Opinión

Eliminar los obstáculos

En un discurso con motivo de la fiesta del trono, Mohammed VI habló de la necesidad de unas relaciones fraternales entre Marruecos y Argelia

El rey Mohamed VI de Marruecos
El rey Mohamed VI de MarruecosDPA vía Europa PressDPA vía Europa Press

Una vez más, el Rey de Marruecos Mohamed VI, en un discurso con motivo de la fiesta del trono ha hablado de la necesidad de relaciones fraternales entre Marruecos y Argelia y ha rechazado todos los intentos de crear pasiones destructivas entre los dos pueblos.

Hoy, las relaciones entre los dos países están bloqueadas, desastrosas, desafiando los intereses de los dos pueblos. Las fronteras están cerradas desde hace un cuarto de siglo, son habituales las declaraciones arrasadoras y el choque de los dos nacionalismos es significativo. Tan pronto como Marruecos toma una iniciativa en la dirección del apaciguamiento, Argel responde con mayor virulencia y un estruendoso rechazo.

Esta situación de tensión permanente es costosa, dificulta el surgimiento de un mercado fluido entre los dos grandes países de la región.

Marruecos y Argelia tienen poblaciones muy jóvenes. Las tasas de crecimiento actuales no reducen significativamente el desempleo. En estas condiciones, la inversión extranjera no es un lujo sino absolutamente necesaria, y permite la creación de riqueza, empleo y, en definitiva, bienestar para ambas naciones.

La situación económica nunca ha sido tan favorable. Europa, España primero, asegura que el envejecimiento de su población limita las perspectivas de crecimiento. Las posibilidades están en el Continente Africano, del que el Norte de África es la puerta de entrada. En todos los sectores Agricultura, Industria, Turismo, esta región es atractiva. Pero las relaciones entre Marruecos y Argelia son un verdadero obstáculo.

Los economistas están de acuerdo en que los dos países pierden de 2 a 3 puntos de crecimiento cada año, lo cual es enorme y parece suicida cuando se sabe que cada punto de crecimiento equivale a cientos de miles de puestos de trabajo.

Una normalización entre Rabat y Argel permitiría una asociación más profunda con Túnez y Mauritania y facilitaría la estabilización de Libia. Esto solo puede reforzar el peso de este grupo en la escena internacional.

El Gobierno de Sánchez en España es parte de esta visión. Busca relaciones pacíficas, realistas y beneficiosas con sus dos vecinos. No oculta que considera el Mediterráneo Sur como una región vital para España. Pero cabe esperar que la diplomacia madrileña se involucre más en el proceso de normalización entre sus dos vecinos a los que considera socios imprescindibles.

Redunda en interés de todas las partes avanzar hacia una cooperación más estrecha entre las dos orillas del Mediterráneo. Los mandatarios argelinos ya vendrán, cuantos más mejor.

Lo que está en juego en esta región, a nivel geoestratégico, es de suma importancia. Mientras China y Rusia invaden África, Europa necesita un plan compacto para el sur del Mediterráneo. Es un hecho obvio que se aplica a todos.