs y al comerciante Simeónov-Pischik de dos veteranos sólidos, Richard Easton y Dakin Matthews, dos actorazos de esos que redondean un buen montaje británico, y éste lo es en lo que a dicción y estilo se refiere. Quizá no estemos ante un fenómeno, un montaje inolvidable; pero sí ante un espectáculo de una altísima calidad apoyada en grandes actores que demuestran ser más que una foto en una revista. Si los actores moscovitas de Cheek by Jowl demostraron que Shakespeare puede emocionar en ruso, el proyecto del BAM, el Old Vic y Neal Street Productions hacen que Chéjov encaje en inglés como si fuera su idioma natural. Claro que no todos los directores cuentan con Tom Stoppard para hacerles una versión. Y eso se nota. A falta de la perfección, esperemos ver cómo juega el equipo en casa, o sea, con Shakespeare, en «Winter's Tale».