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Inmortalidad

Ramón Tamames
Ramón TamamesGonzalo PerezLa Razón

Hoy en día, existe un número creciente de científicos y pensadores, muchos de ellos dentro de lo que se llama el Transhumanismo, convencidos de que el principal emprendimiento de la ciencia moderna es derrotar a la muerte; y garantizar a los humanos la eterna juventud. Son ejemplos notables de lo que decimos el gerontólogo Aubrey de Grey y Ray Kurzweil.

En 2012, Kurzweil fue nombrado director de Ingeniería de Google, para un año después poner en marcha una compañía filial, de nombre Calico. Cuya misión declarada es «resolver el problema de la muerte». Ulteriormente, la propia Google fichó a otro creyente en la inmortalidad, Bill Maris, para presidir el Fondo de Inversiones Google Ventures. Kurzweil y De Grey son muy optimistas: sostienen que quienquiera que en 2050 posea un cuerpo y una cuenta bancaria (buena observación, la inmortalidad es cosa de ricos, los pobres que sigan muriéndose), tendrá una elevada probabilidad de alcanzar la inmortalidad, al engañar a la muerte una década tras otra.

Según los dos mismos autores, Kurzweil y De Grey, cada diez años, aproximadamente, «entraremos en clínica, y recibiremos un tratamiento de renovación. Que no solo curará las enfermedades, sino que también regenerará los tejidos más deteriorados y rejuvenecerá manos, ojos y cerebro. Antes de todo ello, los investigadores habrán diseñado una plétora de nuevos fármacos, y se las habrán ingeniado para toda clase de dispositivos y artilugios». Si Kurzweil y De Grey están en lo cierto –dice el incisivo israelí Noah Harari–, quizá algunos inmortales caminen ya por la calle, al lado de Vd. mismo sin que se haya dado cuenta. Volviendo a la sensatez, no es seguro que semejantes profecías se hagan realidad en 2050 o 2100. Las esperanzas de juventud eterna de Juan Ponce de León, siguen siendo prematuras, y a quien se las tome demasiado en serio le espera un amargo desengaño.