El desafío independentista

Todos somos iguales

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La raza humana es peculiar, maravillosa, pero peculiar. Cuando miras por el espejo retrovisor de la historia encuentras avances impensables en su día, inventos increíbles, progresos, modelos de convivencia y la toma de conciencia de nuestra grandeza y también de sus congéneres.

Su desafío a la democracia española es triste para los que vivimos el cambio de un régimen dictatorial a un modelo en el que todos somos iguales ante la ley y entre todos decidimos qué queremos para España. La forma en la que ha llevado el presidente autonómico catalán esta ruptura unilateral es intolerable. Los ciudadanos han demostrado estar con sus legítimos representantes y con el jefe del Estado y en contra de aquellos que, como Puigdemont, ERC y la CUP, quieren implantar un régimen totalitario de pensamiento único fraguado en un sistema educativo cuya cesión de competencias ha sido utilizada para el adoctrinamiento.

El Gobierno de España se ha mantenido firme y el poder judicial actúa contra aquellos que, como actores o cómplices, han contribuido ha llevar el caos y el dolor a Cataluña. Es la única visión posible entre los demócratas y esa es la la debilidad que presentamos ante la naturaleza y ante todo lo que aún no podemos controlar que es mucho.

Y somos peculiares porque con esos rasgos de especie dominante que avanza a pasos agigantados, también presentamos enfermedades que no erradicamos y errores que se repiten a través de los siglos. El nacionalismo es una de esas dolencias que tanta crispación provoca, ahora en nuestro país, y siempre en cualquier rincón del mundo. Carles Puigdemont es una de las personas infectadas por el virus que hace creer a quien lo padece que es superior al resto de

posición que el PP y Ciudadanos han expresado con absoluta claridad y que al PSOE le está costando –cada vez menos– explicitar sin ambigüedades.

Cataluña es el foco del contagio nacionalista. Esa fiebre ha llevado a algunos rebrotes en el País Vasco y que ha provocado que tengamos que soportar imágenes como la presencia de Arnaldo Otegi como “consejero” de los golpistas en Cataluña. Evitar que se extienda la locura es una tarea de todos y estar junto a los que deben preservar el orden es inexcusable. España va a seguir adelante y va a mantener su modelo de convivencia como garantizó el Rey Felipe VI.

Si de algo ha servido este proceso doloroso es para que quienes secundan las posiciones de prevalencia de un pueblo sobre otro, de superioridad moral, cultural e histórica, se quiten la careta y se presenten ante sus vecinos como lo que son: sectarios y profundamente antidemocráticos.

Decir que Compromís es una formación nacionalista no tiene mérito porque así se definen ellos mismos. Aventurar que están contra el Jefe del Estado y el orden establecido podría ser una intuición, pero gracias a Puigdemont se ha convertido en una certeza. Cada vez más mimetizada con la CUP, Compromís se identifica con la hoja de ruta de los separatistas catalanes. El intento de adoctrinamiento en las escuelas, de eliminar progresivamente el castellano en las instituciones públicas y de pervertir la historia y la cultura del pueblo valenciano ya está activado por parte de la formación nacionalista.

Son momento de hombres y mujeres de Estado, donde la defensa de la ley y la unidad de España tiene que ser inequívoca. Porque todos somos iguales. Mónica Oltra está con el proceso secesionista, como lo están todos los cargos públicos de Compromís y así lo han expresado en sus cuentas en diferentes redes sociales. Detestan la figura del Rey pese a encarnar nuestro modelo de convivencia democrático y justifican que Puigdemont se salte la ley sin sonrojo.

Es por ello que le pido al presidente valenciano, Ximo Puig, que se libere de esta lacra del nacionalismo que le atenaza en el gobierno autonómico. Que se deje de equidistancias porque Mariano Rajoy defiende la legalidad vigente y Puigdemont la conculca. Somos iguales ante la ley, nadie está por encima de ella. No debe pues el presidente de los valencianos utilizar la calculadora electoral ni ponerse de perfil, porque es hora de estar al lado del orden constitucional y no de dar alas a quienes quieren romper este país con algaradas.

El próximo lunes, día 9 de octubre, es el día grande para los valencianos y Puigdemont ha anunciado que probablemente en esa jornada declarará la independencia unilateralmente de Cataluña. Puig debe preservar el orgullo de los valencianos, alejarse del mimetismo que Compromís tiene con la CUP y con el proceso de secesión catalán porque la Comunidad Valenciana nunca será Cataluña, y formamos parte de un proyecto común: España.

Todos somos iguales y así debe seguir siendo. Entre todos decidimos y entre todos tenemos que acabar con los tics totalitarios como el que ahora llega, no desde Cataluña, sino desde quienes ilegítimamente están violando su mandato constitucional que es de donde emana su posición institucional. Aún están a tie