Tecnología
Todo ocurrió en un abrir y cerrar de ojos. Tan sólo unas horas después de que el FBI detuviera a los dueños de Megaupload, la famosa plataforma de alojamiento de archivos en internet, una veintena de páginas web del Gobierno de Estados Unidos se vino abajo. Fue casi instantáneo. Sin esperarlo, más de 5.000 activistas de todo el mundo se coordinaron para lanzar un ataque masivo de degeneración de servicios distribuidos (DDoS) que desactivase dichos portales. Y así fue. Durante horas, resultó imposible acceder a ellos como represalia a la acción policial que tuvo lugar en enero de 2012. Esto que, por aquel entonces, no generó una gran repercusión, puso el foco sobre un movimiento que poco a poco comenzaba a sentar cátedra en la red: el hacktivismo.
Los protagonistas de este fenómeno no se definen ni como hackers ni como activistas por separado, sino como una especie de mezcla en la que además incluyen algún que otro toque grandilocuente. En ese sentido, a los hacktivistas les gusta aprovechar las vulnerabilidad de los sistemas informáticos, pero mucho más reivindicar su causa. Y lo hacen careta por delante y escudo por detrás, pues no hay que perder de vista que la mayoría de sus actuaciones tienen lugar fuera de la legalidad. El ejemplo más esclarecedor lo encontramos en Wikileaks, una organización que lleva casi 15 años sacando a luz datos sensibles de los gobiernos de todo el mundo. ¿Con qué objetivo? Hacer justicia. Por ello, la Red Europea de Prevención de la Delincuencia (EUCPN) ha concentrado todas sus tácticas en la siguiente definición: “El uso subversivo de ordenadores y redes para promover una agenda política”. En concreto, la de estos revolucionarios.
“Se trata de personas que se apoyan en las nuevas tecnologías para llevar a cabo sus protestas sociales y, en cierto modo, para controlar a las instituciones”, explica Javier Redondo, experto en Ciberseguridad y movimientos sociales en internet. “Normalmente, nacen motivados por su deseo de garantizar la libertad de expresión, concienciar sobre la privacidad y proteger los derechos básicos de los ciudadanos. Es por ello por lo que estos grupos revelan, cada cierto tiempo, información confidencial de quienes no permiten su pleno disfrute: para señalar a sus dueños y arrinconarles frente a la opinión pública”. Así lo entendió también Anonymous, una de las formaciones más conocidas a nivel mundial. Si bien nació en 2003 en el seno del foro 4chan.org, no fue hasta 2008 cuando empezamos a oír su nombre con fuerza. Aquel año, le declaró la guerra a la Iglesia de la Cienciología. Pero, después, llegaron sus grandes hazañas: desde lanzar operaciones contra el Ku Klux Klan hasta desvelar las causas de la muerte de Lady Di.
Como puede observarse, estas estructuras no están afiliadas a ninguna ideología ni a ninguna creencia. Se basan en lo que podríamos reducir al sentido común: lo que se considera justo tendría que serlo tanto en Alemania como en Rusia. Por ello, actúan con independencia y autonomía propia. Ahora bien, eso no quita para que hayan trabajado conjuntamente con los dirigentes de algunos países. Por ejemplo, tras los atentados de yihadistas contra la revista francesa CharlieHebdó, en 2015, Anonymous puso en marcha la #OpISIS. Gracias a ella consiguió desmantelar miles de cuentas de Twitter y decenas de páginas relacionadas con el Estado Islámico. Aunque no es la única que ha liderado. Posteriormente, llegaron la #OpSudán y la #OpCártel, destinadas a luchar contra Omar al Bashir, el dictador del país norteamericano durante 30 años, y contra los cárteles de la droga en México.
En España, tuvo lugar la #OpCatalunya. “Vemos que seguís lastimando a los catalanes. Esto no es una broma. Haremos daño a vuestro Gobierno también. Este es un tipo de protesta, no pararemos”, recogía el texto que los hackers lanzaron como represalia a la aplicación del artículo 155 en la comunidad autónoma. Y lo cumplieron: a lo largo de 2018 cayeron los portales del Gobierno, del Poder Judicial, del Consejo de Transparencia y del Ministerio de Exteriores, entre otros. Además, manipularon el acceso a determinas páginas, en las que difundieron mensajes secesionistas y, durante el juicio del procés, aseguraron haber accedido al correo electrónico del magistrado del Tribunal Supremo, Manuel Marchena. “Si bien, hoy, sigue habiendo algún que otro caso similar, su actividad se ha reducido muchísimo”, subraya Carlos Montes, experto en Seguridad informática. Así lo recoge el informe Ciberamenazas y tendencias, elaborado por el Centro Criptológico Nacional. A lo largo de sus 44 páginas, califica ya estos ataques de “baja peligrosidad” y cada vez “más residuales”. Dos datos que aparecen recogidos en el documento Hacktivismo y ciberyihadismo, publicado por el mismo organismo.
“A día de hoy, aún no está muy claro qué consecuencias legales tienen estas acciones. Se trata de algo para lo que no tenemos una referencia previa, por lo no se puede resolver de la noche a la mañana”, sostiene Montes. De hecho, esa es la situación que vive Xelj, un tarraconense de 21 años que fue detenido en la operación Green hat, ordenada por el departamento de delitos telepáticos de la Guardia Civil como respuesta a la #OpCataluña. El joven está acusado por daños informáticos y revelación de secretos por los hechos que se desarrollaron a partir del 1-O y en el contexto de las elecciones catalanas del 21D. Por el momento, no ha sido condenado. Aunque, de confirmarse la pena, podría llegar a pasar hasta 11 años en prisión.
La Novena y The Yes Men
En pleno 2020, Anonymous no es la única entidad que actúa con cierto reconocimiento público. En nuestro país, destaca La Novena Compañía. Esta organización es conocida, entre otras cosas, por su ataque a El Corte Inglés, en el que consiguió las “listas de la Comunión” que muchos padres dejaron en el centro comercial de cara a su celebración. También, en mayo de 2019, accedió a la web de venta de entradas de La Alhambra y, noviembre de 2018, atacaron al partido de Santiago Abascal, comprometiendo la seguridad de los datos de más de 20.000 usuarios inscritos en el site de VOX. “Seguiremos tomando notas de esas corporaciones que hacen ERTE u obligan a sus trabajadoras a ir a las empresas, pese a quien pese. Volveremos. Esperadnos”, escribieron en su último mensaje hasta la fecha.
Electronic Disturbance Theater y The Yes Men son otros de los más conocidos. El primero es un grupo de los 90 que se hizo famoso por dar visibilidad al movimiento zapatista, una guerrilla y un partido político con un mensaje opuesto a la globalización neoliberal. Para ello, lanzó ataques contra el Ejecutivo usando plataformas como FloodNet, que les permitían mandar múltiples peticiones de acceso a las páginas de estas instituciones para colapsarlas. El segundo es un conglomerado estadounidense dedicado a crear webs falsas para hacerse pasar por una empresa. Su acción más conocida fue contra Dow Chemical Company por una filtración de gas en una de sus fábricas que mató a cerca de 15.000 personas en Bhopal (India), en 1984. En el vigésimo aniversario, creó un vídeo falso de la cadena británica BBC en el cual la compañía reconocía su responsabilidad por el accidente.