Historia

Córdoba

La catedral-mezquita-catedral de Córdoba. La Historia es la Historia

La Razón
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En las últimas semanas se discute sobre el actual estatus de la catedral-mezquita de Córdoba. Varias de las voces contrarias a su mantenimiento suenan un tanto oportunistas; y a río revuelto, ya se sabe, ganancia de pescadores. Otras me temo que destilan más de una gota de laicismo anticlerical más que trasnochado. Por contra, muy pocas tratan de Historia, al menos «sin ira y con afición». Afortunadamente hay un punto de general acuerdo: es una maravilla artística, que refleja la historia de Córdoba. Una maravilla que se despliega en tres: lo que queda de la mezquita, más de 2/3 de su planta máxima; la catedral en su centro, esencialmente renacentista-plateresca; y también los restos de época goda encontrados en su subsuelo, que permiten imaginar lo que fue la basílica-catedral dedicada a San Vicente con anterioridad a la ocupación de Córdoba por tropas extranjeras musulmanas a mediados de agosto del 711.

La vieja colonia romana de Córdoba había vivido una auténtica segunda edad de oro en tiempos godos. Sede del duque de la provincia bética del Reino godo de Toledo, la ciudad era asiento de algunos de sus linajes nobiliarios más importantes, de los reyes Witiza († 710) y Rodrigo († 711) entre otros. Lo que explica por qué el inmediato Emirato escogió a Córdoba como su capital. Para entonces, la cristiandad cordobesa contaba con las reliquias de sus mártires nativos (Acisclo, Zoilo, Fausto, Jenaro y Marcial), y bastantes basílicas y monasterios, dentro y fuera de su recinto. Su sede episcopal era muy antigua, contando en su historia con el famoso Osio († 357). En el 711 oficiaba de iglesia madre la dedicada a San Vicente, el mártir hispano más famoso. Una basílica amplia cuya cesión para su uso como mezquita de la primera aljama fue exigida de inmediato por las nuevas autoridades islámicas. No creo que los cordobeses la cedieran con gusto. Pero conocían muy bien las quemas y saqueos de iglesias y monasterios por el invasor musulmán en otros territorios, y en la misma Córdoba, cuyo principal conjunto monástico y eclesial, el de san Acisclo, debajo de la estación de Cercadilla, sufrió gravísimo destrozos en noviembre del 711.

Abderramán I († 788) construyó la mezquita aljama cordobesa sobre el solar de la demolida catedral. Tanto entonces como en las ampliaciones de Abderramán II († 852) y Alhakén II († 976) se utilizaron columnas, capiteles y otros elementos decorativos de la destruida catedral, y de otras edificaciones cristianas de Córdoba y su alfoz. Que fueron mutilados de contener signos e imágenes cristianas. Así se conseguía ahorrar materiales y destruir la memoria cultural y étnica de la mayoría de la población, todavía cristiana hasta finales del siglo IX. Medidas represivas que se vieron acompañadas de otras como la obligación de llevar un distintivo –un ceñidor amarillo– por parte de los cristianos, la prohibición de tocar las campanas, o de edificar nuevas iglesias.

Tras la conquista de Córdoba, Fernando III cedió la mezquita a la Iglesia, para que fuera sede catedral. Pero ni al rey santo ni a ninguno de sus sucesores se les ocurrió destruir lo esencial de un edificio que era memoria viva de la identidad étnica andalusí. Tampoco picaron sus signos e inscripciones alusivas a la fe coránica. La Castilla de entonces y la Monarquía católica española posterior indicaban así su voluntad de no hacer tabla rasa de la Historia de estas tierras andaluzas. Las primeras adaptaciones que al culto cristiano trataron de respetar al máximo el antiguo edificio. Sólo sería tras tres siglos de dominación cristiana cuando el cabildo se decidió a realizar una intervención profunda, con edificación de la catedral plateresca. Tampoco entonces se destruyeron los símbolos más islámicos del edificio. Por eso creo de toda justicia reconocer que los sucesivos obispos cordobeses y su cabildo, propietarios del templo, han velado desde la conquista cristiana por preservar lo más posible esa joya del arte islámico, pero también del patrimonio artístico andaluz y español, para que hoy la podamos disfrutar todos. Ojalá todos los que han sido usufructuarios de las construcciones levantadas en ese solar cordobés hubieran actuado con la misma lealtad a la memoria histórica.