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País Vasco

La moneda oficial vasca que nació en la Guerra Civil y sólo se usaba en el País Vasco

La peseta vasca tuvo una vida útil muy breve y actualmente está muy cotizada por los expertos en numismática

La peseta vasca: moneda oficial vasca que nació en la Guerra Civil y sólo se usaba en el País Vasco Wikipedia

Durante los años convulsos de la Guerra Civil Española, el País Vasco vivió uno de los capítulos más singulares de su historia moderna: la emisión de su propia moneda. Aunque apenas circuló durante unos meses, la llamada peseta vasca se ha convertido, con el tiempo, en una joya para coleccionistas y en un testimonio palpable del espíritu de autogobierno que marcó aquella época.

Corría el año 1937 y el Gobierno vasco, presidido por el lehendakari José Antonio de Aguirre, enfrentaba una situación crítica. Aislado del resto del territorio republicano por el avance de las tropas franquistas, el ejecutivo vasco tuvo que tomar medidas excepcionales para mantener a flote la economía regional. Entre ellas, destacó la creación de una moneda propia, un gesto que combinaba urgencia práctica con una fuerte carga simbólica.

Una moneda nacida en tiempos de guerra

La decisión de acuñar moneda propia no fue un capricho político, sino una necesidad urgente. La escasez de efectivo, especialmente de moneda fraccionaria, dificultaba las transacciones cotidianas en un territorio que funcionaba de facto como una entidad autónoma en medio del conflicto. Para hacer frente a esta situación, el Gobierno vasco encargó la fabricación de monedas de 1 y 2 pesetas en Bélgica.

Estas monedas, en cuya iconografía se mezclaban elementos republicanos y vascos, mostraban en el anverso la inscripción “Gobierno de Euzkadi” y en el reverso el valor correspondiente. Uno de los detalles más llamativos era la figura femenina con gorro frigio, una imagen que evocaba la libertad y la resistencia, valores fundamentales para el ideario republicano y vasco de la época.

Se calcula que se acuñaron en torno a 10 millones de pesetas, una cifra modesta que refleja el carácter limitado y transitorio de esta emisión. De hecho, la vida útil de la peseta vasca fue extremadamente breve: en junio de 1937, con la caída de Bilbao en manos franquistas, la moneda fue retirada de la circulación, y con ella desapareció también el efímero sistema monetario vasco.

Los billetes que no llegaron a circular

Además de las monedas, el Ejecutivo del País Vasco diseñó billetes de varias denominaciones, desde las 5 hasta las 1.000 pesetas. Estos billetes estaban cargados de simbolismo cultural: ilustraciones de baserritarras, arrantzales o referencias a la Universidad de Oñati buscaban reforzar la identidad vasca en un momento de enorme incertidumbre.

Los billetes fueron obra del artista Nicolás Martínez Ortiz de Zárate, y aunque algunos llegaron a imprimirse, muchos, especialmente los de mayor denominación, nunca llegaron a circular debido al rápido avance de las tropas franquistas. Su uso, además, se limitaba a las zonas controladas por el Gobierno vasco, lo que refuerza aún más su carácter excepcional y su rareza como objetos históricos.

De moneda de guerra a tesoro de coleccionista

Hoy, más de ocho décadas después, la peseta vasca ha dejado de ser un mero instrumento económico para convertirse en un bien muy valorado entre los numismáticos. Las monedas de 1 y 2 pesetas todavía pueden encontrarse en ferias de coleccionismo o en plataformas en línea, aunque su autenticidad no siempre está garantizada. Por su parte, los billetes, especialmente los de 500 y 1.000 pesetas, que nunca circularon— son extremadamente difíciles de conseguir y alcanzan precios muy elevados en el mercado especializado.

El atractivo de estas piezas va mucho más allá de su rareza: son fragmentos tangibles de un momento único en la historia del País Vasco, testigos silenciosos de una época en la que la región luchó por mantener su identidad y su capacidad de autogobierno en un contexto de guerra y desintegración.

La peseta vasca no fue sólo una moneda provisional; fue también una afirmación política y cultural. Aunque su vida fue fugaz, su legado sigue vigente, tanto en el imaginario histórico vasco como en el ámbito del coleccionismo.