Policía Nacional
Así actuaba el clan de “Los Kikos”, los herederos de “Los Gordos” en la Cañada
Francisco cogió en 2011 el negocio que llevaba su hermano y su cuñada. La Policía ha detenido a 14 personas y se ha incautado de 20 kilos de coca y medio millón de euros
Cuando vio que a Juanjo y Adela, su hermano y su cuñada, comenzaban a recibir «golpes» policiales que acababan en sentencias con años de cárcel, comenzó a frotarse las manos. Francisco Hernández «El Kiko», de 47 años, también había mamado el negocio de la droga y, como otros clanes gitanos de menor tamaño, quisieron quedarse con la clientela de «Los Gordos», durante años el clan más potente de Madrid. El negocio de la mítica familia viene de lejos, cuando el patriarca Antonio Motos (antepasado de Adela) llegara desde Extremadura para instalarse en el poblado de «La Rosilla» (demolido en 1999) para después mudarse a «Las Barranquillas» y, más tarde, al Sector 6 de la Cañada Real Galiana. Esas han ido siendo las ubicaciones del «supermercado de la droga» itinerante de la región, que ha ido cambiando de emplazamiento pero no de «empresarios».
Durante más de 20 años «Los Gordos» se mantuvieron líderes pero el goteo de operaciones policiales y la demolición de las chabolas bunkerizadas que traían aparejadas las redadas fueron deteriorando su negocio hasta que también cayó «El Bola» (hijo de Juanjo y Adela) y algunos miembros continuaron traficando de forma residual desde otros puntos de la ciudad, aunque trataron de mantener el punto de venta en Cañada, donde nunca decayó la demanda de cocaína y de heroína para los toxicómanos que siguen desplazándose hasta allí para consumir.
“De los Gordos no”
El nicho de negocio que dejaron los líderes del mítico clan fue aprovechado por otros clanes y por el propio hermano de Juanjo que, según fuentes policiales, comenzó a hacerse fuerte desde 2011. Incluso reniega de su hermano y saca pecho por el nombre de su propio negocio. «De Los Gordos no, nosotros de Los Kikos», salen diciendo en un video.
Un trastero en Entrevías
En una infravivienda a la entrada de esta parte de la vía pecuaria había montado un búnker donde dispensaba una media de 200 dosis diarias, tenían carteles con los precios de las distintas sustancias y hasta el horario de los autobuses que pasaban por la zona. A Francisco Hernández y a su mujer, Yolanda, les iba tan bien que, como buenos empresarios, apenas pisaban el negocio. Solo Yolanda iba, según fuentes policiales, un par de veces al día para recoger la recaudación. El efectivo lo guardaban en dos cajas fuertes situadas en diferentes lugares. Una en la vivienda del matrimonio, en Alcalá de Henares, donde también tenían joyas y armas y el otro punto fuerte estaba en Entrevías (Vallecas). Allí tenían alquilados tres trasteros situados en los bajos de un edificio que tenían entrada desde la calle. Uno de ellos tenía una puerta especialmente protegida y los agentes sabían que dentro guardaban droga y dinero pero nunca se esperaron encontrar las cantidades que descubrieron el pasado 30 de julio, cuando se llevó a cabo al fase de explotación de la llamada «operación Maíz», en honor al «kiko» o maíz frito del líder.
Coca escondida en el motor
Según la Jefatura Superior de Policía de Madrid, los agentes del Goiz, responsables de la operación, se incautaron de 19 kilos de cocaína. 18 de ellos estaban en una de las cajas fuertes del trastero de Vallecas. Era el proveedor quien solía entrar allí a coger mercancía para llevarla a la Cañada, donde podía llevar un kilo un par de veces a la semana escondido en la zona del motor del coche creyendo que así podría esquivar algún control policial aleatorio. En la Cañada llevaba el negocio Yolanda y su persona de confianza. Tenían, como casi todos los clanes, unos machacas en la puerta para dar el agua si llegaba la Policía. De hecho, cuando entraron los agentes, tiraron todo al fuego (otro de los clásicos) y el incendio se les fue un poco de las manos. En la vivienda de los jefes, en Alcalá de Henares, los agentes se incautaron de mucho dinero en efectivo. Entre aquí y lo del trastero, confiscaron cerca de 522.000 euros y 18 armas de fuego (y 2.000 cartuchos de munición). En la operación fueron detenidas 14 personas y seis de ellas ingresaron en prisión provisional en cuanto pasaron a disposición judicial.
La dificultad de vigilar durante el confinamiento
Los agentes del Goiz (Grupo Operativo de Investigación Zonal) comenzaron la investigación contra «Los Kikos» el pasado mes de febrero, apenas un mes antes de que se decretara el estado de alarma y nos confinaran a todos. Aunque el responsable del operativo reconoce que «la actividad en la Cañada no cesó» durante las semanas de encierro generalizado, sí les resultó más complicado mantener la vigilancia en esta y otras zonas que ya tenían controladas. «Tuvimos que tener mucho cuidado durante esas semanas», reconoce el agente. Quienes necesitaban su dosis o comprar más gramos (bien para consumo propio o para el menudeo en otras zonas de Madrid) siguieron frecuentando la vivienda bunkerizada de Francisco, a quienes también sitúan en el lugar los agentes. Otro de los registros se efectuó en Illescas, donde vivía el proveedor de origen merchero, y donde se incautaron de 40.000 euros en efectivo.
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