Insensateces

Las Leires

«Es más fácil competir contra alguien que contra la sombra de alguien». Y Leire tuvo esa sombra omnipresente

Todas hemos sido alguna vez un poco Leire en nuestras vidas. Aguantamos al señoro de turno, que viene dañado de otra relación en la que la otra dijo «hasta aquí». Nos acoplamos, le cuidamos a él y a sus niños. Aguantamos sus neuras y alguna que otra comparación. Nos ganamos nuestro sitio por ser buenas niñas, comprensivas, pacientes. Somos un encanto en sus reuniones sociales y defendemos el núcleo como si fuera para siempre. Hasta que el señoro ve a su ex por televisión y comienzan las grietas. Hay que ver lo recuperada que está y lo bien que le sienta ese vestido azul. La ve, la ve bien, y en la cabeza de ese señoro hay un recuerdo imborrable que regresa: el de aquella felicidad idealizada.

Y resulta que, después de diecisiete años de relación, en los que has soportado algún ninguneo que otro, el chorbo te dice que esto no era para siempre y que ha pensado que es mejor cortar por lo sano. Pero tú sabes que el movimiento lleva trampa. Y hay muchas señales.

La Oreja de Van Gogh ha triunfado gracias a dos mujeres. A dos mujeres y a su carisma. Particularmente, me parece una banda ñoña, pero con dos vocalistas notables, cada una en su estilo. Me interesa más de lo ocurrido lo que subyace y que es aplicable para la vida de todos. Lo decía Manuel Jabois el otro día: «es más fácil competir contra alguien que contra la sombra de alguien». Y Leire tuvo esa sombra omnipresente. Una sombra, además, doliente, lo que aumentó si cabe más la poesía y la épica.

Así que, esperemos que al señoro de turno (que son cuatro y a los que no podría reconocer aunque llevaran un cartel con unas letras muy gordas) le salga bien la jugada. Que sus maniobras y cálculos le sean propicios y consiga volver con la ex, porque lo siguiente a esto también puede ser cerrar las discotecas de los pueblos a las siete de la mañana llorando sobre el cubata. Que es lo que debería pasarles a todos los que nos usan y nos tiran, incluido algún monarca rancio que ha pisoteado toda su vida la dignidad de una reina hasta la náusea.