Literatura

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Octavio Uña: «El sitio del poeta, como el del villano, es el rincón del silencio»

Recoge en «Iluminaria» todo el viaje recorrido con su poesía de 1976 a la actualidad

«Cuando España vence a sus demonios internos es una nación adorable»
«Cuando España vence a sus demonios internos es una nación adorable»larazon

Recoge en «Iluminaria» todo el viaje recorrido con su poesía de 1976 a la actualidad

Octavio Uña habla como escribe. Él mismo se define como «un danzante de España que escribe en cualquier esquina», como hacía su maestro y amigo José Hierro. Charlar con el filósofo y sociólogo es abstraerse en uno de sus poemas, dejarse llevar por la musicalidad de sus palabras y recoger todo cuanto se pueda de su paseo por el mundo, de universidad en universidad, de rincón en rincón. De Castilla a las antípodas, «Iluminaria. Poesía reunida» (Sial/ Contrapunto) acumula toda su obra de 1976 a hoy. No hay nada que escape a su arte: abejas, un prado, un árbol... Cualquier excusa es buena para «cantar el esplendor de la vida, la hermosura del cuerpo humano, de la vida social, la gracia de las gentes...», dice.

–40 años de poesía...

–Escribo desde que era un niño. Me inspiró mucho mi tierra, entre Zamora y León, en la que la escuela rural me hizo ver un lugar profundo y hermoso. Dicen que allí se habla el castellano canónico. Pronto, con 15 años, salí a El Escorial, a un lugar comparable a la pirámide de Keops: el Monasterio. Viví en la Torre de la Botica, mirando al estanque y a los montes. Pero también tenía la maravilla mayor de aquel lugar, que es su biblioteca. No te imaginas qué gozada tan infinita es confundir tu juventud con el Renacimiento. Tienes que ser de madera de eucalipto duro para que ese chorro de estética no te cale.

–¿Era consciente del lugar en el que estaba?

–Siempre tuve una naturaleza sana y no me atormentaron los demonios. Sí la meditación y las largas lecturas. Ahí escribí mis primeros ensayos. Ahora ya estoy jubilándome, pero el recuerdo que tengo de siempre es tener a los libros como mis compañeros de viaje. Da igual dónde, El Escorial, Salamanca, Zamora... La España unamuniana se apoderó de mí. Soy un paseante de Castilla.

–Y del mundo...

–Sí, no me puedo quejar. Europa, Suramérica, Estados Unidos, Oceanía, el mundo árabe...

–Pero eso ya llegó más tarde, el libro se remonta a plena Transición.

–Tuve la suerte de estudiar en la Complutense en la misma hora en la que España cambiaba su figura. Ahí se vio al país de la concordia, creador, moderno, capaz de todo... Cuando España vence a sus demonios internos es una nación adorable.

–¿Tenemos muchos demonios?

–Eso parece. Ya Churchill decía eso de que «no necesitaba enemigo exterior, ella misma se destruye».

–¿Se reconoce Octavio Uña en su primer poema?

–Sí, no maldigo mis malos versos como Lorca dijo de sí y por eso los he editado todos. La vida es un aprendizaje y es hermoso ver cómo vas abriéndote a la luz. Para mí el viaje ha sido poder ir a Australia y Nueva Zelanda y a comprarlo con Castilla, en particular, y España, en general.

–¿Cómo evoluciona el verso en cuatro décadas?

–Mi poesía siempre ha ido atada a mi discurso filosófico de profesor y de hombre dado al pensamiento. No puedo ser una persona distinta de la que escribe poemas, lo que trato de hacer es ser diferente y cantar el esplendor de la vida, la hermosura del cuerpo humano, de la vida social, la gracia de las gentes...

–¿Infravalora el público general la poesía?

–Es como el agua en el desierto, la valoras cuando no está. El arte, la pintura y la música son así. La poesía, que es la más profunda creación, nos hace la vida hermosa y nos acerca a nuestro destino más humano.

–Pero la realidad es que cuesta verla en el top ventas.

–Porque no tenemos educación para eso. El poeta se edita sus libros y, generalmente, es pobre como el artista que se dedica únicamente a esto y no puede entrar en el juego laboral. Su sitio, como el del villano, es el rincón del silencio. Está a contramano.

–¿Están condenados a la incomprensión?

–En buena parte sí. Habita en un metamundo que va más allá de lo cotidiano.

–¿Un lugar demasiado personal?

–El discurso poéticos no es fácil, limita con lo hermético y lo intimista. Son mundos difíciles de descifrar porque hay que entrar en la vivencia de otro. Pero cuando se consigue... Abrir a Neruda o Lorca es una maravilla, detienen el tiempo. La poesía nos salva, igual que la belleza y la verdad.

–Bueno, la verdad nos mete en problemas...

–(Risas) Muchísimas, pero la belleza también. La poesía lleva dos elementos grandiosos: la música interna y la palabra.

«Iluminaria»

Octavio Uña

Sial/ Contrapunto

1.130 págs., 28 eur.