Alfonso Alonso

Y todos volvieron a mirar al presidente

Y todos volvieron a mirar al presidente
Y todos volvieron a mirar al presidentelarazon

Directo, caustico, socarrón y con las pilas cargadas. Dispuesto a hacer valer la victoria de su partido frente a todo y frente a todos. Así llegó Mariano Rajoy a LA RAZÓN, acompañado de su mujer Elvira, su mejor apoyo en tiempos duros. Cuánto más le acorralan, más se crece. Y cuánto más quieren lincharle, más da la cara. Mariano Rajoy lleva semanas bajo una presión insoportable de distintos sectores que solo buscan echarle. «Pinchan en hueso», aseguró en un corrillo informal antes de su esperada intervención con lleno hasta la bandera. Nueve ministros de su gobierno, la cúpula del PP, la primera dama de Madrid y la pléyade empresarial acudieron a escuchar a un presidente del Ejecutivo en funciones que no piensa, ni por asomo, tirar la toalla. Si la costura es el arte de unir con fino hilo y punzante aguja todo tipo de tejidos, anoche demostró que su liderazgo no está prendido con alfileres.

Antes bien, se ve sólido, rotundo y apoyado con dedales de postín para el ropaje político que se avecina. Está enfadado y se le nota. Y cuando Mariano anda enojado saca lo mejor de sí mismo. Perplejo ante una situación sin precedentes en la historia democrática. Molesto con un Pedro Sánchez displicente y resentido. Atónito ante un Albert Rivera oscilante. Sarcástico ante lo que llama una comedia de enredos, un sainete de precampaña electoral. «En mi vida política he aguantado casi todo, ahora ya puedo decir que todo», asegura el presidente en funciones sabedor de las campañas persistentes contra su persona. «Se ve que algunos no se cansan nunca», ironiza Rajoy cuando se le pregunta por quienes reclaman su salida. Y recuerda con retranca sus años de joven opositor en Galicia, allá por el año 1977, cuando empezó en política pegando carteles. Antes de la conferencia está locuaz, con ganas de hablar. «Todo esto supera la ciencia ficción», dice mientras reitera que ha ganado las elecciones.

Su mujer Elvira, de elegante azul y un precioso broche regalo de su marido, le observa con sosiego. A Soraya, lista y eficaz, no se le escapa una. Ana Pastor, Fátima Báñez, Jorge Fernández, Tejerina, Morenés, Alfonso Alonso, Méndez de Vigo y Rafael Catalá, mantienen el tipo. El jefe está en forma y les insufla ánimos. Dolores de Cospedal, Maillo y un Pablo Casado en los huesos, de tanto dar la cara, le respaldan sin fisuras. Al tiempo, el presidente del Senado, Pío García Escudero, tiene esa Cámara tranquila con la mayoría absoluta del PP. Los dos «halcones» del Congreso, Rafael Hernando y José Antonio Bermúdez de Castro lo tienen claro: «Éste no sale», dicen del aspirante socialista a la investidura. Un nutrido grupo de empresarios, de los más importantes del país, rodean al presidente. Imploran que la economía no decaiga y se mantenga la recuperación. «Con los populismos se desanda lo andado», asegura Rajoy sin titubeos. Está guerrero y advierte que seguirá siendo candidato mientras su partido le apoye. «Digan lo que digan», como suena la canción.

Y suelta estopa gallega a Pedro Sánchez: «Ni habla, ni está, ni se le espera, es increíble». Hacia Albert Rivera: «Por el afecto que nos tiene me pide en una carta un tratado de adhesión». Y denuncia cómo es la primera vez que un candidato acude a una investidura sin haber ganado las elecciones. De Mariano Rajoy Brey se han escrito miles de tópicos: tranquilo, apacible, impasible. Pero en este momento se le ve enojado, por ello habla en voz alta, con verbo claro y sin tapujos. «Deberías hacerlo más, presidente», le dicen algunos. «Llevo una semana que no paro, también hay que trabajar», responde. Ha sido concejal, diputado, varias veces ministro, vicepresidente del Gobierno y su máximo represente durante la crisis más dura que ha golpeado a este país, salvado de un rescate gracias a su gestión. «Conviene no olvidarlo», dice sin presumir, pero orgulloso de los resultados. En su diatriba contra Sánchez y Rivera, habla de las Diputaciones: «Sólo quien pisa moqueta y nunca ha vivido en un pueblo puede rechazarlas». Con fina ironía reitera que Sánchez no le llama y Rivera parece olvidar también su teléfono. «Aquí no estamos para fotos de salón como dos salvadores del mundo, sino para trabajar por España». Enfadado, sí. Pero optimista. Como lo son la mayoría de sus ministros, que apuestan por poner de nuevo las cosas en su sitio. Sobre las intrigas para que se vaya, alza los ojos y advierte: «No creo que nadie diga eso». Y en el ambiente deja un nítido mensaje: «Yo no renuncio». Mariano Rajoy en estado puro, un líder sin costuras.