Aunque moleste
Lo que es de Trump
El republicano demuestra más compromiso con la paz que Obama y Biden
Dado lo difícil que resulta a algunos reconocer mérito a Trump, es de justicia hacerlo ahora que se abre el camino para la paz entre judíos y palestinos. Con frecuencia las poblaciones son las más damnificadas por las actuaciones de sus dirigentes. Si tienen la desgracia de ser gobernadas por políticos belicistas, la tragedia está garantizada. No sufren los hijos ni los familiares directos de los líderes, pues ya se cuidan ellos de ponerlos a buen recaudo, sino las personas llamadas a morir en el frente, los ciudadanos inocentes asesinados por Hamás el 7 de octubre, los niños, ancianos, enfermos y embarazadas víctimas de las bombas que lanza Netanyahu sin discriminar entre civiles y terroristas. Por eso, cuando llega un mandatario como Trump, empeñado en librar al mundo de la guerra, suena a incredulidad, hasta que el americano lo demuestra en escenarios como Irán, Israel, Ucrania o Palestina. A estas alturas no quedan muchas dudas sobre las intenciones realmente comprometidas con la paz del inquilino de la Casa Blanca. Cierto que su lenguaje agreste no casa bien con sus acciones, de ahí la incredulidad de algunos. Pero a veces son peores los dirigentes teóricamente pacifistas que, como Obama o Biden, no hicieron nada por evitar el conflicto en Ucrania, primero en 2014 y después en 2022. Dijo Trump a ese respecto que con él esa guerra nunca se hubiera producido. Seguro, pues con facilitar la buena relación entre Kiev y Moscú, apartando los asuntos espinosos de la OTAN y el Donbás, hubiese bastado para sortear un conflicto que en realidad tanto Obama como Biden fomentaron. A Barak le dieron un Nobel preventivo pese a que mantuvo tres guerras durante sus dos mandatos. A Trump no se lo quieren dar aun demostrando su compromiso con la no confrontación. Un compromiso desde la fuerza, verdad. La peligrosa escalada bélica de Teherán contra Tel Aviv la esquivó bombardeando los centros donde los ayatolás enriquecían el uranio, pero en una acción quirúrgica encaminada a poner fin a un contencioso peligrosamente regional. Algunos se apresuraron a blasfemar contra él por hacer uso de las armas, como si predecesores suyos como Clinton, Obama o Biden no lo hubieran hecho de manera recurrente. Trump arrastra el pecado original de no ser progre ni woke, y a las élites mediáticas les cuesta reconocerle algún mérito. Ahora no tienen más remedio, aunque lo hacen con la boca pequeña, esperando algunos que el acuerdo que ayer se suscribió en Egipto se tuerza, para emprenderla de nuevo contra el republicano. Es el caso de nuestro Sánchez, más volcado en aplaudir los incidentes en la Vuelta o en sacarle partido al «genocidio», que en buscar soluciones para evitar que judíos y palestinos se masacren por culpa de sus dirigentes. Mientras Sánchez se entregaba con entusiasmo a jalear a la flotilla, llena de simpatizantes de Hamás, Hezbolá y hasta de ETA, Trump avanzaba en conversaciones discretas para alcanzar la paz. La guerra suspendida, el ejército israelí replegado, la población gazatí liberada de bombardeos, la ayuda humanitaria entrando y la esperanza de que se cumplan los 20 puntos de un plan imperfecto, pero que es un acuerdo, al fin y al cabo. Reconozcamos el mérito del presidente de los Estados Unidos. A Donald Trump, lo que es de Trump.