Tribuna
Fausto-Pop
En la cultura alemana hay una cierta creencia de que el Fausto es algo genuinamente alemán
Fausto, más actual que nunca como veremos, es no obstante un mito universal que, por lo tanto, ha tenido varias versiones a lo largo de su vida. El Fausto más conocido es el de Goethe, de 1790, pero, en realidad, aunque está especialmente arraigado en Alemania, no es exclusivo del mundo alemán. Basta con recordar «La trágica historia del Dr. Fausto», de Christopher Marlowe, de 1604 o la obra de Calderón de la Barca, «El mágico prodigioso», de 1637. También es preciso recordar la leyenda de Teófilo el Penitente. O, en el siglo XIX, a Estanislao del Campo (1834-1880) en Argentina, quien escribió un Fausto con connotaciones gauchescas a raíz de su audición en un teatro de la conocida ópera de Gounod. El propio comienzo o arranque del Fausto de Goethe coincide sospechosamente con algunas obras del barroco hispano. Con el tema, cierta relación tiene también «Las ilusiones del doctor Faustino», del español Juan Valera, que, si la cito, es porque me encanta, y porque la recomiendo, por ciertas razones que no podemos ahora contar en este breve artículo.
No obstante todo ello, en la cultura alemana hay una cierta creencia de que el Fausto es algo genuinamente alemán. Representativo de ello es Thomas Mann, quien, por cierto, escribió un conocido «Doktor Faustus», de 1947, en gran medida porque él mismo, como autor, se consideraba el continuador de la línea sucesoria de pensamiento más prototípicamente alemana, con lo que no podía faltar un Fausto. En numerosas obras, Thomas Mann contrapuso el mundo mediterráneo al alemán (lo bello, frente a lo burgués); otras veces contrapuso lo francés a lo alemán (civilización frente a cultura, o, más bien, al revés). En general, los que hemos vivido años en Alemania en ambientes universitarios y similares, hemos apreciado una cierta asociación de lo alemán al culto Fausto y una cierta asociación de lo español al superficial Don Juan, a veces como poniendo una cierta barrera o expresando un cierto temor social a la siempre más fácil expansión del Don Juan victorioso, con pérdida de especificidad alemana (todo esto con la globalización y el ocaso de la cultura ha cambiado algo). En este sentido de lo que estamos contando, es muy ilustrativo el Fausto de Grabbe, en concreto su interesantísima obra «Don Juan y Fausto», 1829, con un Fausto alemán apesadumbrado e intelectual y un sevillano Don Juan triunfador y vividor. El mismo autor, Grabbe, parece inspirarnos un posible Fausto: una persona enferma, buscando el éxito sin alcanzarlo como escritor ni tampoco como abogado, más bien ahogado en el alcohol…, ¿no es un posible candidato para pactar con el demonio y salir de ese injusto estado? Tampoco nos podemos detener aquí en las sutilezas del libro citado, que también recomiendo.
Una asociación que no puede tampoco faltar es la del Fausto con el arte y, en especial, el musical, vinculado este al demonio. El Dr. Faustus de Mann es el ejemplo más logrado; si bien, en realidad, es una idea central del pensamiento de T.M. (destacaría sobre esto, además de los «Buddenbrook», la obra de 1903 «Tonio Kroeger» que viene a ser una especie de tesis doctoral donde su autor nos expone su concepción del arte y, en particular de la música, en forma obviamente novelada): el arte es eso que necesitamos como el agua, pero que se asocia al demonio. Es algo peligroso, o, como se dice en «La Montaña Mágica», «la música es políticamente peligrosa» (una gran frase; ideas similares hay en Robert Musil, pero es una idea en general muy de la época en Austria y Alemania y otros lugares). De hecho, otra idea arraigada en Alemania, y que expresa Mann, es que en este país tuvo una impronta especial la música como forma de interpretar y expresar el mundo, lo que explica algunos de los acontecimientos más fatales de Alemania durante el siglo XX. Nuevamente, lo dejamos esbozado. El propio Fausto de Goethe se mueve en esa órbita intelectual que expresa esa sensación que todos podemos tener de llegar, cuando llegamos a una avanzada edad, observando el poco éxito y el mucho esfuerzo del continuado estudio, quedando la solución final de pactar con el demonio como un último cartucho llamando a la vida.
Pues bien, en este contexto, «Fausto-pop» es mi último libro, una novela que ha salido publicada estos días (con la editorial Guillermo Escolar) donde actualizo el mito de Fausto al mundo pop de nuestro tiempo. Un personaje de oficina pacta con el demonio, primero es engañado por este, después es restituido y demonio y personaje se van a España a hacer negocios urbanísticos, pese a que topan con una Administración inactiva. La obra contiene reflexiones con las que se analiza nuestro tiempo. Y conversaciones y diálogos con autores alemanes. Al final, vence el personaje, contra pronóstico, gracias a una inyección de melancolía demoníaca.
Santiago González-Varases Catedrático de Derecho y escritor.