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Mar en calma

Flores para Antonio

Siempre hay que luchar por algo y Alba, con su búsqueda y vulnerabilidad, nos invita a reparar heridas, superar pérdidas y abrazar el presente

Alba Flores es, desde hace años, una actriz consagrada. Y ahora, gracias al emocionante y poderoso documental dedicado a su padre, demuestra que también ha heredado una sensibilidad especial para cantar.

«Flores para Antonio» no es solo la historia que deseábamos conocer, es también un proceso de sanación para quien hemos perdido un ser querido y para una saga artística irrepetible, que forma parte de la memoria de todo el país. Un diálogo pendiente para continuar un legado único tan vibrante como nuestro.

La partida de la gran Lola Flores, Lola de España, y la de su hijo apenas catorce días después, han requerido treinta años de duelo. Mucho dolor que podemos ver en la gran pantalla convertido en amor, memoria y arte, en una obra en la que brilla también la madre de Alba, Ana Villa (¡qué orgullo ser tu prima!), cuya lucha y fuerza interior traspasan la pantalla y llegan al alma.

Como dijo Alba en el preestreno: «El público siempre ha estado en nuestras vidas. Forma parte de nuestra constelación familiar». Y es que crecimos admirando el arte de los Flores. Me conmueve especialmente que llegue ahora, justo tres décadas después de aquellas pérdidas que seguimos llorando. Treinta años fueron también los que necesitó mi hermana para sanar y perdonar. Y recordaba, al ver la película, aquella frase de «La bailarina de Auschwitz»: «En la infancia se crean las dimensiones y las fronteras de nuestra propia valía». La protagonista de la popular novela tardó también tres décadas (casualidad o causalidad) en descubrir que lo importante no es saber por qué vive, sino qué hacer con su existencia.

Siempre hay que luchar por algo y Alba, con su búsqueda y vulnerabilidad, nos invita a reparar heridas, superar pérdidas y abrazar el presente. Su canción final, puro sentimiento y pura luz, convierte «Flores para Antonio» en una obra profundamente conmovedora.

Hablar del dolor es también honrar la vida.